Icono del sitio HispanicLA: la vida latina desde Los Ángeles

La inmigración como problema mundial

Sobrepoblación e inmigración

Sobrepoblación e inmigración

La inmigración no es un problema solo de los Estados Unidos. Las personas están cruzando el mundo en números sin precedentes. En 2019 llegamos a 900 millones quienes vivimos fuera de nuestros países de  nacimiento; en el año 2000 éramos menos de 120 millones. El número representa casi el 12% de la población  mundial.

¿Quién está en esa estadística?

Entre otros, los refugiados de guerras intestinas, como las de Irán, Siria o Libia. Las víctimas de las sequias  y hambrunas en África. Hindúes y pakistaníes que buscan mejores horizontes. Los que huyen ante el avance de los grupos fundamentalistas en varios países del Medio Oriente. Y por supuesto, los desplazados de países  latinoamericanas, que por razones políticas, sociales y económicas deben abandonar sus tierras.

Se estima  que del número total de inmigrantes más del 30% no tienen la documentación en regla, es decir que residen  ilegalmente, llegando esta cifra en el mundo a 270 millones.

Realmente ningún país del mundo ha desarrollado una solución que responda lógicamente a uno de los problemas más complejos de nuestros tiempos. Muchos han intentado programas de trabajadores  huéspedes, otros la amnistía general. Incluso cuando un país encuentra una “idea brillante”, la solución no  es sostenible, porque los factores económicos siempre cambian.

Nadie tiene una solución

Por ejemplo, en Alemania se creó hace varias décadas la categoría de “trabajadores invitados”, pero  ni ellos, ni sus hijos, ni sus nietos nacidos en Alemania tienen todos los derechos de los alemanes “nativos”. Esto ha creado una categoría de ciudadanos de segunda categoría, que nunca podrán acceder a la ciudadanía “normal”,  ni presentarse a cargos políticos ni trabajos estatales, a pesar de haber nacido en Alemania. Indudablemente  esto provoca resentimientos internos, que en algún momento estallarán.

En Suecia, Gran Bretaña, Francia, Italia o España están ganando fuerza los grupos que ven la inmigración como un problema, en lugar de analizarlo como una solución al envejecimiento de la población  activa.

Lo mismo que en Estados Unidos, muchos países desarrollados, especialmente en Europa, tienen poblaciones que envejecen y bajos índices de natalidad, por lo que dependen de los inmigrantes, legales e  ilegales, no sólo para cubrir puestos de trabajo, sino también para ayudar a cubrir los crecientes costos de  la seguridad social de los jubilados.

No hay duda de que la migración mundial ira creciendo a medida que las diferencias económicas  entre los países se acrecienten. Un solo ejemplo basta para ello, el ingreso medio de un mexicano es de  8.900 dólares al año y el de un estadounidense es de 47.500 dólares anuales…

¿En qué país preferirías vivir?

La súper población

El problema es que las personas que habitamos esta gigantesca piedra ya hemos superado los 7,674 millones, y según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en 2050 llegaremos a diez mil millones.

Lo grave de este dato no es el número de individuos sino su edad.

La ONU determina que mientras  aumenta el número de ancianos, el de jóvenes se mantiene o decrece. Es decir que las parejas en los países  desarrollados generan menos hijos, uno en promedio por matrimonio. Y gracias a los descubrimientos  médicos las personas han aumentado su longevidad. Por esa razón en todos los países industrializados  se considera incrementar la edad de retiro o jubilación.

En  contraposición las parejas en los países pobres generan más hijos, (cuatro de promedio), pero muchos de ellos ni llegan a la madurez reproductiva, por enfermedades, accidentes y asesinatos. Y su longevidad no ha crecido, también por no poder acceder a los avances médicos de los países ricos.

La inmigración, entonces, no es solo un tema laboral sino de sobrevida. Los pobres emigran a  países ricos donde educar a sus hijos y al mismo tiempo lograr llegar a la vejez que sus países les niegan. La ecuación es simple: las bajas tasas de nacimiento de niños ricos sumados al alto índice de mortandad de  jóvenes pobres, ha provocado el envejecimiento de la población que comenzó a fines del siglo XX y se aceleró en este siglo.

Es por eso que los gobernantes del siglo XXI tienen el desafío de cubrir las necesidades  de las personas ancianas y al mismo tiempo, las urgentes demandas laborales de los jóvenes, un efecto  domino que estalló en 2008 en Estados Unidos y continua derribando gobiernos en todo el mundo.

El envejecimiento de la población es más notorio en las naciones industrializadas. Entre 2010 y  2050, la mitad del incremento de la población mundial se deberá a un aumento en la cantidad de personas de más de 65 años, mientras que la proporción de menores de 15 años se reducirá sensiblemente. Se estima que la  población mayor de 65 años se triplicará, pasando de 350 millones actuales a casi 1000 millones en 2050. Se espera también que la población total de las regiones más industrializadas permanecerá  prácticamente sin  cambios, a pesar del aumento de inmigrantes.

75%, muy pobres

La población mundial esta desigualmente repartida sobre la superficie de la  Tierra. En ocho países – China, India, Brasil, Indonesia, Nigeria, México, Bangladesh y  Pakistán, viven casi 4,300 millones de personas, el 55% de la población mundial. Y un elevado porcentaje de ellos son categorizados como pobres,  muy pobres y miserables. Son aquellos que ven en la inmigración su única salida y futuro de vida.

De cada 100 personas que habitan en el mundo, 61 viven en  Asia, 14 en África, 11 en Europa, 8 en América Latina, 5 en América del Norte y una en Oceanía. Las  disparidades también son presentes en la expectativa de vida, que llega apenas a 33 años en Zimbabue, mientras en Japón (que ocupa el primer lugar de la lista) llega a 87.

El 75% de la población mundial carece de lo básico para sobrevivir con un mínimo que garantice un  nivel elemental de salud.

Más de 1,200  millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable; 2,500 millones carecen de vivienda digna,  1,500 millones son malnutridas, de los cuales 550 millones son niños menores de cinco  años, (la mayoría de ellos morirá antes de su adolescencia). Otras 2,000 millones de personas padecen de anemia por falta de hierro. En las grandes ciudades más de 1,500 millones de personas no tienen acceso  a servicios básicos de salud, y 2,500 millones carecen de acceso a medicamentos esenciales.

Alimentos mal distribuidos

Por su parte, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) halló que los precios en los productos de la canasta básica para una familia promedio encarecieron en 55% entre 2000 y 2019. En tres rubros se registró el alza de precios más alta: cereales el 51%; aceites vegetales 60%, y productos lácteos 83%.  Recordemos que estos tres productos son el sustento  de casi 4,000 millones de personas en todo el mundo.

El encarecimiento de los alimentos está causando una crisis que afecta a más de cuarenta países. Lo que para nosotros es una preocupación, en países más  desfavorecidos en Asia, África y Latinoamérica, se torna en auténtica desesperación.

Las causas son muy diversas, pero el aumento incontrolado del cultivo de plantas dedicadas a la  obtención de biocombustibles es la causa principal, no sólo de la falta de maíz, también del encarecimiento  del trigo y el arroz.

Muchos países africanos en vías de desarrollo confiaron en un aumento de los ingresos  gracias al boom de los biocombustibles. En Senegal, por ejemplo, se creó un Ministerio para  Biocombustibles y Energías Renovables. En Congo, el gobierno desarrolla un programa para estudiar las  posibilidades de plantar grandes extensiones de tierra dedicadas a los biocombustibles. En Tanzania, la  mitad de la superficie cultivable ya se dedica exclusivamente a este tipo de plantas.

Pero incluso si en África no se plantase una sola semilla dedicada a biocombustibles, las consecuencias de la subida de precios de los alimentos a nivel mundial (por la misma razón) serían terribles para las regiones azotadas por la pobreza, en zonas críticas como los campos de refugiados de Darfur y Somalia.

Cuarta parte de una serie de cinco.

Autor

  • Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina. Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina). Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

    Ver todas las entradas
Salir de la versión móvil