Trump propicia la próxima crisis financiera para retener el poder
Por décadas, China ha estado acumulando bonos del Tesoro de Estados Unidos. En este momento Pekín posee 766,600 millones de dólares, casi el 10% del total de la deuda nacional.
Esta suma confiere a China un poder potencial sobre la economía estadounidense y mundial. En caso de que decida, por ejemplo, volcar esa suma al mercado, podría llevar a un aumento de los intereses y a la desestabilización de la moneda nacional.
Durante el primer gobierno de Donald Trump, el mandatario junto con algunos de sus lugartenientes consideraron cancelar parte de los pagos de los intereses por los bonos en poder de China, para lo cual utilizarían la excusa de represalia por el supuesto papel de aquel país en la pandemia del COVID. Los expertos pusieron el grito en el cielo y la idea se archivó.
Pero no desapareció.
Hablando con reporteros en el avión presidencial, Trump mencionó la semana pasada que ordenaría al equipo del “Departamento de Eficiencia Gubernamental” de Elon Musk identificar una estrategia para ahorrar dinero con los “Treasuries”, los bonos del gobierno. Sin evidencias, dijo que la deuda es mucho menor de lo que se cree y que parte de ella es el fruto de fraude, abuso o incompetencia.
La sugerencia de Trump, hecha sin consultar a su equipo y en realidad sin pensarlo mucho, aceleró el proceso. En breve, el gobierno podría decidir unilateralmente no pagar una parte de su deuda.
Aunque fuese una pequeña parte, el resultado sería catastrófico. Por décadas el dólar estadounidense ha sido la moneda de reserva mundial y el rendimiento de los bonos del Tesoro sigue siendo el parámetro de referencia más importante en los mercados financieros globales. Determina las tasas de interés que pagamos por nuestras hipotecas, los pagos por nuestros automóviles, préstamos personales o comerciales.
Todo ello basado en la confianza que tienen los mercados financieros en la estabilidad supuestamente absoluta de estos bonos.
Sin confianza, estos propietarios exigirán intereses más altos, haciendo tambalear la economía nacional.
Los inversionistas valorarían esos bonos en menos; para atraerlos el Tesoro deberá bajar sus precios, lo que, nuevamente, aumentará los intereses.
Este escenario catastrófico, que hasta hace menos de un mes parecía imposible, podría ser parte de lo que esta administración nos está preparando.
En este mismo momento, a causa de la toma de control de la infraestructura financiera por Elon Musk y su equipo, EE.UU. ya ha dejado de cumplir sus obligaciones. El desmantelamiento de la agencia de ayuda internacional USAid está llevando al cierre de clínicas de salud pública en el mundo. El cese de financiamiento por el Instituto Nacional de Salud (NIH) causó la interrupción de numerosos proyectos de investigación médica y mucho más.
Simultáneamente los republicanos que controlan ambas cámaras del Congreso están debatiendo la próxima ronda de recortes de impuestos para los más ricos, que costará al país más de 4.5 billones de dólares en caída de ingresos. Es precisamente para poder permitirse este lujo que DOGE busca eliminar los presupuestos sociales, de infraestructura, educación e incluso militares. De por sí su principal motor es reducir los beneficios sociales para transferir riqueza a los que ya lo tienen todo.
Pero son pocas las probabilidades de que esos recortes alcancen para pagar el recorte de impuestos. La alternativa será tomar más préstamos y aumentar más la deuda.
A la larga esta posición es insostenible. Con cada día que pasa crecen las probabilidades de una crisis financiera.
El resultado de esta política llevará a aumento de precios y caída del poder adquisitivo de los que menos tienen, especialmente en nuestra comunidad.
La semana pasada, bajo el título “Nuestra democracia está bajo asedio«, cinco ex secretarios del Tesoro de ambos partidos se declararon “alarmados por los riesgos de un control político arbitrario y caprichoso de los pagos federales, lo que sería ilegal y corrosivo para nuestra democracia”.
Las protestas y advertencias parecen caer sobre oídos sordos. Trump y quienes cumplen sus deseos parecen seguir obnubilados por su victoria electoral y en pleno festejo de retribuciones y manifestaciones de poder absoluto. Pero el caos sembrado por el Presidente en solo un mes podría causar una crisis de proporciones históricas. Es crucial que se cambie el rumbo.
Trump, o al menos algunas personas cuerdas en su entorno, lo saben, pero no harán nada para prevenir la caída. La razón es política. En la lista de prioridades del magnate primero está afianzar el poder total y segundo, retenerlo. No dejarlo escapar. Una crisis así le servirá de perillas.