Perú: Los nadie

Los medios de comunicación asentados en Lima invisibilizaron y atacaron de manera infame al profesor Pedro Castillo y no les funcionó.

Las élites peruanas intentaron todo lo que tenían al alcance de sus manos: sembrar miedo, terror, “terruquear”, insultar e, incluso, recurrir al populismo.

Nada les funcionó.

Las élites no pudieron comprar ni secuestrar la memoria, la dignidad, las expectativas de cambio y el desborde popular.

Casi nueve millones de peruanos apostaron por quien, siendo como ellos, un ciudadano del pueblo de a pie, representaba sus expectativas sociales y políticas postergadas, despreciadas, negadas y contenidas durante décadas.

En las semanas previas y posteriores a las elecciones afloró, además, el racismo en las redes sociales y el discurso excluyente de quienes creen que el poder les pertenece por herencia. No se trata sólo de la ignominiosa campaña “chapa tu caviar” (o “chapa tu comunista” o tu “izquierdista), sino del insulto como arma política y del desprecio como expresión de superioridad social y racial.

A las élites les causa escozor que un profesor rural, un cholo, un serrano de “m…”, un hijo de los “nadie”, gobierne el país. Les cuesta aceptar que un hijo de los “peones” de siempre se convierta en señor. Para ellos, si el profesor Pedro Castillo es proclamado presidente de todos los peruanos, sólo será un “igualado”, un intruso, un advenedizo temporal, un “nadie” que se atrevió a sentarse en el sillón de los señores.

Sin embargo, para el pueblo históricamente postergado, sin cuota de poder, él si los representa. Pedro Castillo tiene olor a pueblo. Encarna más que simbólicamente la irrupción de los “nadie”. Su historia es la historia de todos los pobres que se identifican con este profesor rural.

Su triunfo el triunfo de los ausentes de la historia oficial. Podría afirmase incluso, haciendo eco de las palabras del maestro Jorge Basadre, el Perú no es sólo un problema, con el triunfo del profesor Castillo es también una posibilidad, una posibilidad que todos tenemos construir desde abajo.

A los abogados de la derecha les parece improbable que los serranos y los cholos piensen, disciernan, decidan y tengan memoria y dignidad. Acostumbrados a verlos y tratarlos como peones, mayordomos, sirvientes, jardineros o choferes (entre otros oficios que, desde su visión de la vida, solo serían para ellos), les asusta que sean unos «igualados» y que pretendan una cuota de poder.

A lo más, para ellos, un serrano o un cholo podría aspirar a ser un subordinado, pero nunca alguien que esté por encima de ellos.

La infeliz expresión de uno de estos abogados, «… en la serranía de todo el país, en los lugares alejados, han llenado las ánforas a su antojo y las actas», más que meras palabras, da cuenta del racismo y y de la autoimagen de superioridad que teje las relaciones cotidianas de la derecha que se considera destinada a gobernar siempre.

Les duele que un profesor rural, un hijo del pueblo de a pie, un luchador social, sea proclamado, legítimamente, como el nuevo presidente del Perú.

Porque Pedro Castillo es un profesor rural que encarna las expectativas injustamente postergadas, traicionadas y negadas a los pobres de la tierra que quieren un país de todas las sangres y para todas las sangres.

 

Darío López Rodríguez

Darío López Rodríguez es peruano. Estudió Ingeniería Pesquera en la Universidad Nacional del Callao. Tiene una Licenciatura en Misiologia por el Seminario Evangélico de Lima y una Maestría en Misiologia por la Facultad Evangélica Orlando Costas. Obtuvo su PhD en el Oxford Centre for Mission Studies-Open University del Reino Unido. Pastor de la iglesia "Monte Sinai" de la Iglesia de Dios del Perú en Villa María del Triunfo-Lima. Es profesor en varios centros de formación pastoral de América Latina y el Caribe de habla hispana.

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