Comparado con el último año del gobierno de Donald Trump y la crisis acelerada por los estragos causados por la pandemia del COVID-19, la situación económica de Estados Unidos ha mejorado y se mantiene estable.
Primero, las buenas noticias
Así, la tasa de desempleo se ha mantenido por debajo del 4% durante los últimos dos años, un récord no visto desde hace 60 años; mes tras mes las estadísticas muestran un crecimiento económico constante y sostenido y quizás más importante para la percepción pública, la inflación ha retrocedido y regresado a los bajos parámetros históricos.
Un comunicado de prensa del Buró de Estadísticas Laborales fechado en diciembre de 2023 documenta una caída precipitada en el aumento de precios al consumidor comparado con lo ocurrido solo tres meses antes.
Un estudio del Centro de prioridades presupuestarias y políticas documenta la recuperación de la recesión de 2020 y el crecimiento sostenido en los últimos dos años.
Finalmente, un comunicado de fin de año de la Casa Blanca establece un crecimiento de 3% basado en “la fortaleza del gasto de los consumidores, reactivación de la inversión en estructuras manufactureras y aumento de las compras de los gobiernos estatales y locales”.
Y agrega que la “economía (está) caracterizada por un crecimiento sólido impulsado por un fuerte gasto de los consumidores respaldado por un crecimiento del empleo sólido y constante, salarios reales crecientes y avances históricos para las mujeres y los trabajadores afroamericanos”.
Y las noticias
Sin embargo, las mejoras no se reflejan en la opinión pública. El sentimiento imperante es de crisis ininterrumpida, donde están en riesgo los empleos, los precios de los artículos de primera necesidad suben incesantemente y el futuro aparece incierto y pesimista.
Un sentimiento incorrecto.
Pero encuesta tras encuesta muestra que el público está preocupado y caracteriza la situación económica como mala.
En agosto pasado, una encuesta del Wall Street Journal evidenció que solo la cuarta parte del electorado aseveró que la situación económica va por “buen camino”
Según otra encuesta similar, del Pew Research Center, solo el 19% del público dice que la situación económica es buena. Entre los participantes que se identificaron como republicanos este segmento es de solo el 10%, comparado con casi 30% entre demócratas.
Quizás el número más inquietante es el que la mitad de los participantes en un estudio de diciembre dicen erróneamente que Estados Unidos está en medio de una recesión económica, a pesar de que no existen elementos que así lo prueben: por el contrario, la economía está en pleno crecimiento y la cesantía laboral es baja.
La preocupación es patente en el tema del ahorro, porque la inflación erosionó nuestras redes de seguridad. El 80% de los estadounidenses no aumentó sus ahorros de emergencia este año.
Mientras, el banco central ha elevado las tasas de interés al nivel más alto en 22 años, lo que redunda en mayores pagos a las tarjetas de crédito.
En suma, si bien los números son positivos, a nivel individual la gente no lo siente y reacciona, con razón, a los problemas individuales.
Esto tiene sorprendidos a los expertos y preocupados a los demócratas faltando tan poco para las elecciones presidenciales de noviembre. Que buscan una explicación al fenómeno.
Por ejemplo, indican la insatisfacción frente a los altos precios de las viviendas y la carencia de opciones asequibles, lo que propaga el sentimiento de que el “sueño americano” se escapa de las manos..
Pero un informe del banco federal Fannie Mae de esta semana indica que por el contrario, “el optimismo de los consumidores sobre las tasas hipotecarias aumenta significativamente”.
De la misma manera inciden en el pesimismo el aumento en el precio de la gasolina y de la comida.
Ya en un plano no económico, las noticias incesantes sobre guerras sin solución entre Israel y Gaza y entre Ucrania y Rusia, así como temas como tiroteos masivos que no dan descanso, contribuyen a la desesperanza y la pérdida de la fe en un futuro mejor.
Además, la pandemia creó una sensación de que un elemento inesperado puede, casi instantáneamente pulverizar los avances económicos, lo que crea más vulnerabilidad.
Pero cada vez más los estadounidenses que se definen republicanos o pro Trump reciben sus noticias de fuentes que son cada vez menos fidedignas y más inciertas. Aceptan la caracterización de los medios tradicionales por parte de Trump como “fake news” y confían más en una publicación anónima en los medios sociales que en una investigación periodística o de científicos, expertos o profesionales. Creen así en una realidad que no existe y que describe un mundo mucho peor del verdadero.
Es entonces indudable que la sensación de zozobra e inquietud tiene sus raíces en el caos provocado por Donald Trump, en las mentiras que propaga incesantemente respecto a cualquier tema y en las amenazas que ha proferido sobre sus planes de recuperar el poder en noviembre.
En lugar de que lo que pase en el mercado forme juicios y opiniones, las opiniones previas dictan lo que se quiere ver. El próximo paso, si quienes así piensan vuelven al poder, será actuar de acuerdo, no con la situación real sino con el cuadro distorsionado y falso en el que decidieron creer.