Hace unos días fui con mi madre a Chinatown. Siempre ha sido un misterio para mi cómo es que este lugar en pleno corazón angelino tiene tanto atractivo para mi madre, aunque siendo la chacharera crónica que es, no tendría que sorprenderme en absoluto.
Chinatown es el sitio perfecto para sucumbir ante la tentación de comprar adornos que nunca vas a usar, hierbas con toda clase de promesas curativas, paraguas en verano y abanicos en invierno, juguetes que no encuentras en las tiendas departamentales–por rumorearse que son peligrosos para los niños.
¡Ah! pero eso si y ante todo, si uno es cuidadoso y pregunta a la persona indicada puede terminar comiendo la mejor comida china de la zona.
El té milagroso
Y así pintaba nuestro final del día, comiendo en un restaurant recomendado por la amable señora que le vendió a mi madre el té milagroso que cura la diabetes.
El lugar estaba atendido por un ejército de meseros y meseras con rasgos orientales impecablemente vestidos y de una amabilidad fuera de serie. Sin embargo, hubo algo en nuestra mesera que captó mi atención enormemente: todo el tiempo nos atendió en español.
Pero no el español que normalmente uno espera de un extranjero, sino uno con cierto dejo que inmediatamente me pareció familiar. Entonces le pregunté cómo era que hablaba tan bien nuestro idioma.
Acabo de llegar de México– nos dijo.
¿De México? –pensé –entonces estoy cometiendo la típica tontería de juzgar a todo mundo por su apariencia, y esta joven mujer puede muy bien ser mexicana, y únicamente por sus rasgos orientales estoy asumiendo que es china.
Pero también la escuché hablando mandarín con otros de sus compañeros, así que por lo menos tiene que ser primer generación.
Soy de China
¿De dónde eres? –insistí.
Soy de China. Pero viví en Tijuana desde los ocho años.
¿Tijuana? Nosotros somos de Tijuana – Le dije.
¡Nunca había visto a alguien ponerse tan contento tras saber que soy de Tijuana, sin haber traído conmigo una botella de tequila para la fiesta!
La joven nos comentó que no hacía mucho había llegado a Los Ángeles y quería regresar a Tijuana pero que no sabía cómo.
¿Regresar a Tijuana? Pensé sorprendida. ¿Porqué querría regresar a Tijuana, si aquí tiene un trabajo?
Le expliqué las opciones de tren y el autobús, a lo cual tomó nota con atención.
Después desapareció.
La cultura china en México
Ese breve intercambio desencadenó una veintena de recuerdos en mi cabeza, que me hicieron darme cuenta lo presente que había estado la cultura china en mi entorno mientras crecía en México.
En los minutos que tardamos en pedir la cuenta y pagar, recordé que la última vez que me encontré con mi padre fue en el restaurant chino del Yee (hoy Calimáx) atrás del Hipódromo, y a partir de esa imagen, como un torrente primero me transporté a mi niñez en Mexicali, comiendo salados chinos, pues mi padre tenía la idea fija de que comiendo ciruelas secas rebosadas de sal y azúcar nos protegeríamos de una deshidratación en aquellos calores infernales de la capital bajacaliforniana.
Después ya en Tijuana, los saladitos seguían llegando de Mexicali, cada vez que mi padre tenía que visitar aquella ciudad por cuestiones de su empleo.
Rápidamente mi mente viajó al tiempo en el que estando embarazada, mi amiga Paula tuvo que correr a Plaza Río a conseguirme mi fix de salados, porque curiosamente ese fue mi antojo gestacional. ¡Gracias Papá!
También recordé la cantidad de restaurantes chinos que hay en Tijuana, y pensé que sin duda la comida familiar número uno en Tijuana, tiene que ser la comida china y no la carne asada como reza el cliché.
Chinos en Tijuana
Pensé en todas las veces que vi por la calle a familias jóvenes con niños pequeñitos, todos orientales, siempre juntos, siempre manteniendo un perfil bajo entre los tijuanenses, y cómo nunca me había detenido a pensar si estos migrantes chinos en México estarían pasando por las mismas penurias que algunos de nuestros connacionales en estados como Arizona, e incluso aquí mismo en California.
¿Qué sería de Mexicali sin su comida china?
Según datos del INEGI unas 9,000 personas de origen chino viven en Tijuana -9,000 personas y ni siquiera les hemos dado un barrio– sin embargo mantienen tan bajo perfil que su existencia es casi fantasmal. Sus círculos son muy cerrados, todos los que habitamos en Tijuana lo tenemos claro. Sin embargo rara vez nos preguntamos cuáles son las razones de fondo de este supuesto “auto-enclaustramiento”.
En la serie de cortos documentales : The Secret Lives of Urban Spaces, se incluye un corto de Sergio de la Torre titulado: El Nuevo Dragón City, donde un grupo de adolescentes mexicanos de ascendencia china, se encierra dentro de una tienda de muebles abandonada, protegidos por una barricada. Lo anterior como una metáfora de su propia existencia social: un entorno social clausurado que los mantiene atrapados en su propio aislamiento.
Hay documentos históricos que marcan el inicio de la migración china hacia México a finales del siglo XIX. La gran mayoría emigraron con la intención de cruzar hacia Estados Unidos. Sin embargo, en 1904 la Unión Americana prohibió mediante una Ley el acceso de trabajadores chinos, por lo que en México se empieza a facilitar la migración de esta comunidad entre 1910 y 1920, tomando un papel relevante en el desarrollo agrícola de la región.
Acoso y maltrato
Pero no todo ha sido vida y dulzura para esta comunidad, también existen evidencias del acoso y maltrato del que han sido objeto en nuestro país.
Una de las evidencias más actuales lo registró La Jornada en un artículo y tiene que ver con el caso de 300 migrantes chinos indocumentados que se quedaron a trabajar en una maquiladora. Uno de ellos se enfermó y contagió a un buen número de trabajadores, la consecuencia inmediata fue la deportación de los 300 trabajadores chinos.
Bernardo Fernández se ha basado en la documentación existente sobre la migración china en Mexicali, para escribir su excelente novela Ojos de Serpiente, que por cierto hace un par de semanas acaba de salir la edición en idioma alemán, y que recomiendo no dejen de leer, es una verdadera joya.
El aislamiento de esta comunidad, contrariamente a lo que se piensa, no es una cuestión cultural, sino una decisión personal en pro de la supervivencia.
En México los trámites de Migración son muy severos para un extranjero, y tampoco tenemos una ley de amnistía, como la que tanto deseamos para nuestros connacionales en Estados Unidos. ¿No sería oportuno poner la muestra siendo más incluyentes, y facilitando la estancia legal de comunidades que han beneficiado tanto a nuestra región como la comunidad china?