Uno tras otro, en los estados controlados por los republicanos tiene lugar una revolución política, cultural, social. Sucede a un ritmo vertiginoso.
En el proceso, caen las máscaras de respeto por la democracia, los derechos humanos, el amor al prójimo, el patriotismo con las que durante décadas ocultaron su verdadera naturaleza.
En los últimos dos años, han promovido, patrocinado y establecido leyes que limitan el derecho al voto de las minorías, con la Gran Mentira del fraude electoral en 2020 como excusa.
Ahí, Arizona ha tomado la delantera eliminando a cientos de miles de ciudadanos de las listas de votantes. En otros estados se ataca el voto por correo, que se ha vuelto cada vez más popular en las comunidades marginadas.
Solo en la presente sesión legislativa, los legisladores de 32 estados han presentado 150 proyectos de ley para restringir la votación, quebrando el récord del año pasado.
Han declarado emergencias migratorias aunque no tengan autoridad para encargarse de este tema federal, enviado tropas para acosar a solicitantes de asilo y transportado a miles de ellos a otros estados como mera provocación.
En algunos estados cortaron la ayuda financiera a las bibliotecas públicas. En otros, publican listas de libros prohibidos, en el peor estilo fascista.
Impiden el acceso de los más pobres en su población al cuidado médico proporcionado por Obamacare y Medicaid.
Imitando una Corte Suprema militante y parcial que removió en 2022 el derecho de la mujer a su propio cuerpo, 16 estados han declarado el aborto ilegal; uno lo prohibe a partir de la sexta semana y cuatro, desde la semana 15. En su mayoría, también redujeron paradójicamente la ayuda a la maternidad.
Han montado un asalto implacable a la verdad y la libertad de expresión con leyes que censuran y suprimen a los grupos históricamente marginados, como afroamericanos y la comunidad LGBTQ. En Florida, una ley ahora suspendida prohíbe a los estudiantes y maestros aprender y hablar sobre temas relacionados con la raza y el género.
En Ohio una medida ataca el llamado “adoctrinamiento” de estudiantes universitarios, protege a educadores racistas y homofóbicos y prohíbe a los docentes el derecho a la huelga.
Y esta es una lista parcial.
Todo ello simulando una victimización inexistente. Ocultando que su principal preocupación es preservar su control sobre la sociedad, las escuelas y la información.
En un clima de creciente hostilidad por quien piensa diferente, donde las masacres en masa son frecuentes ante su negativa de controlar la tenencia de armas de fuego en manos de irresponsables.
Y en un ambiente de agresión contra la comunidad latina, allí donde se encuentre.
Tratan de devolver al país décadas atrás en materia de derechos civiles.
Así como en los 90, usan el mismo eslógan de “igualdad de derechos, no derechos especiales”, pretendiendo que la prohibición de discriminar a otros de alguna manera les quita sus propios derechos,
Así fue como hicieron ilegal en muchos estados la “acción afirmativa”, que busca reparar las históricas desigualdades contra las minorías.
Nos tratan de devolver a épocas de opresión y discriminación que creíamos haber superado.
No pueden pasar. La lucha contra esta corriente de opresión es también una oportunidad para definir los términos del debate con cara a las elecciones de 2024, que podrían ser las últimas democráticas. Es importante constatar que los extremistas que hoy dominan al partido Republicano constituyen una grave amenaza para las libertades de los estadounidenses. Esa es la verdad.