Sábado, ya es tarde y nos apuramos para llegar al Centro Cívico del Este de Los Angeles, el que reinaguraron después de casi un decenio de construcción y que queda al otro lado de mi casa en este barrio de 130,000 almas, pasando la zona de los cementerios que las ciudades apilaron por aquí y cruzando por debajo de la maraña de freeways que aquí se entrelazan y desencuentran y despiden para todas partes.
Ya es tarde pero la gente aún está aquí, en la calle Tercera, mis vecinos, todos practicamente latinos, incluyendo señores hispanos con el uniforme del Sheriff y los guardias que dirigen el tránsito y los que operan los puestos de comida y bebida y los músicos en el escenario, y un público entusiasmado, casi mil personas ya de noche vitoreando a la banda Tierra, formada aquí, en East Los, en 1971 por los hermanos Rudy y Steve Salas.
Tierra interpreta sus éxitos de antaño, con preciocismo vocal, elementos de jazz y rock chicano clásico y su hit «Together», que llegó en 1981 cerca de la cima nacional de ventas.
Los miembros de la banda, la policía, todos hablan en inglés. El público: en español.
«Alguien me preguntó si sabíamos tocar cumbia», brama Steve Salas. Lo hacen, y el pequeño anfiteatro natural que desemboca en el escenario y luego en el pequeño y encantador lago del Parque Belvedere, y en una extensión de césped detrás de los edificios del Centro Cívico, se desdibuja y metamorfosea en pista de baile.
Primero, salen las muchachas; luego las madres con sus niños, y finalmente aparecen las parejas, y bailan y cantan al aire libre en una encantadora noche de primavera, en un espacio para respirar y gozar en pleno Este de Los Angeles, y también el escenario se llena de mujeres y hombres de todas las edades, riendo y danzando, como también danzó este redactor.
Esta aglomeración urbana que habito, el Este de Los Angeles, con su 90% de latinos, que festeja esta semana 150 años aunque le documentan al menos 156, depende para todo del condado. Pese a su historia particular, a ser origen de una cultura chicana que vibra en todo el país, no es ciudad. Algunos quieren que lo sea.
Mientras tanto, su representación política está dividida, en la Asamblea, en cuatro partes, en el Senado Estatal y el Congreso, en tres fracciones.
«¡East Los, sí se puede, sí se puedeee!», gritan desde el escenario, y ese grito une al Este de Los Angeles de antes y de siempre, el mexicoamericano, el integrado, el del inglés, con el Este de Los Angeles de los inmigrantes. Les dan la bienvenida. Y la gente enarbola sus puños, y la fiesta sigue. Vendrá Willie G y luego fuegos artificiales.
El Centro Cívico: tiene su biblioteca, su zona de esparcimiento, en breve una clínica, la estación del Sheriff, el tribunal, y se viene una estación del Metro. Y lo confronta un centro comercial con ese presunto logro del globalismo, el café en vasito de cartón.