Nos reunimos en la esquina de la Pacific y la Gage, en el corazón de Huntington Park. Es de mañana y la zona está regada de tiendas relucientes y cafés extravagantes y lo mejor, de un gentío que a todas horas recorre el boulevard: madres jóvenes con sus carritos, parejas en reencuentro feliz, vendedores y oficinistas en su hora de recreo, y la raza, porque éste, este es un barrio de latinos.
Y es aquí en donde la directora Aurora Guerrero va a filmar su primer largometraje, ‘Mosquita y Mari’.
“Muchos, cuando piensan en latinos se imaginan el Este de Los Angeles, Boyle Heights. Se imaginan un mundo de gangsters, cholos. De estereotipos”, me dice Guerrero, nacida en San Francisco de padres inmigrantes de México.
Se encontraron en el barrio de la Misión, y era allí en donde, inicialmente, ella quería filmar el feature. Allí, donde estaban sus raíces, porque el libreto tiene una base personal. Le pasó a ella.
Es la historia de dos adolescentes de secundaria, Yolanda Olveros y Mari Rodríguez, que forjan una relación cargada de atracción sexual y que desarrollan una amistad en donde se reflejan los integrantes de aquello que reconocemos a diario:
- madres solteras que se abren camino con la ayuda de sus hijas mayores;
- inmigrantes indocumentados resignados a vivir en las sombras de la legalidad;
- alumnas de secundaria resueltas, decididas a quebrar los obstáculos socioeconómicos y llegar al sueño dorado de cursar estudios universitarios.
Y también la homofobia, la ignorancia, la dificultad de las generaciones de padres e hijos para comunicarse a un nivel de respeto y aceptación.
“Me interesa platicar sobre la sexualidad, me atrae el poder de la violencia del silencio, esa mezcla tan presente en la reacción de los padres».
«Porque en mi casa, no se hablaba”, dice Guerrero, y mira con la mirada abierta, directa y franca de los soñadores.
Y sí, dice que el sueño de sus padres se perdió. “La vida se convirtió en trabajo»… «no fue una vida humana”. Por 18 años su restaurante de comida mexicana en Berkeley los unió. Allí trabajaban todos, los tres hijos incluidos, desde que ella tuvo ocho.
“Siempre pensando en nosotros. Por eso no volvieron a Guadalajara”.
El lenguaje de Guerrero es un espejo de su generación: me habla en el español cordial del campo mexicano, luego pasa al spanglish común a nuestros tiempos y al inglés académico.
“De aquí, me gustan las grandes ciudades; de México, el campo”.
O sea: Aurora Guerrero es como un espejo de los hispanos nacidos aquí de padres inmigrantes. Por eso, ‘Mosquita y Mari’ reflejará desde Los Angeles y para todo el mundo a quienes somos.
Y abrirá un debate sobre la homofobia entre nosotros.
La idea se expresa en el libreto con la inocencia y la ternura de todos los días. Con la intimidad de sugerencias, no explícita. Con la delicadeza propia de las quinceañeras.
“Mosquita y Mari is not about coming out, but about coming of age”, dice: no homosexualidad, sino adolescencia.
Y sin embargo, un estudio de GLSEN, la Red de Educación Gay, Lesbiana y Heterosexual (Gay, Lesbian and Straight Education Network) publicado el año pasado con la participación de 7,200 alumnos LGBT entre 13 y 21 años determina que de cada 10, ocho fueron hostigados por su orientación sexual verbalmente, cuatro fueron víctimas de ataques físicos y seis se sentían amenazados en la escuela. Razón adicional para prestar atención a esta película.
El proyecto cuenta con apoyo del grupo local de CBE, Communities for a Better Environment, con sede en Huntington Park, y una vez lista la película «tendremos una serie de proyecciones para promover el diálogo comunitario».
Este proyecto cuya importancia pues excede la idea personal de una nueva cineasta chicana podría salir al mundo pronto.
“Queremos empezar a filmar a fines de junio, durante 20 días, aquí, en Huntington Park”.
Pero hay un problema.
“Nuestro presupuesto de ensueños llegaba a un cuarto de millón de dólares”. A través del Latino Public Broadcast, el Instituto Sundance y Ford Fellowship lograron una suma inicial, una fracción.
El resto debe llegar a través de donaciones de la comunidad. Tal como dice en el sitio de internet creado para ello, los simpatizantes de filmes independientes “tienen una oportunidad única de dar vida a esta película durante la campaña de 30 días que comenzó el 26 de abril y termina el 25 de mayo». Falta muy poco para que venza el plazo. Es urgente.
Si todo sale bien, la película estará lista para el próximo Festival Sundance, dice Guerrero con esperanza.
“Quiero que los jóvenes aprendan de la película, porque yo no tenía de chica… no me enseñaron que una mujer puede dirigir una película”, espera Guerrero, que es profesora adjunta de apreciación del arte y psicología en la Universidad Nacional Hispana en San José.
Guerrero ha ganado un premio de HBO y el New York International Latino Film Festival (NYILFF) en la categoría de cortometrajes. Ha creado anteriormente Pura Lengua (2005) y Viernes Girl (2005) y participado en la producción de Real Women Have Curves (2002) y La Mission (2009).
Para ayudar
Donación: http://www.kickstarter.com/projects/mosquitaymari/mosquita-y-mari-a-new-voice-in-independent-filmmak?ref=users
y http://www.kickstarter.com/profile/mosquitaymari
Escriba a MyM Productions LLC, 413 Sunset St, Santa Fe, NM 87501
Email: mosquitaymari@gmail.com
Teléfono: 323-630-0354
Sitio de internet: Website: http://mosquitaymari.com/
En Twitter: twitter.com/mosquitaymari
En Facebook: http://www.facebook.com/mosquitaymari
YouTube: http://www.youtube.com/mosquitaymari
Flickr: http://www.flickr.com/mosquitaymari
‘Mosquita y Mari’ y el nuevo cine latino
El nuevo cine latino de Estados Unidos ha tenido varios comienzos auspiciosos. Hace unos años, películas como «Real women have curves» (2002) irrumpieron en el amplio mercado y mostraron, junto a escenas de familia, problemática laboral y la presencia de pandillas, un aspecto risueño, de gracia y comedia. Algunas, como «Stand and Deliver» (1988) o «Walkout» (2006, TV) mostraron episodios históricos de superación y rebeldía.
Otras, como «American Me» (1992) se concentraron en, los problemas de la juventud en los barrios de emergencia, donde a las penurias de la vida pobre se agregaba la abundancia de droga y la angustiante experiencia migratoria, todo ello convergiendo en precisamente las pandillas, el crimen, el supuesto código de honor y lealtad dentro de esos grupos del hampa.
Mosquita y Mari es un proyecto de filme va más allá. Quiere mostrar la realidad en una comunidad latina que no se ve cotidianamente. Aquella que no es absoluta sino sensorial e íntima.
La historia, como establece la sinopsis, está situada en Huntington Park, o HP, un veterano vecindario de absoluta mayoría latina al sureste de Los Angeles. Allí, dos chicanas de 15 años, Yolanda Olveros y Mari Rodríguez, se encuentran.
«Yolanda, hija única de trabajadores migrantes, quiere avanzar a través del estudio y forjarse una vida de universitaria.
Mari en cambio debe trabajar para que su madre inmigrante y sus dos hermanas sobrevivan.
En la escuela, el sentido de justicia de Mari la lleva a rescatar a Yolanda de un incidente en el que están implicadas Las Cuatas, dos mellizas y amigas de la infancia de ésta para quienes las fiestas, los muchachos y textear lo es todo.
De ahi la amistad profundiza, se complica. En la relación entra el entorno: un vecino cuentalotodo; padres sospechosos. Despido en el trabajo, la separación, la traición profunda y finalmente la disolución de la amistad y la sombra de la esperanza en el futuro, simbolizada solamente por una mirada a lo lejos, allí en la escuela.