La crisis alimentaria del siglo XXI

Si usted es parte del 25% de la población mundial que tiene un techo donde protegerse, una cama donde dormir, agua para beber y un plato de comida dos veces al día, siéntase bendecido por Dios, porque el resto de la población mundial carece de alguno de estos beneficios.

Las cifras de personas que carecen de lo básico para sobrevivir con un mínimo que garantice un nivel elemental de salud son altas, y representan el 75% de la población mundial, por ejemplo, más de 1.200 millones de seres humanos no tienen acceso a agua potable; 2.000 millones carecen de vivienda digna, existen 1.500 millones de personas mal nutridas, de los cuales 450 millones son niños menores de cinco años, y otras 2.000 millones de personas padecen anemia por falta de hierro.

Incluso en las grandes ciudades, más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de salud y 2.500 millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales. Cabe destacar que la falta de salud no es ni causa ni efecto de la pobreza, es un componente más de la misma, un hecho sustancial a ella y un parámetro que, quizás como ningún otro, ayuda a identificarla.

El problema es que la población mundial esta desigualmente repartida sobre la superficie de la Tierra.

En siete países, China, India, Brasil, Indonesia, Nigeria, Bangladesh y Pakistán, que totalizan 3.468 millones de habitantes, está concentrado el 50,34% de la población mundial, y si lo analizamos por continente, de cada 100 personas que habitan en el mundo, 61 viven en Asia, 14 en África, 11 en Europa, 8 en América Latina, 5 en América del Norte y una persona en Oceanía.

Las disparidades también alcanzan a la expectativa de vida, que llega apenas a 36 años en Zimbabue, mientras en Japón (que ocupa el primer lugar de la lista) llega a 82.

Más gente con menos comida

Debido al aumento de la población en las zonas pobres del mundo, particularmente en Asia y Medio Oriente, el mundo ha ingresado en la peor crisis alimentaria de todos los tiempos, ya que no es provocada por el clima, sino por el hombre, por un lado, con el desarrollo de los biocombustibles que ha retraído la producción de alimentos a nivel mundial, y por otro lado la población de China, India, Indonesia, Nigeria, Bangladesh, Pakistán y los países árabes sigue creciendo.

Es esta la razón que provoca una suba global en los precios de los granos, la carne y las aves. El costo de los alimentos básicos es hoy 90 por ciento más caro que a finales del 2005 y esto promete agravar la inflación alimentaria mundial que es ya la más alta de la historia, al aumentar a un ritmo anual del diez por ciento.

Como vimos la raíz de esta crisis está en que el crecimiento demográfico se concentra en el mundo subdesarrollado, donde tienen lugar más del 90 por ciento de todos los nacimientos. En los próximos diez años, la población del mundo industrializado crecerá sólo en 56 millones de personas, mientras que la población de China, India, Indonesia y Pakistán, aumentará en más de 900 millones

“Sea cual fuere el tipo de tecnología, el nivel de consumo o desperdicio, el nivel de pobreza o desigualdad, cuantas más personas nacen, mayores serán los efectos en el medio ambiente y, a su vez, en la producción de alimentos”… dice un informe de las Naciones Unidas.

Biocombustibles

Hay dos factores que conforman este cóctel catastrófico: el desigual crecimiento demográfico y el desarrollo de los biocombustibles. Por esa razón las Naciones Unidas pidieron a la comunidad internacional que responda a la «situación de emergencia» que se ha planteado con hechos concretos, como la detención de la producción de biocombustibles, que está desviando una gran cantidad de la producción de granos como el maíz a generar combustibles de origen vegetal.

«Los repuntes de precios también están relacionados con el encarecimiento de la energía y los costos de los fertilizantes, la debilidad del dólar y las prohibiciones sobre las exportaciones (agrícolas)», apuntó el Banco Mundial, quien también ha insistido en que los mayores precios de los alimentos están contribuyendo a una mayor inflación en países como Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.

El Banco Mundial reiteró que la «situación del hambre se está tornando grave a raíz de que algunas naciones utilizan los alimentos para convertirlos en combustibles», admitiendo que la crisis social causada por la inflación en los precios de los alimentos podrá desencadenar un conflicto social de grandes proporciones en regiones de África, Asia y América Latina.

Por su parte, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reveló que los precios en los productos de la canasta básica para una familia promedio en América Latina se encarecieron en 55 por ciento en los últimos tres años, explicando que en tres rubros, se registró el alza de precios más alta en casi 20 años: los cereales, con un alza del 51%, aceites vegetales con 60% y productos lácteos con 83%.

La tendencia no ha retrocedido, por el contrario, entre enero del 2008 y el mismo mes del 2011 el valor de venta del trigo se incrementó en 130 por ciento.

La realidad es que el encarecimiento de los precios de los alimentos está causando esta crisis alimentaria que afecta ya a más de cuarenta países. Lo que para nosotros es una preocupación, en países más desfavorecidos, como Asia, África y Latinoamérica, se torna en auténtica desesperación.

Arroz, trigo y maíz

Para volver al tema del arroz, este producto es el sustento de 2.500 millones de personas en todo el mundo y se ha encarecido en 68 por ciento en los últimos años; el trigo, un 77 por ciento y el precio del maíz se ha duplicado. Las causas son varias, pero debemos analizar los biocombustibles y el aumento de la demanda en los países subdesarrollados.

El arroz es un producto emblemático de una larga cadena que sufre estos vaivenes. Brasil  ha decidido suspender las exportaciones de arroz a través del aumento de las tarifas de embarque, en Sierra Leona se ha incrementado un 40 por ciento los precios de la harina o el aceite, en Egipto ha subido el precio del kilo de ‘ful’ (habas cocidas, y uno de los principales alimentos de la dieta) de 0,5 a 1,3 dólares y Camerún, Filipinas y la República Dominicana pasan graves problemas para alimentar a sus ciudadanos.

Las causas son muy diversas, pero el aumento incontrolado del cultivo de plantas dedicadas a la obtención de biocombustibles es la causa principal, no sólo de la falta de maíz, también del encarecimiento del trigo y el arroz. Muchos países africanos en vías de desarrollo confiaron en un aumento de los ingresos gracias al boom de los biocombustibles.

En Senegal, por ejemplo, se creó un Ministerio para Biocombustibles y Energías Renovables, en Congo el Gobierno desarrolla un programa para estudiar las posibilidades de plantar grandes extensiones de tierra dedicadas a los biocombustibles, en Tanzania, la mitad de la superficie cultivable ya se dedica exclusivamente a ese tipo de plantas, pero incluso si en África no se plantase una sola semilla dedicada a biocombustibles, las consecuencias de la subida de precios de los alimentos a nivel mundial (por la misma razón) serían de por sí terribles para las regiones azotadas por la pobreza, en zonas críticas como los campos de refugiados de Darfur y Somalia.

Los efectos perversos de la lucha contra el cambio climático

Cuando en julio del 2007 analice en estas columnas las mentiras sobre el cambio climático advertí que estos cambios son parte de la vida terrestre y no causa del hombre, como afirman los que están tras el gran negocio de los combustibles alternativos. Hablo de Al Gore y otros, que pretenden cambiar el petróleo por combustible agroindustrial, aumentando el precio de los cereales oleaginosos a niveles nunca vistos y creando mas miseria y hambruna con el solo objeto de una falsa conciencia ecológica. Defienden un falso modelo que mueve más de cincuenta billones de dólares anuales a los bolsillos de quienes levantan las banderas por un mundo verde y libre de contaminación, cosa imposible ya que el mayor contaminador no es el progreso humano, ni el petróleo  sino la superpoblación, porque los humanos y los animales somos los mayores productores de CO2 del mundo en nuestros desechos. Por otra parte hemos aumentado nuestras reservas mundiales de animales para alimentarnos, sin comprender que para producir una libra de carne vacuna se necesitan mas de veinte libras de cereales… cada vaca come mas de siete mil libras de cereal en su vida, alimento que alcanzarían para alimentar a veinte personas durante un año.

«En los países industrializados nos hemos concentrado durante los últimos años en el incremento del precio de la gasolina», dijo el presidente del Banco Mundial, quien añadió que «mientras que muchos países desarrollados se preocupan de llenar los depósitos de sus vehículos, el 75% de la población mundial lucha para llenar sus estómagos».

Hasta la próxima

Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina.
Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina).
Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

2 comentarios

  1. El diagnóstico del Sr. C.L. Marcus me parece muy acertado y coincido con el mismo.- Queda planteado el desafío mayor : ¿ cual o cuales son las posibles soluciones ?.- En mi opinión deberíamos usar los poderosos medios de comunicación disponibles y tratar de generar redes de intercambio de ideas buscando alternativas de solución.- Considero que la base de acción debe apuntar a la educación, y con ella, a la información y concientización de la realidad del problema.-
    Esperar que quienes tienen en sus manos la toma de decisiones haga algo al respecto me parece ingenuo debido a que ellos pertenecen al sistema que nos ha traído hasta aquí (y sus sucesores también pertenecen al sistema).- Me parece oportuno aclarar que no soy partidario de ninguna forma de violencia, sí creo en el poder de las ideas, especialmente si se apoyan en un consenso amplio.-

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