Sobre los rostros políticos de los evangélicos

En los últimos años, el foco de estudio de los observadores del campo religioso latinoamericano, particularmente con respecto a la presencia evangélica en la plaza pública, se concentró en el análisis de la inesperada, sorpresiva e inocultable participación del sector menos democrático de estas iglesias en el debate sobre las políticas públicas en educación sexual y salud reproductiva.

El movimiento “Con mis Hijos no te Metas”, una extraña alianza entre los sectores más ultraconservadores de la iglesia católica romana y de las iglesias evangélicas, un “ecumenismo de conveniencia”, captó rápidamente su atención. Se pensó que todos los evangélicos eran intolerantes, nada dialogantes e irrespetuosos con quienes tenían (y tienen) una visión distinta a la de ellos sobre la vida, la familia y la democracia.

Sin embargo, durante los dos últimos años, emergió en la plaza pública un sector de evangélicos, principalmente jóvenes, más dialogantes, tolerantes y respetuosos con las personas y sectores no evangélicos de la sociedad.

El encuentro entre este sector, quizá minoritario de las iglesias evangélicas, con la sociedad civil ocurrió en un contexto y coyuntura en la que, las élites dominantes vinculadas a la derecha política, buscaron seguir controlando y erosionando las frágiles democracias de la región. Las movilizaciones ciudadanas espontáneas en defensa de la institucionalidad democrática y la apuesta por la construcción de un país distinto tanto en Chile, Colombia y Perú, dan cuenta de esa realidad.

La cuestión crítica, sin embargo, es que se trata de un caso más de jóvenes evangélicos huérfanos de apoyo pastoral. O que no tienen relación con las iglesias debido a que en ellas no encuentran espacios para el diálogo y para pensar distinto a lo establecido. Ocurre que los pastores en estas iglesias no dialogan, sino imponen. Tienen una mirada política tradicional en la que se califica a la izquierda política como comunista y atea, y se privilegia a la derecha política como la única opción electoral para los creyentes.

La lección que se desprende de la emergencia en la plaza pública del sector más democrático de las iglesias evangélicas, un sector religioso que valora y vive los principios democráticos de dialogo, la tolerancia y el respeto, es que al interior de la comunidad evangélica no existe una sola opinión, opción y preferencia electoral, como tampoco una sola identidad o militancia política.

En síntesis, no todos los evangélicos son fundamentalistas, trasnochados, antidemocráticos o intolerantes. Existe un sector que no se cierra al diálogo, respeta las distintas opiniones sobre los asuntos públicos y está dispuesto a caminar colectivamente con quienes apuestan por el bien común y por un país de iguales.

En consecuencia, se equivocan quienes asumen que los evangélicos votan por consigna o que el voto evangélico es uniforme.

No es así.

Entre otras razones, porque para el sector evangélico más informado social y políticamente, las opciones electorales y político partidarias, no son un asunto institucional, sino una opción personal que da cuenta de la libertad de conciencia de cada persona y del ejercicio pleno de su ciudadanía.

Autor

  • Darío López Rodríguez

    Darío López Rodríguez es peruano. Estudió Ingeniería Pesquera en la Universidad Nacional del Callao. Tiene una Licenciatura en Misiologia por el Seminario Evangélico de Lima y una Maestría en Misiologia por la Facultad Evangélica Orlando Costas. Obtuvo su PhD en el Oxford Centre for Mission Studies-Open University del Reino Unido. Pastor de la iglesia "Monte Sinai" de la Iglesia de Dios del Perú en Villa María del Triunfo-Lima. Es profesor en varios centros de formación pastoral de América Latina y el Caribe de habla hispana.

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