El pasado 6 de enero marca un punto de inflexión en lo que sería un cambio en los actores principales de la política de Canadá, a raíz de la renuncia de Justin Trudeau (1971 -). Como se sabe, el actual primer ministro canadiense venía desempeñando el cargo desde 2015 y su renuncia se llevará a cabo luego de que el Partido Liberal seleccione un nuevo dirigente nacional. Se prevé que esto tenga lugar en marzo próximo.
Cambios políticos y tensiones
Esta renuncia ha sido el resultado de dinámicas propias, de crisis política y económica interna en el país. Se reconoce que Canadá ha tenido que enfrentar problemas como el alto costo de vida, la inflación y tensiones con el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien -siguiendo su personal estilo- ha amenazado con aumentar los aranceles comerciales a Canadá, y anexar este país a la dirección de Washington.
Además, y esto habría sido el elemento detonante, ocurrió la reciente dimisión de Chrystia Freeland, viceprimera ministra y ministra de Finanzas, debido a desacuerdos con Trudeau sobre cómo manejar la situación económica. Este evento habría sido el puntillazo que derrumbaba el desgastado liderazgo de Trudeau, en medio de un contexto de percibida inestabilidad política en el país.
Como parte de todos estos acontecimientos es importante tener en mente que Canadá, junto a Noruega e Islandia, forman parte de los países que tradicionalmente han tenido un muy alto nivel de calificación en el Índice de Desarrollo Humano (IDH9) -calificador que se basa en factores económicos además de esperanza de vida (salud), instituciones y educación.
Las consecuencias a nivel mundial
En el caso canadiense, este país reporta 82 años de esperanza de vida; 4.5 como tasa de mortalidad infantil por cada 1000 nacidos vivos, y una renta de aproximadamente 47,000 dólares per cápita. De manera complementaria, aunque no por ello menos importante, Canadá también se encuentra entre los primeros puestos en otras mediciones, como la transparencia gubernamental, la libertad civil, la calidad de vida, la libertad económica, los niveles de educación, la igualdad de género, los servicios y la seguridad públicos.
Es decir, ya quisieran otras naciones, al menos 170 de los 192 países y territorios reconocidos, tener las condiciones y problemas que tiene Canadá. Nótese que esta funcionalidad social y económica es superior, obvia y ampliamente, a los indicadores de Estados Unidos, además de las cifras reportadas por algunos países europeos.
Siempre como parte del análisis político, el Partido Liberal hasta ahora liderado por Trudeau, en lo inmediato enfrenta el desafío de elegir un nuevo líder. Trudeau seguirá en el cargo hasta que el partido seleccione a su sucesor mediante un proceso competitivo con cobertura nacional. Sin embargo, las encuestas indican que el opositor Partido Conservador podría ganar las próximas elecciones generales con una ventaja significativa sobre los liberales. Los hoy opositores se ven muy animados por esta posibilidad.
Por otra parte, es de reconocer que la renuncia de Trudeau también ha generado preocupaciones sobre el futuro del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha expresado que no cree que la salida de Trudeau afecte negativamente al T-MEC, destacando que los tres países se han beneficiado mucho del acuerdo. Sin embargo, ahora se tiene el factor Trump con todo lo impredecible que esto puede conllevar.
Tal y como es normal en estos ambientes en donde el partido de gobierno debe soportar el agobio del desgaste de poder, la oposición ha olfateado la sangre de los dirigentes actuales. De esa cuenta, quienes esperan ganar las próximas elecciones desde la orilla contraria al oficialismo, han intensificado la presión sobre Trudeau para que convoque elecciones anticipadas.
La espera de un nuevo liderazgo
Los líderes de los partidos rivales han expresado que la renuncia no cambia el panorama político inmediato y han anunciado planes para presentar mociones de censura contra el gobierno liberal. Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador, ha afirmado que los liberales son responsables de las políticas que han afectado negativamente al país durante la última década. Los grupos opositores más vehementes, tratan de acelerar cuanto antes, el posible cambio de actores.
Por otra parte, en medio de estas afrentas, el Nuevo Partido Democrático (NPD), que había apoyado a Trudeau en el pasado, también ha criticado al gobierno actual y ha prometido seguir adelante con su moción para acelerar cambio en el liderazgo. Jagmeet Singh, líder del NPD, enfatizó que el problema va más allá de Trudeau e involucra a todo el gabinete liberal.
En medio de toda esta dinámica y sus expectativas, es evidente que la elección de un nuevo líder del Partido Liberal se ubica como un elemento estratégico. Fuera de toda duda, este proceso electoral interno de la fuerza política oficial se llevará a cabo antes de las elecciones generales y determinará la estrategia y la dirección del partido.
Los posibles candidatos deberán abordar los problemas económicos y sociales que han afectado a Canadá durante la administración de Trudeau. La capacidad del nuevo líder para reconectar con los votantes será fundamental para rescatar la confianza perdida.
Este sería el tema medular mediante el cual los liberales, una vez caído su actual líder, pueden tratar de reconquistar la influencia partidista en un régimen como el canadiense que se desarrolla como democracia parlamentaria: el partido o fuerzas políticas que dominen el congreso, forman efectivamente el gobierno en su rama ejecutiva.
El nuevo liderazgo en Canadá, producto de quien resulte electo como el nuevo primer ministro, tendrá que enfrentar desafíos inmediatos, como la inflación y las políticas migratorias. La llegada del mandatario electo Trump a Estados Unidos también agrega una importante carga de profundidad a la compleja política canadiense. Dependiendo de quién asuma el liderazgo, es indudable, Canadá podría adoptar una postura más conciliadora o más confrontativa hacia Washington.