«Fin de la pandemia». Cuando el presidente de Estados Unidos pronunció esas palabras en una entrevista, el eco retumbó en todo el país. ¿Será? ¿Es este el principio del final? ¿Qué se acaba y qué comienza? ¿Quién saca las cuentas? ¿Qué es ahora la normalidad?
No las soltó a la ligera; detrás de esa declaración hay más de un millón de muertos y 95 millones de contagios. Una expresión que engloba los más de dos años de incertidumbre, de miedos y fronteras; de no saber ni poder, de estar a merced de una crisis de salud mundial. Pero no es el punto final; si ni siquiera un punto y aparte. Es como si nos hubiéramos quedado atrapados en los puntos suspensivos.
¿Cómo se acaba una pandemia?
Tiene dos muertes: La primera es la médica, cuando las tasas de incidencia y muerte disminuyen tanto que los expertos pueden declarar el fin. La segunda es la social, cuando se controla o desaparece el miedo a la enfermedad. No es algo arbitrario. Es como una agonía larga y dolorosa. No es que se esfume, es que gana el cansancio de vivir en pánico. Y uno se acostumbra a todo; a lo malo, siempre cuesta más adaptarse.
Pero no hay nada oficial. Quizá, por definición, la pandemia por COVID-19 se termine pronto, pero el coronavirus no se va. Aún mata, contagia, muta y se burla. Además, declarar el fin definitivo no depende solo de cuestiones de salud; la pandemia y su término tienen y tendrán repercusiones políticas y están muy cerca las elecciones de medio término.
El fin de una pandemia oficial
Significa el comienzo de otras tantas entre sombras y silencios, como la de la mente, el corazón y la migración. Estados Unidos ha mantenido sus fronteras herméticas a los solicitantes de asilo con el estandarte de la crisis de salud pública y lo vulnerable que estaría el país si los dejaran entrar. Pero si ya todo está bajo control, ¿con qué excusa no los va a dejar pasar?
Estas políticas implementadas durante la pandemia solo afectan a aquellos migrantes que quieren hacer las cosas por la vía legal, que llegan a un puerto de entrada a pedir refugio, no los que como muchos de nosotros viajan, migran y se mueven desde algún privilegio. A esos a los que han forzado a esperar en patrias ajenas y desconocidas ya no les podrían prohibir llegar.
Por más de dos años, la pandemia se convirtió en otra frontera dentro de las miles que tenemos. Dentro de su gravedad, la usamos como excusa. No vaya a ser, pensábamos; mientas estaba siendo.