Icono del sitio HispanicLA: la vida latina desde Los Ángeles

Cuadernos de la Pandemia: La masacre racial de Tulsa

Tulsa, Oklahoma, destruida tras el ataque a afroamericanos en 1921. FOTO: ARC

“El horno de fuego no destruyó el genio
El horno de fuego no destruyó el espíritu
El horno de fuego no destruyó la mente
El horno de fuego no destruyó el ADN
El horno de fuego no nos destruyó a todos nosotros”

—Fragmento del poema de Barbara L. Eikner donde describe la Masacre de Tulsa y la compara con el horno de fuego del libro bíblico de Daniel

Esta semana se cumplen cien años de una de las páginas más trágicas de la larga y violenta historia de racismo en los Estados Unidos: La Masacre Racial de Tulsa, Oklahoma, cuando un número no precisado hasta ahora de afroestadounidenses fueron vilmente asesinados, y sus casas, negocios, hospitales, escuelas e iglesias fueron incendiadas y reducidas a cenizas. Al menos trece avionetas bombardearon desde el aire a Greenwood, el distrito negro más próspero de los Estados Unidos, llamado entonces el Wall Street Negro, y ubicado dentro de la ciudad de Tulsa. Fue esta la primera vez que se perpetró un ataque aéreo contra gente de Estados Unidos dentro su propio país. Otro ataque ocurrió en 1950 en Puerto Rico cuando la Guardia Nacional bombardeó a dos pueblos de la isla, Jayuya y Utuado, para tratar de detener el movimiento independentista.

La agresión en Tulsa comenzó por la incitación del periódico local Tulsa Tribune después de que se acusara a un adolescente negro de haber agredido a una joven blanca en un elevador. Miles de habitantes blancos de la ciudad y de otras localidades de Oklahoma, apoyados incluso por la policía, vinieron para participar en la despiadada masacre que incluyó a niños y ancianos negros por igual. Las autoridades negaron la existencia de este evento y todo quedó sepultado en el silencio durante décadas, a pesar de que a lo largo del siglo 20 muchas voces trataron de desenterrar estos hechos. La Comisión de Oklahoma para Investigar la Masacre de Tulsa, fue autorizada por el Congreso del estado en 1997, y en el 2001 presentó un extenso informe confirmando y ampliando las descripciones del horror vivido por la comunidad afroestadounidense en 1921.

Además de los muertos, de los que se han empezado a desenterrar decenas de tumbas masivas improvisadas, hay registros de más de 800 heridos, más de seis mil arrestados, diez mil personas desalojadas de sus propiedades, 35 manzanas, que comprendían 1.256 casas, consumidas por el fuego. Todas las víctimas, afroestadounidenses (Tulsa Race Riot. A Report by the Oklahoma Commission to study the Tulsa Race Riot of 1921). Ahora se ha formado una coalición para pedir por reparaciones a los familiares de las víctimas de la masacre. Tres documentales que se estrenan en estos días sobre este ataque racista, y que vale la pena conocer son: 1) Tulsa Burning: The 1921 Race Massacre (History Channel); 2) Dreamland: The Burning of Black Wall Street (HBO Max) y 3) Tulsa: The Fire and the Forgotten (PBS). Entre muchos otros, incluyendo algunos en español, puede leerse el artículo “The devastation of the Tulsa Race Massacre” (The Washington Post, May 28, 2021).

Esta historia trágica no es un evento aislado. Ataques semejantes han estado presentes en la historia de los Estados Unidos desde su fundación, con matanzas de indígenas, mexicanos, puertorriqueños, asiáticos y otras comunidades. Lo que vemos el día de hoy con la brutalidad policial contra minorías es apenas una prolongación de una larguísima historia, porque poco se ha hecho para detenerlos, y al contrario se ha optado por ignorarlos, silenciarlos o negarlos. En consecuencia, vuelven a repetirse. Una de las razones de esta indiferencia y desaprehensión ante estos hechos gravísimos es la deshumanización a que son sometidos aquellos que no son percibidos como parte de los sujetos nacionales, y a quienes se les niega la condición de personas con los mismos derechos de quienes los agreden. Por supuesto estas percepciones y ataques es algo contra lo que se debe seguir luchando a través de las leyes, las instituciones, la educación y la formación ciudadana. En cuanto a Tulsa, es tiempo de reparaciones y de la justicia social y racial que les fue y les sigue siendo negada a las víctimas, a los sobrevivientes y a los familiares de las víctimas hasta el presente. Ante eventos como este la neutralidad es un lugar inexistente.

OTROS ARTÍCULOS:
Proyecto Monumento replantea la historia de los Estados Unidos
Cuadernos de la Pandemia: Glendale reconoce su pasado racista y trabaja para combatirlo

Salir de la versión móvil