Ha sido un relámpago en el Perú. Hasta hace tres meses era algo impensable lo que ha ocurrido.
Un resultado dramático
Que un desconocido profesor de primaria, rural, Pedro Castillo (1969 -) sea ahora declarado presidente electo del Perú. Que un personaje ajeno a los grupos de poder tradicional sea quien asuma el mando del Poder Ejecutivo desde Lima a partir del 28 de julio.
Los acontecimientos se han precipitado vertiginosamente, luego de que las sorpresas estuvieran siempre presentes en las dos vueltas electorales. El triunfo sobre Keiko Fujimori ha sido por demás estrecho. Como han sido las otras dos derrotas consecutivas de la citada candidata, en sus infructuosos esfuerzos por llegar a la presidencia del país.
Con casi 44,000 votos de diferencia Carrillo recibió el 50.1% de los sufragios, para ganar la contienda. Una diferencia mínima, en un país de 32 millones de habitantes. Con amplia aceptación de este primer rasgo, surge una gran condicionante para los cinco años del próximo mandato presidencial: un país intensa y generalizadamente polarizado.
Las pasiones a partir de los instintos y las rabias se hacen presentes en la dinámica política del país. Es de aceptar que un primer esfuerzo sea construir consensos. Tarea persistente, que no culmina en lo que se reza un Credo. Para nada. La cuesta es muy empinada.
Y no sólo son los convencimientos requeridos para la toma de decisiones en diferentes ámbitos -locales, citadinos, departamentales y el nacional. Se trata de enfrentar un escollo formidable: la agrupación de Castillo, Perú Libre, tiene 37 escaños en el Congreso, mientras el segundo partido más importante, Fuerza Popular, tiene 24 diputados, pero la diferencia sería que la agrupación de Fujimori puede contar con mayores facilidades para hacer alianzas.
Un partido en minoría
Lo anterior puede desembocar en dejar aislado en el parlamento a las fuerzas oficialistas de Castillo. Un partido en minoría. Si eso ocurre, y peor aún, si acontece reiteradamente, el presidente enfrentará un enorme impedimento para poder concretar las políticas desde el Ejecutivo.
La extrema polarización ha llegado a tal grado que la votación se impuso casi con exactitud siguiendo patrones regionales. En las ciudades, en el centro y el norte del país, prevaleció la fuerza electoral del fujimorismo -con toda su caudal de problemas, polémicas y diatribas internas.
Keiko Fujimori desde hace mucho tiempo, no congenia bien con las instancias judiciales. La exaspirante estaría a punto de ser detenida. Se salvaba siendo candidata y eventualmente teniendo la inmunidad de la presidencia.
Es tal el fervoroso apoyo a Fujimori en el norte del país, que en el departamento de Lambayeque – en la costa, al sur de Piura y norte de Trujillo – fue elegido congresista, Alejandro Aguinaga. Se trata del mismísimo médico que ha estado en el centro del huracán que constituyó el escándalo de haberse hecho en lo personal, y de haber facilitado, “vacunas privilegiadas”, “VIP”, cuando no le correspondía. Se habrían beneficiado tanto él, como su esposa, familiares y allegados.
Pero las cosas continúan al galope. El prontuario de este galeno no escasea en rasgos por demás cuestionables. Es el mismo médico que debe responder ante la justicia peruana por las esterilizaciones forzadas cometidas durante la dictadura de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos (28 de julio de 1990 a 21 de noviembre de 2000) tal y como lo documenta la publicación “ProActivo” el 18 de junio de 2021.
Los baluartes de Pedro Castillo
En contraste, Castillo gana en el sur, en el Perú profundo, en las áreas rurales. Sin embargo, también aquí, caben indispensables aclaraciones. Los votos que apoyaron al hoy presidente electo no son sólo votos directos, generados por su simpatía. No todos esos ramajes pertenecen al mismo bosque. Castillo tiene votos que no son directamente propios, dado que captó también los sufragios contra el fujimorismo, los votos anti-sistema. Un apoyo político que puede ser muy frágil, en especial en sub-regiones de la costa, cordillera y selva.
Como parte de los retos que tiene Castillo -además de la gobernabilidad con un congreso que fácilmente le puede ser hostil- debe enfrentar la urgencia que tienen las expectativas que ha despertado. Su victoria es un logro contra la ineficiencia e ineficacia de la clase política tradicional y oportunista.
La población desea, como es fácilmente comprensible, resultados, ya, aquí, ahora. Castillo, nacido hace 51 años en Cajamarca, debe enfrentar una crisis sin precedentes, en lo económico, lo social, lo cultural y -lo que no da tregua– los apremiantes problemas de salud. La pandemia del Covid-19, recordemos, se ha cobrado la vida de 187,000 peruanos, con niveles de infección que a mediados de julio rozan dos millones de contagiados.
Con énfasis dramático y como es generalizable en países latinoamericanos, la pandemia puso de manifiesto las débiles condiciones institucionales del sector salud, de su equipamiento, de la efectividad de los hospitales, de la capacidad de respuesta oportuna.
En las actuales circunstancias, hay muchos requerimientos apremiantes que demandan una implementación coherente y estratégica.
Lo importante son los resultados
En lo inmediato, la agenda de impacto prioritario de Pedro Castillo debe formularse reconociendo la carencia de experiencia en la gestión pública. A partir de ello, es imperativo conformar equipos de gobierno. Respetar la efectividad meritoria de la “tecnostructura” institucional vigente.
Castillo debe saber escuchar y asesorarse.
Delegar y, así como otorga autoridad, pedir resultados. Dirección y gestión eficientes en el uso de recursos, procesos eficaces en el logro de objetivos secuenciales que se deben establecer y, muy en particular, resultados oportunos.
Al final, en medio de las diatribas de que ya es acusado, como “populista” -etiqueta bastante de moda- la lógica se impone: los resultados son indispensables. Sin resultados no hay expectativa que sea perdurable, ni credibilidad que se fortalezca.
Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard, es Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.