XIII
Y yo he de tenerte
en la escondida mirada
en el centro mismo del silencio
y en la noche del espejo
en el conjuro de la luz, con su idioma
digno de recuerdos
en las complejas vibraciones del cristal
en cualquier abecedario de artilugios
o en aquel grupo de jazz
bajo las notas de un saxo.
Tú que contemplabas el baile
el da capo frenético de un mambo.
Tú con el sentido deseo de mujer airosa
tenaz en tu figura solitaria
sentada a la mesa de un convite.
Aquel tiempo de farras ya casi legendario.
XIX
Y yo insisto
en amar la faz
de la mujer imprevista.
Esa mujer azul
como el gran océano
quemando mis horas tibiamente.
Su figura de lluvia bajo el Sol.
Esa mujer de mi país
donde su cuerpo es la forma
de todos los países que habito
bordados por sus manos.
Esa mujer que muchas veces
ha quedado frente a mí
espléndida en su meditación.
Y yo pensando en los secretos
de su suerte
en ese reino suyo, submarino
de incalculables marejadas
que alguna vez, por el capricho
de los astro
la lanzó al espacio
como un coral de fuego.
Ella en el dorso de mis ojos
turbándome el semblante.
Y el viento que tanto amo
abriendo una grieta en el mar
por donde se pierde su silueta.
De su libro Retablo de la fábula
(publicado por Letras Cubanas, La Habana, 1989).
XV
También la isla eres tú
hija mía
la sangre que corre
en el paisaje
la forma de tu cuerpo
imaginada por mí
creada por mí en el vientre amado.
Tú eres la belleza esperada
que se funde con el sol
con el mar y la montaña.
Tú eres el regreso al próximo milenio
la esperanza de mi sombra
que volverá nítida
sin mancha.
Mi sombra nada oscura
perceptible
y transparente.
XVII
Entonces vendrá
el temblor de mis labios quietos
en la presencia de la mujer que amo.
Ah que tú escapes
broma del poeta entristecido
que asumo inmerso
en tu rostro de amante.
Poema del otro que rueda
en la trascendencia que viene del origen.
Mujer que amo
ocurre que soy ahora
un nuevo ojo
más nítido ante tu silencio…
Estás entre tinieblas
pero sonríes
como una lámpara encendida
a través de la ventana.
XVIII
Mujer que amo
mujer que abunda el corazón
de besos guardados. Tu recuerdo
está grabado en las palmas de mis manos.
Hay un matiz interior
que te distingue, en esa iluminación
del ser que somos.
Somos diferentes y únicos
diversamente salidos del seno del mundo
y nos amamos
como dos extremos enlazados.
Vuelve el susto a tu pecho
que yo siento
al abrazarte. Y creo
en la imagen que queda
como un minuto eterno
Acuclillado en el último rincón
de mi memoria.
Escucha… Dios está detrás
cuidando los recuerdos.
De su libro
El laberinto de Dios (1993 – 1995 – 2006), inédito.