Lo que es cotidiano en Estados Unidos, en general tiende a tener repercusiones significativas en otros países y regiones mundiales. Esto se basa en el rasgo central e influyente de la economía y el papel político-militar de esta nación en el planeta.
Una mundo en manos de la extrema derecha
Algunos datos ilustran estas condiciones de donde se derivan resultados con gran efecto multiplicador en el orbe. Por ejemplo, el producto interno bruto, el total de producción de Estados Unidos es, junto al de la Unión Europea y China, de los tres más grandes del mundo, llegando a un total de unos 28 billones –millones de millones- de dólares (trillions en inglés) ; casi un 25% del total de producción de todas las naciones juntas.
En 2022 EE.UU. exportó unos 3.1 billones de dólares e importó unos 3.9 billones; nada extraño su recurrente déficit de balanza comercial. Tanto este papel en el comercio mundial, como el tamaño de producción del país, lo hace ser una de las locomotoras del crecimiento de la economía y el comercio mundial.
A los datos de total de producción y de participación en los intercambios de bienes y servicios se agrega la característica de que EE.UU. es el mayor receptor de inversión extranjera directa (IED) en el mundo, con un total de cerca de 12.3 billones, según datos de 2022.
La agenda de America Primero y su aislacionismo
Con base en lo que fue la primera administración del mandatario Trump es posible advertir que un primer efecto sería un conjunto de cambios en la política exterior de EE.UU. Esto daría continuidad a la agenda de “América Primero” lo que incidiría en una estrategia aislacionista. Por ejemplo, Trump ha dado a conocer reiteradamente su intención de reducir la participación en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de establecer aranceles, impuestos a las exportaciones de otros países.
De manera más específica, Trump ha insistido en la revisión de acuerdos comerciales a fin de que el país tenga mayores ventajas en los intercambios. Esto tiene el riesgo de propiciar que varios mercados –hoy globalizados- vean debilitados sus márgenes de intercambio.
Dependiendo de la profundidad de las medidas, esto puede transformarse en una vuelta a los principios de proteccionismo, a la manera mercantilista. Estas disposiciones pueden incluso atentar contra marcadas ventajas comparativas y competitivas del mercado estadounidense y su influyente papel en los intercambios mundiales.
Como parte de la nueva dinámica internacional, la rivalidad con China también podría intensificarse. Trump ha anunciado planes para endurecer aún más las restricciones comerciales y tecnológicas con el objetivo de limitar la influencia de China en sectores estratégicos como la inteligencia artificial y la tecnología 5G. Estas políticas podrían fortalecer, más allá de los altos niveles actuales, la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo, afectando los mercados globales e intensificando las tensiones diplomáticas en Asia-Pacífico.
Un peligroso retroceso que profundizará la crisis climática
En función de los desafíos del cambio climático, durante su primer mandato Trump se retiró del Acuerdo de París y promovió políticas que favorecieron a la industria de combustibles fósiles. Su reelección en 2024 trae consigo la posibilidad de una regresión en las políticas climáticas estadounidenses.
El ahora mandatario reelecto se ha manifestado a favor de reducir aún más las regulaciones ambientales para impulsar la producción energética interna. Esto podría fácilmente repercutir negativamente en los esfuerzos globales para reducir las emisiones de carbono, dificultando la cooperación en la lucha contra el cambio climático.
Otra repercusión, más en términos subsistémicos o internos de la sociedad estadounidense, se refiere a la marcada polarización política que ya existe. La reelección de Trump ha acentuado estas divisiones. Su liderazgo genera fuertes opiniones tanto a favor como en contra, y en este contexto, su regreso a la presidencia podría aumentar la tensión entre diversos sectores de la sociedad.
El tema migratorio y una sociedad dividida
Ya desde los resultados del 5 de noviembre, se ha observado un incremento en las manifestaciones y protestas tanto de sus seguidores como de sus opositores, un reflejo de la fragmentación política y social del país. Esta polarización supone un desafío para la gobernabilidad y plantea el riesgo de una mayor desconfianza en las instituciones democráticas, especialmente si persiste la retórica de deslegitimación de las mismas.
Este aspecto es por demás clave si se desea un fortalecimiento de las instituciones inclusivas a favor de mecanismos democráticos de participación popular. Tómese en cuenta, en particular en este aspecto, que el Partido Republicano estaría teniendo un cheque en blanco a partir de poder controlar no sólo el Ejecutivo, sino también el Senado, la Corte Suprema y la Cámara de Representantes.
Por supuesto que otro tema de notable repercusión sería el de migración y seguridad fronteriza. Se trató de tópicos siempre presentes durante la campaña. La reelección del mandatario aseguraría una significativa atención del Ejecutivo a estas circunstancias. Durante la campaña, Trump reiteró su compromiso de “asegurar la frontera” mediante la construcción de nuevas barreras físicas y la implementación de medidas más estrictas de control migratorio. Esto podría acentuar la crisis humanitaria en esas regiones.
De manera similar a lo que fue su primera etapa presidencial, esta vuelta al poder de Trump es un dado en el aire. Puede existir la oportunidad de fortalecer en el plazo inmediato, la economía, mediante el encierro de EE.UU. Pero también se puede concretar una amenaza a instituciones y valores democráticos, lo que se traduciría en un retorno a un Estado premoderno en un país que tiene un importante desempeño estratégico en el mundo