Como es normal, la expectativa crece con la llegada del nuevo gobierno de la mandataria electa Claudia Sheinbaum a la presidencia de México. No sólo porque este país latinoamericano es la segunda economía de la región -aportando un 26% del total de producción de esta- sino también por la estrecha relación con Estados Unidos. Este último país actuando como mercado natural de la exportación mexicana.
Los mayores desafíos que debe afrontar el nuevo gobierno
De entrada, la nueva mandataria tiene el respaldo de una indiscutida legitimidad legal. Llega al poder con resultados electorales de notable diferencia sobre sus competidores. Es de recordar, que se hizo con el triunfo para ocupar la presidencia de México –de 2024 a 2030- con un 59% del total de votos válidos, lo que estaría equivaliendo a 35 millones de sufragios. Los electores potenciales en esta oportunidad fueron cerca de 98 millones de mexicanos.
Se evidencia que son tres los mayores desafíos que ahora debe encarar la nueva administración:
En primer lugar, mantener las políticas sociales que no dejan de ser asistencialistas y que son dejadas como herencia de la gestión de López Obrador. Por más que han ocurrido cambios e innovaciones, la productividad mexicana no ha tenido saltos importantes. De manera que un aumento notable del gasto público puede conllevar riesgos inflacionarios. Es decir, de elevación generalizada de precios.
Segundo, la mayor dependencia de Estados Unidos reconociendo que casi un 87% de las exportaciones de México, tienen como destino a la potencia del norte. En esto es evidente que existen tres regiones diferenciadas en la potencia económica latinoamericana.
Una región al norte con gran desarrollo de la industria automotriz y de maquila que se articula intensamente a la economía dirigida desde Washington. Luego se tendría una región central, incluyendo la gran ciudad de México -conteniendo ciudades que se han incorporado a la metrópoli- que se encuentra en una posición intermedia con predominio, en áreas específicas, de actividad económica basada en servicios.
Completa el cuadro una gran región al sur que es predominantemente pobre, marginada, con producción agrícola de poco valor agregado y más orientada a los mercados domésticos. Nótese que en esa región el clima de inestabilidad social ha dado muestras de rupturas de cohesión, tal el caso del levantamiento, el 1de enero de 1994, del movimiento zapatista.
Tercero, el nuevo gobierno Sheinbaum debe lidiar con la que a su vez será una nueva administración desde Washington: ya sea Kamala Harris o Donald Trump. En el primero de los casos la situación puede abrirse más al diálogo. Lo más impredecible sería con el expresidente caracterizado más bien de polémicos e impredecibles comportamientos.
Estados Unidos y la oposición interna mexicana
Las tendencias indicarían que, con una administración demócrata, se pueden abrir mayores espacios de diálogo ya sea en lo bilateral, multilateral o subregional. Un riesgo, abiertamente latente, es con Trump. La dinámica podría fácilmente desembocar en sendas poco previsibles, conservando el talante aislacionista que ha sido notorio.
De manera complementaria, aunque no por ello menos importante, la nueva mandataria deberá lidiar con la oposición interna. Por ahora es indiscutible que tiene la ventaja de conservar mayorías en el Congreso Federal de México; pero no es de desdeñar que Morena, como rasgo normal, ha incurrido en desgastes del ejercicio del poder, luego de 6 años de presidencia de Manuel López Obrador.
Hay analistas locales que llaman la atención sobre la tendencia de que se puede ir conformando de nuevo, el escenario del “partido de la dictadura perfecta”. Se hace referencia al Partido Revolucionario Institucional, que como se recordará, gobernó el país durante casi 70 años ininterrumpidos –de 1926 a 2000- y se hizo nuevamente del Poder Ejecutivo en el país, luego de dos períodos del partido PAN, en 2012.
Los temores o esperanzas, según la perspectiva es que se conforme un gran método de gobierno basado en el Corporativismo en el Poder. Es decir, se aglutinan los principales grupos de presión, teniendo beneficios de una participación incluyente en el Ejecutivo. Tal y como desde los años noventa, lo anticipaba el cientista social Wiarda Howard en especial en su obra “Corporativismo y Políticas Comparativas” (1997).
La esperanza entre los márgenes del miedo y la violencia
Como parte del escenario actual, también se tiene que la oposición a Morena, al menos en las pasadas elecciones, trató de conformar una fuerza más granítica. Se tuvo la alianza de oposición contando con la fuerza nuclear del partido PAN –quien gobernó de 2000 a 2012, con los mandatos de Fox y Calderón. Además, se unió a este conglomerado, por primera vez en su historia, el PRI.
No dejaron de escucharse advertencias que una amalgama tan grande, con desgastes y señalamientos de corrupción, constituía un auténtico Titanic en las elecciones, con certezas plenas de naufragio.
Se reitera, en medio de esperanzas e ilusiones, la nueva mandataria debe enfrentar los retos del México profundo: inseguridad, violencia –incluyendo la terrible tasa de feminicidios- además de narcotráfico. Todos esperamos que México por fin, se encamine por una senda de desarrollo tan incluyente como equitativo, tan competitivo como sostenible.-