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Cuatro poemas de la revolución mexicana

Pablo Neruda: A Zapata

Cuando arreciaron los dolores
en la tierra, y los espinares desolados
fueron la herencia de los campesinos
y como antaño, las rapaces
barbas ceremoniales, y los látigos,
entonces, flor y fuego galopado…

Borrachita me voy hacia la capital
Se encabritó en el alba transitoria
la tierra sacudida de cuchillos,
el peón de sus amargas madrigueras
cayó como un elote desgranado sobre
la soledad vertiginosa,
a pedirle al patrón
que me mandó llamar
Zapata entonces fue tierra y aurora.

En todo el horizonte aparecía
La multitud de su semilla armada.
En un ataque de aguas y fronteras
el férreo manantial de Coahuila,
las estelares piedras de Sonora;
todo vino a su paso adelantando,
a su agraria tormenta de herraduras.

Que si se va del rancho
muy pronto volverá
Reparte el pan, la tierra;
Te acompaño.

Yo renuncio a mis párpados celestes,
Yo, Zapata, me voy con el rocío
de las caballerías matutinas,
en un disparo desde los nopales
hasta las casas de pared rosada.
cintitas pa’ tu pelo no llores por tu Pancho …

La luna duerme sobre las monturas,
La muerte amontonada y repartida
yace con los soldados de Zapata.
El sueño esconde bajo los baluartes
de la pesada noche su destino,
su incubadora sábana sombría.

La hoguera agrupa el aire desvelado;
grasa, sudor y pólvora nocturna.
… Borrachita me voy para olvidar…
Pedimos patria para el humillado.

Tu cuchillo divide el patrimonio
y los tiros y corceles amedrentan
los castigos, la barba del verdugo.
La tierra se reparte con un rifle.

No esperes, campesino polvoriento,
después de tu sudor la luz completa
y el cielo parcelado en tus rodillas.
Levántate y galopa con Zapata.

Yo la quise traer dijo que no…
México, huraña agricultura, amada
tierra entre los oscuros repartida;
de las espaldas del maíz salieron
al sol tus centuriones sudorosos.

De la nieve del Sur vengo a cantarte.
Déjame galopar en tu destino
y llenarme de pólvora y arados.
… Que si habrá de llorar
pa’ qué volver.

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Salvador Novo: Del pasado remoto

Del pasado remoto
sobre las grandes pirámides de Teotihuacán,
sobre los teocalis y los volcanes,
sobre los huesos y las cruces de los conquistadores áureos
crece el tiempo en silencio.

Hojas de hierba
en el polvo, en las tumbas frías;
Whitman amaba su perfume inocente y salvaje.

Nuestros héroes
han sido vestidos como marionetas
y machacados en las hojas de los libros
para veneración y recuerdo de la niñez estudiosa,
y el Padre Hidalgo,
Morelos y la Corregidora de Querétaro.

Revolución, Revolución
siguen los héroes vestidos de marionetas,
vestidos con palabras signaléticas.

La literatura de la revolución,
la poesía revolucionaria
alrededor de tres o cuatro anécdotas de Villa
y el florecimiento de los maussers,
las rúbricas del lazo, la soldadera,
las cartucheras y las mazorcas,
la hoz y el Sol, hermano pintor proletario,
los corridos y las canciones del campesino
y el overol azul del cielo,
la sirena estrangulada de la fábrica
y el ritmo nuevo de los martillos
de los hermanos obreros
y los parches verdes de los ejidos
de que los hermanos campesinos
han echado al espantapájaros del cura.

Los folletos de propaganda revolucionaria,
el Gobierno al servicio del proletariado,
los intelectuales proletarios al servicio del Gobierno
los radios al servicio de los intelectuales proletarios
al servicio del Gobierno de la Revolución
para repetir incesantemente sus postulados
hasta que se graben en las mentes de los proletarios
-de los proletarios que tengan radio y los escuchen.

Crece el tiempo en silencio,
hojas de hierba, polvo de las tumbas
que agita apenas la palabra.

Angel Núñez Beltran: Poema al 20 de noviembre

Hoy te vengo a cantar, ¡oh patria mía!,
con el alma inocente de los niños
y en mis versos te dice mi alegría
mi afán de gratitud y de cariños.
¡Cuánto has sufrido! Pero el cielo quiso
coronar con laureles tu memoria,
convirtiendo tu suelo en paraíso
de la diosa sublime de la historia.
De Cuauhtémoc, Hidalgo, de Morelos,
de Guerrero, de Juárez y Madero,
recibiste la sangre y los anhelos
defendiendo tu lábaro altanero.
Y el 20 de Noviembre, fecha heroica,
se inició tu progreso, ¡patria mía!
Con el ideal de la razón estoica
del pueblo mexicano que gemía.
El paladín apóstol fue Madero;
con Zapata y Carranza en el camino,
la vida del obrero
y le dieron su tierra al campesino.
Y en la guerra mundial enviaste ufano
al glorioso escuadrón 201
que llevó la bandera mexicana
simbólica en valor… sin miedo alguno.
¡Gloria mil a tus héroes patria mía!,
te dice con los versos mi canción.
Que la historia pregone tu valía
¡gloria, gloria, a tu gran revolución!

 

Manuel Maples Arce: Vrbe, superpoema bolchevique en 5 cantos

He aquí mi poema
brutal
y multánime
a la nueva ciudad.

Oh ciudad toda tensa
de cables y de esfuerzos,
sonora toda
de motores y de alas.

Explosión simultánea
de las nuevas teorías
un poco más allá
En el plano espacial
de Whitman y de Turner
y un poco más acá
de Maples Arce.

Los pulmones de Rusia
soplan hacia nosotros
el viento de la revolución social.
Los asalta-braguetas literarios
nada comprenderán
de esta nueva belleza
sudorosa del siglo,
y las lunas
maduras
que cayeron,
son esta podredumbre
que nos llega
de las atarjeas intelectuales.
He aquí mi poema:
¡Oh ciudad fuerte
y múltiple,
hecha toda de hierro y de acero!

Los muelles. Las dársenas.
Las grúas.
Y la fiebre sexual
de las fábricas.
Urbe:
Escoltas de tranvías
que recorren las calles subversistas.
Los escaparates asaltan las aceras,
y el sol, saquea las avenidas.
Al margen de los días
tarifados de postes telefónicos
desfilan paisajes momentáneos
por sistemas de tubos ascensores.

Súbitamente,
¡oh el fogonazo
verde de sus ojos!

Bajo las persianas ingenuas de la hora
pasan los batallones rojos.
El romanticismo caníbal de la música yankee
ha ido haciendo sus nidos en los mástiles.
¡Oh ciudad internacional!
¿Hacia qué remoto meridiano
cortó aquel trasatlántico?
Yo siento que se aleja todo.

Los crepúsculos ajados
flotan entre la mampostería del panorama.
Trenes espectrales que van
hacia allá
lejos, jadeantes de civilizaciones.

La multitud desencajada
chapotea musicalmente en las calles.

Y ahora, los burgueses ladrones, se echarán a temblar
por los caudales
que robaron al pueblo,
pero alguien ocultó bajo sus sueños
el pentagrama espiritual del explosivo.

He aquí mi poema:
Gallardetes de hurras al viento,
cabelleras incendiadas
y mañanas cautivas en los ojos.

¡Oh ciudad musical
hecha toda de ritmos mecánicos!

Mañana, quizás,
sólo la lumbre viva de mis versos
alumbrará los horizontes humillados.

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