Opinión: republicanos usan a inmigrantes con fines electorales
Los gobernadores republicanos de Florida, Texas y Arizona, estados con frontera con México, ponen a inmigrantes en autobuses y aviones y los envían a ciudades remotas con falsas promesas de empleos y vivienda
Estamos acostumbrados a las innumerables bajezas de Donald Trump. Incluyendo las que orquestan sus lacayos del nuevo partido republicano que, con una filosofía utilitarista, justifican todo tipo de conductas inmorales. Así que, a solo seis semanas de las elecciones nacionales, no extraña la última táctica que ingeniaron: la de utilizar descaradamente para sus maquinaciones electorales a inmigrantes que llegan desesperados a Estados Unidos, escapando el hambre y la represión política.
Lo que ocurrió en San Antonio, Texas, ilustra claramente esta nueva táctica que, en esencia, es una conspiración republicana.
¿Quién es uno de los líderes de esta conspiración? Nada menos que Ronald DeSantis, el gobernador republicano de Florida y ardiente simpatizante trumpista que tiene claras aspiraciones presidenciales. Al menos así lo piensa la Alianza Americas que ha iniciado un juicio contra DeSantis; su secretario de Transporte, Jared Perdue; y el Estado de Florida, por lo que aparenta ser una maquiavélica conspiración contra inmigrantes con fines políticos.
¿Qué ocurrió de acuerdo a la demanda judicial que se presentó en representación de tres inmigrantes venezolanos que están tramitando pedidos de refugio? Mientras un grupo de inmigrantes se encontraban en las inmediaciones de un centro de asistencia, dos personas que se identificaron como “Emanuel” y “Perla” les regalaron cupones de $10 dólares para que pudieran comer en McDonald´s. También les ofrecieron que, si accedían que se los llevara a otro estado, allí se les daría trabajo, un lugar en donde vivir y otros tipos de asistencia.
Después los alojaron y mantuvieron aislados en un hotel durante cinco días, mientras convencían a otros inmigrantes, hasta completar un grupo de alrededor de 50 personas. Finalmente, el grupo fue llevado a un avión que los trasladó a Martha´s Vineyard, en Massachusetts, en donde fueron abandonados a su suerte, sin comida y sin agua.
Algo similar están haciendo otros gobernadores republicanos, como Greg Abbott, de Texas, y Doug Ducey, de Arizona.
¿Pero por qué estos gobernadores, parte del universo trumpista, están inmersos en esta iniciativa cuando todo lo referente a inmigración es claramente un tema que la Constitución Nacional establece que es de jurisdicción federal y no estatal?
Para comprender estas maniobras anticonstitucionales debemos remontarnos al verano pasado cuando parecía que todo estaba dado para que, en las elecciones del 8 de noviembre, los republicanos recuperasen control de la Cámara de Representantes y, tal vez, hasta ganasen uno o dos escaños en el Senado Nacional. Un objetivo político fundamental para poder continuar obstaculizando la agenda de la Administración de Joe Biden.
Pero los tiempos en política están determinados por eventos que a veces, de un día para el otro, cambian completamente la ecuación electoral. Y lamentablemente para los republicanos, lo que se esperaba que ocurriese en noviembre, ahora está en duda.
¿Qué es lo que ocurrió entre julio y septiembre que redefine el ´political mood´ de la nación? Pues toda una serie de eventos que en el tablero de ajedrez político tienden a favorecer al partido demócrata y a sus candidatos.
Para empezar, se dieron una serie de victorias legislativas que no solo ayudaron a mejorar los índices abismales de la imagen del presidente Biden, que habían llegado a caer a un 38% en julio y ahora se ubican en un modesto 42%, sino que también contribuyeron a reducir la percepción de un Congreso Nacional polarizado y disfuncional que es incapaz de aprobar legislación.
Pero, sin equívoco alguno, el evento de mayor repercusión fue la histórica y controvertida decisión del 24 de junio de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos que, de un plumazo, anuló Roe v. Wade. Un dictamen judicial más que trascendental que ha irritado a un amplio sector del electorado demócrata e, incluso, a independientes, un sector clave que muchas veces decide el resultado de elecciones.
El liderazgo del partido republicano ha tratado de enfocar el debate en temas económicos, como la delicada situación inflacionaria y la amenaza de una más que probable recesión económica. Una táctica que se basa en encuestas que indican que esos son los tópicos que más preocupan a los estadounidenses.
Pero la extraordinaria decisión de la Corte Suprema cambió la discusión y obligó al partido republicano, ahora en la defensiva, a tratar de minimizar el debate del aborto. Algo que no parece haber logrado, considerando la reacción de muchas organizaciones de mujeres y coaliciones progresistas que están en pie de guerra y prometen hacer sentir su voz en la próxima elección.
Por eso es que a solo semanas de las elecciones y sintiéndose arrinconados, los estrategas republicanos han buscado una temática diferente que cambie la discusión. ¿Y por qué no retornar al tema de los inmigrantes que tanto rédito político le dio a Donald Trump y a otros sectores intolerantes?
Después de todo, cuando Trump afirmó que los inmigrantes mexicanos son criminales y violadores, ¿no recibió el aplauso o el silencio cómplice de conservadores, ultranacionalistas y hasta evangelistas, que son fundamentales para cualquier victoria electoral republicana?
Lo que vino después, ya lo sabemos: del tablero de planificación, pasaron a la acción. Y los gobernadores republicanos de Florida, Texas y Arizona, estados con frontera con México, empezaron a poner a inmigrantes en autobuses y aviones y los enviaron a ciudades remotas como Washington, DC, Nueva York, Martha´s Vineyard, no solo para irritar a quienes apoyan las ciudades santuarios, sino que para sensacionalmente catapultar a la primera plana de las noticias el tema de la inmigración. Una vieja narrativa que sin duda movilizará al elector republicano, de la misma manera que el aborto motiva a la militancia demócrata.
El tema de la inmigración siempre sintoniza con una audiencia que busca chivos expiatorios para tratar de explicar los problemas económicos y sociales que se confrontan en un mundo de profundas desigualdades. Una audiencia que incluye a racistas, ultranacionalistas, conservadores de todas las estirpes y, por supuesto, miembros del partido republicano. Por eso no es casualidad que en una encuesta 80% de republicanos opinaron que la cultura e identidad estadounidenses están amenazadas y un 44% que todos los inmigrantes indocumentados deberían ser deportados.
Los estrategas republicanos esperan que las impactantes imágenes en los noticieros y las redes sociales de la ´ínvasión´ de inmigrantes bajando de autobuses en las calles de Washington, DC, a poca distancia de la residencia oficial de la vicepresidenta Kamala Harris; otros arribando confundidos a New York City; y algunos en Martha´s Vineyard; despierten instintos primitivos de rechazo a lo desconocido y que esas tendencias xenofóbicas motiven al electorado republicano a salir a votar en noviembre.
Una estrategia electoral que demoniza a estos hombres, mujeres y jovencitos que vienen a este país en busca de un futuro mejor. Una estrategia cruel, inhumana, con mucho de inmoralidad, que define en lo que se ha transformado el partido republicano de Donald Trump en esta convulsionada primera parte del siglo XXI.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.