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Salinas de Sisiguayo: entre las redes, la sal y la esperanza

Cantón Salinas de Sisiguayo.- Alrededor de 80 excombatientes de la antigua guerrilla del FMLN se asociaron a partir de 1985 y formaron cooperativas camaroneras en esta comunidad del departamento salvadoreño de Usulután. Nueve asociaciones se legalizaron al momento de firmarse los Acuerdos de Paz de 1992 gracias al Programa de Transferencia de Tierras (PTT), que benefició a decenas de excombatientes y sus familias.

 

“Aquí era zona montañosa y decidimos crear salineras. Lastimosamente, con la llegada de los Tratados de Libre Comercio en el año 98, dejamos de producir sal. Viendo la adversidad, nos metimos a sembrar camarón en 45 de las 65 hectáreas que fueron transferidas [bajo el programa de tierras]”, sostuvo Alfredo Chévez, encargado de producción de la Cooperativa 29 de Junio.

Chévez, de seudónimo “Arnulfo” durante la guerra, es uno de los miles de lisiados que dejó ese conflicto. Aunque perdió su pierna derecha en un combate, es un hombre emprendedor y productivo.
Los criaderos de camarones son pozos de hasta dos metros de profundidad excavados con tractores.

En ellos “siembran” las larvas. Las cooperativas de Salinas de Sisiguayo dependen por entero de su propia iniciativa. Según Chévez, nunca han recibido incentivos gubernamentales, el costo del concentrado de camarones es elevado, y el cambio climático y la falta de políticas que regulen al intermediario o coyote son factores adversos. Los camaroneros carecen de capacidad financiera y de contactos para vender su producto directamente en el mercado.

“Los intermediarios acaparan el mercado del camarón y manipulan los precios de compra a las cooperativas, y afectan al consumidor. Con los supermercados no tenemos capacidad de venta ya que su pago es mensual”, aseguró Chévez. El precio de la libra de camarón para el consumidor oscila entre seis y siete dólares, pero las cooperativas apenas obtienen la tercera parte o menos de esa ganancia.

Los pescadores también tienen que lidiar con los altos precios del concentrado de camarón y últimamente con el cambio climático. Este tiende a elevar la salinidad de las camaroneras y el incremento de las temperaturas mata las crías o afecta su crecimiento, explicó Juventino Pleytez, de la cooperativa Vientos Marinos.

Unas 214 familias se involucran en la actividad camaronera, que se concentra en ciertas épocas del año. Los meses más productivos son abril, agosto y octubre. Los Mancornados, Wílber Mendoza, Vientos Marinos, Los Pequineses, Romerito, La 32, Salmón y Roquinte son otras cooperativas de la zona.

Tan solo la Cooperativa 29 de Junio, cuyo nombre rinde tributo a un jefe guerrillero que cayó en combate contra fuerzas del Ejército, y cuyo su seúdonimo era Camilo Turcios y su nombre legal Pedro Antonio Mira Hernández, alcanza un volumen de producción de 400 quintales del crustáceo denominado Litopenaeus vannamei, una variedad de probada resistencia. Las larvas utilizadas para la crianza del producto son adquiridas en laboratorios que se dedican a esa industria.

Aunque el Cantón Salinas de Sisiguayo está enclavado a más de diez kilómetros de la costa, estas comunidades se benefician de las numerosas entradas de mar o canales ricos en manglares de la bahía de Jiquilisco. La zona forma parte del ecosistema marino costero más importante de El Salvador y se ubica en la región húmedo subtropical caliente.

Los cooperativistas camaroneros no se han quedado de brazos cruzados frente a los desajustes del clima. Una de sus preocupaciones es reforestar los manglares y despejar los drenes, que pueden alcanzar hasta veinte metros de anchura. Estas intervenciones, dijo Pleytez, ayudan a oxigenar los manglares para que no se estanquen. Otra de sus preocupaciones es evitar la caza.

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Autor

  • José Orlando Castro es de El Salvador. Realizó sus estudios de periodismo en la Universidad de El Salvador. Antes de ingresar a la academia fue corresponsal de guerra independiente. Con la firma de los Acuerdos de Paz estudió diversos talleres de guion y dirección cinematográfica y artística, y obtuvo diplomados en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera. Sus exposiciones fotográficas se han mostrado en el Museo de Antropología MUNA con la temática Rehabilitación de mujeres y hombres en los centros penitenciarios (2016). En el campo audiovisual se han proyectado cortometrajes y documentales entre estos, Nos las vemos a palitos, Solidaridad sin fronteras, El Trifinio, Rechacemos la violencia, entre otros.

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