Desde hace varios años existe entre la comunidad inmigrante en Estados Unidos una lucha que se tiene que dar a diario y en todos los frentes: la lucha por evitar la palabra que empieza con «i».
La frase «inmigrantes ilegales» suele ser utilizada con frecuencia para referirse a aquellas personas venidas de otro país que ingresaron a Estados Unidos sin los documentos migratorios adecuados, o que lo hicieron con ellos pero permitieron que éstos perdieran vigencia, de manera que ahora carecen de los permisos para permanecer en el país. Sin embargo las organizaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes han hecho campañas en varias ocasiones a lo largo de los años para pedir que la palabra «ilegal» no sea utilizada para referirse a una persona, sino al hecho cometido por esa persona.
Ningún ser humano es ilegal
A mí me parece que la petición tiene sentido. Una persona puede cometer un acto ilegal, como conducir a exceso de velocidad, robar en una tienda o estar en el país sin documentos. El acto que realiza la persona es violatorio de la ley, no la persona. El acto es ilegal, no la persona. Si la palabra ilegal fuera utilizada para definir a alguien, entonces no sería aplicable únicamente a los inmigrantes: habría conductores ilegales, vecinos ilegales, ladrones ilegales, ciudadanos ilegales.
Existe un consenso sobre el uso de la palabra «indocumentado» para sustituir la palabra «ilegal» cuando de calificar a un inmigrante se trata. Una persona puede carecer de documentos, eso sí, pero ninguna persona es ilegal como una cualidad inherente a sí misma. Esta conjetura ha dado pie al eslogan «ningún ser humano es ilegal» que ha sido utilizado con insistencia desde el 2006, año en que las primeras grandes marchas pro inmigrantes tuvieron lugar en varias ciudades de Estados Unidos.
El lunes pasado Margaret Sullivan, defensora del lector en el diario The New York Times, publicó un texto en el cual menciona su inquietud por este asunto, después de que el activista indocumentado José Antonio Vargas abordara públicamente el tema durante un evento de la Online News Association. Sullivan asegura que ha revisado los argumentos que ofrecen quienes piden que cese el uso de la palabra y que en los próximos días lo estará comentando con quienes toman las decisiones editoriales en el diario.
Un debate que abre lugar a otra narrativa
Para abonar a la discusión, sería conveniente que quienes participan del debate pudieran revisar el artículo publicado por Mónica Novoa el 31 de agosto pasado en el sitio Colorlines. En él, la autora cita un estudio reciente sobre el impacto que tiene la aplicación de las leyes migratorias en las familias y particularmente en los niños, realizado por el Center for American Progress. Los resultados de este trabajo muestran que debido a la manera en la que se aplican y sancionan las normas migratorias, los niños tienden a asociar el concepto de inmigrante con el de ilegal. La autora ejemplifica con el uso que hizo de la palabra justamente una periodista del New York Times, y sostiene que este concepto vinculado a un individuo en específico, sobre todo cuando se trata de un niño, puede hacerlo susceptible de ser víctima de abuso verbal, burlas sobre su origen étnico y actos de discriminación o de odio.
Finalmente la autora hace un llamado a los periodistas para que eviten el uso de esta palabra en sus historias cuando de describir a seres humanos se trata. Esta es una tarea que desde hace varios años se ha llevado a cabo en las redacciones de los medios en español en Estados Unidos y en otros medios étnicos, en donde el tema de la inmigración indocumentada es particularmente recurrente y en donde las historias tienen un amplio impacto entre la población de estas características, por razones obvias. En contraste los medios en inglés, los llamados «mainstream media», parecen no haber escuchado estos argumentos durante años y siguen sorprendiéndose cuando alguien apunta al uso indebido de la palabra en su redacción. Pero al menos ahora ya lo están discutiendo.