Soy una migrante en retorno y soy mexicana. Sí, vuelvo a México. Esta es una constancia de los trámites en México para quien vuelve.
El tiempo transcurre lento en la ciudad de México; ya llevo aquí más de dos meses. Para quien vuelve, lo primero que hay que hacer es tramitar los documentos de identidad necesarios para funcionar: credencial de elector, el CURP o Clave Única de Registro de Población y copias de acta de nacimiento originales extras, los que junto a mi pasaporte y mi matricula consular darán fe de mi identidad y nacionalidad mexicana.
Antes no pedían tanto, o al menos no lo recuerdo así. Pero me dicen que es necesario. De cada uno de estos documentos hago por lo menos cinco copias, sé que podría utilizar mas, pero mi portafolios de documentos no puede mas, está a punto de explotar.
Credencial de elector
Los sitios donde se tramitan los documentos han cambiado varias veces durante estos nueve años de ausencia. “Preguntando se llega a Roma” dicen por acá. Deberían decir más bien “preguntando se llega a la Colonia Roma” y finalmente los vecinos me dirigen hacia la colonia Santa Maria la Rivera, sobre la famosa calle Fresno, en donde está el módulo para el trámite.
Llego antes de las siete de la mañana y ya hay una fila de más de 30 personas fuera del pabellón. Unos carteles anuncian los requisitos para poder iniciar el trámite. La gente está activa, se mueve, camina y comenta y dirige sobre los pasos y requisitos y dónde termina la fila para los que vamos llegando.
La algarabía es mucha y tomo mi lugar. Frente a mí dos señoras vecinas de colonia me dan la bienvenida. Me hacen saber que hoy en realidad no hay mucha gente. Que no es nada, y que esto es solo para iniciar el trámite. Y solamente si que cumplimos con los requisitos. Por su cuenta revisan mi documentación “para que no dé la vuelta en balde”, dicen. Y sí, paso su prueba, tengo todo y me quedo con ellas.
Pasan 15 minutos y ya somos sesenta, pero sin anuncios ni ceremonia se abren las puertas y los que tienen preguntas se arremolinan al frente de la formación, donde un señor bajito resuelve dudas rápidas a los arremolinados que se retiran una vez que tienen la respuesta.
Una señora ya mayor se acerca y muestra su anterior credencial solicitando una nueva, porque ya se cambió de domicilio. Con mucho cariño el hombre de la puerta le hace saber que para ello debe traer todos sus documentos, aquellos que aparecen en los carteles, y los señala con un dedo regordete. Su ternura me conmueve. La llama “mamita” y se disculpa por no poder ayudarla el día de hoy como él tanto quisiera. “No podemos hacer excepciones”, le dice, y ella entiende y promete regresar.
Pasan los minutos; algunos ya perdieron un día de trabajo y quizás pierdan otro más antes de recibir el documento. Pero la credencial es indispensable e insustituible. Por eso esperamos pacientemente nuestro turno. La credencial es originalmente para identificar a los votantes. Pero como se trata de la única credencial con fotografía que todos los mexicanos deben tener, se ha vuelto indispensable para la identificación personal. Aunque puede ser sustituida por el pasaporte. Yo tenía la mía cuando emigré a Estados Unidos, pero la extravié después de las elecciones del 2006. Y ahora que vuelvo a México la necesito.
Como un nota curiosa, la credencial de elector fue un requisito indispensable para que los mexicanos en el exterior pudieran votar por presidente de la República. Esto es algo por demás incoherente y sin sentido. Porque la única forma de acceder al documento si se extravió o no se traía consigo cuando emigró el ciudadano mexicano, es permanecer en México por casi un mes. Ese es el lapso que me llevó recoger el documento, una vez cumplidos los requisitos y mi asistencia puntual a dos citas previas a la tercera, cuando se entrega el plástico identificador.
El CURP
El CURP, la clave única de registro de población, es el registro cifrado que abarca a todos los que habitamos en México, mexicanos y extranjeros, y a los mexicanos que viven en otros países también.
El numerito con clave indica la fecha y lugar de mi nacimiento, además de las siglas de mi nombre. Obtener mi CURP era indispensable para trámites de cualquier tipo. Para obtenerlo, debí acudir a una oficina de gobierno en la colonia Juárez, donde una vez plenamente identificada, inscribieron mis datos en el registro y me imprimieron – después de verificar que la información era exacta y coincidía con mi acta de nacimiento y credencial con fotografía – el ahora tan conocido CURP.
Pero el trámite fue rápido, expedito, y la fila era de seis personas.
La ayuda para trámites en México
Después de la vuelta a México, del acondicionamiento emocional y físico a mi patria, su gente, la dinámica y los espacios, después de bregar por la identificación que me define, me entero que el gobierno del Distrito Federal extiende una especial ayuda a quienes volvemos del extranjero, particularmente de Estados Unidos. Parece que somos muchos, y que nuestro número, el de los que retornamos a nuestro país, está creciendo. Y yo requiero esa orientación.
Debo entonces todavía acudir al Centro de Ayuda al Migrante y su Familia, que es como se llama la agencia auxiliadora. Allí me explicarán a detalle cómo funciona.
Me siento entre los míos. Aunque avanzo lentamente, por lo menos avanzo. Y me llena de esperanza saber que no todos los trámites en México son trabas burocráticas y copias de papeles que avalen que somos mexicanos, sino que nos reconocen como migrantes en retorno, pero aún mexicanos.
Nota del editor: esta publicación es parte de la serie Historias de Inmigrantes de Saraí Ferrer, que inicialmente apareció en 2010 y que volvemos a publicar. Saraí Ferrer radica actualmente en Los Ángeles.