Tenemos solo un minuto hasta la medianoche, un minuto proverbial para prevenir una catástrofe. Ya no hay «excusas convincentes» para no abordar el cambio climático.
Hemos visto de primera mano la devastación que causa: olas de calor y sequías, incendios forestales y huracanes. Estas palabras no vienen de un activista marginado. Son las de Boris Johnson, primer ministro de Gran Bretaña, en la conferencia cumbre del medio ambiente COP26, que tuvo lugar en Glasgow, Escocia. “Se requiere”, agregó Johnson, “dar fin a las palabras y las excusas e iniciar una acción inmediata y dramática”. Palabras precisas y valientes. Pero debería decírselas a él mismo y a los líderes de otras naciones industrializadas. Hechos sí, palabras no.
La conferencia fue la número 26 de su tipo y la mayor de todas. Pero las primeras 25 no redujeron la emisión de los gases invernadero, ni el aumento de temperatura en los océanos, ni el derretimiento de los glaciares polares, ni el surgimiento de patrones climáticos extremos, ni terribles sequías que podrían matar a millones de personas este año.
Lamentablemente, John Kerry, hoy “zar” del clima en la administración Biden, habia proyectado pesimismo respecto a las expectativas de éxito de la cumbre.
El acuerdo de París de 2015 fue un paso importante, pero también el fruto de muchas concesiones a países petroleros, o sin recursos para hacer los cambios requeridos, o reacios, o a gobiernos que públicamente rechazan la existencia de la amenaza aunque sepan que la hay. Uno de ellos fue el de Donald Trump, que trató de retirar al país del acuerdo y revirtió políticas positivas para aplacar a sus huestes.
La celebrada activista sueca Greta Thundberg, hoy adolescente, fue terminante cuando calificó estos discursos del pasado como “blá, blá, blá”. Thundberg habla en nombre de la generación que sufrirá los efectos devastadores de lo que hemos hecho al planeta desde la revolución industrial. “Más de la mitad de las emisiones… han tenido lugar a partir de 1990”, dijo. “Si esto es lo que ellos consideran acción climática, no la queremos”. Y frente a los poderosos: “nuestras esperanzas y sueños se ahogan en palabras y promesas vacías”.
Pero queremos creer que hay esperanzas de que esta vez no sean solo palabras vacías. Es que el desastre ya está aquí, en terribles eventos climáticos que ahora alcanzan a los países industrializados. Ya no se puede ocultar o negar. Además, las tecnologías emergentes para reemplazar las emisiones de carbono están en pleno desarrollo y en muchos casos son más lucrativas que las existentes.
Si algo nos enseñó la pandemia de COVID-19 es que es mortal no escuchar a los expertos, a los científicos, y que no podemos superar esta crisis sin la ciencia. A partir de las resoluciones tomadas en la COP26, como la de reforestar el planeta, a lo que se comprometieron los países que contienen el 85% de los bosques, que se atrevan a desafiar a quienes lucran del desastre.