Bajo la dirección de Sandy Close, directora de Ethnic Media Services, y moderado por Sunita Sohrabji, la organización ofreció el día 8 una sesión informativa para reporteros y editores de los medios étnicos de California sobre el tema de la xenofobia contra mujeres musulmanas y otras en nuestro país.
El propósito del evento era debatir el porqué las mujeres son el blanco preferido de los ataques xenófobos.
Un nuevo informe sobre crímenes de odio contra musulmanes así lo demuestra, dijo Close, agregando que también las mujeres latinas que tratan de emigrar a Estados Unidos y cuya proporción en el total está creciendo son, también ellas, víctimas de asalto xenófobo, en especial respecto a las trabajadoras del campo.
Las mujeres, y no los hombres, son los principales blancos de la xenofobia. Y entre los asiático americanos, son más los crímenes de odio contra mujeres que contra hombres. Finalmente, las mujeres y sus niños constituyen un porcentaje creciente de los migrantes de América Latina, y son un blanco fácil de asaltos xenófobos.
Basima Sisemore
Basima Sisemore, investigadora del programa de justicia global en el Othering and Belonging Instittute de la Universidad de California Berkeley, presentó el estudio llamado “La Islamofobia a través de los ojos de los musulmanes”, que constituye el primer sondeo nacional sobre ese tema, en el que participaron 1,123 personas.
Más de la mitad de los interrogados experimentaron islamofobia, pero el porcentaje para las mujeres fue del 76,7% y para los hombres el 58,6%.
Más de la mitad de ellos no informó a las autoridades.
En cuanto a quienes vivieron los ataques en carne propia, lo denunciaron el 75% de las mujeres, contra 4.5% para los hombres.
Los jóvenes entre 18 y 29 años son los más propensos a verse afectados mental y emocionalmente por la islamofobia: 95,1%.
Los ataques contra mujeres se concentraron en el uso del hiyab, el velo que cubre la cabeza y el pecho de las mujeres musulmanas.
Esto se considera un símbolo de la islamofobia. Y el odio hacia personas de esta religión creció sustancialmente durante las invasiones de Irak y de Afganistán.
La exponente enfatizó que para los musulmanes, el hiyab no constituye una forma de opresión, y que la opinión generalizada en Occidente de que lo es constituye una forma de discriminación también.
El 62% de los encuestados vivieron el impacto de las políticas federales o estatales que discriminan de manera desproporcionada a los musulmanes, como la prohibición de viajar de países musulmanes impuesta por el expresidente Trump ni bien llegó al poder. Los porcentajes son similares en este aspecto para todos los encuestados.
Elsadig Elsheikh
Elsadig Elsheikh es el director del Programa de Justicia Global en el Othering and Belonging Institute de UC Berkeley.
El ponente enfatizó que la islamofobia en sus distintas manifestaciones en la vida de los musulmanes en Estados Unidos les ha impedido establecer una comunidad con otros musulmanes estadounidenses y con la totalidad de la población del país.
En la encuesta, el 79,2% informó que la islamofobia les impide construir conexiones sociales. Más mujeres, 82%, que hombres 76,4%.
Aunque cuando nos referimos a la islamofobia pensamos en árabes y en eventos relativamente recientes, un alto porcentaje de los esclavos traidos a la fuerza a Estados Unidos hasta la Emancipación, eran musulmanes. El Islam no es nuevo en el país, sino que pertenece al tejido social de la nación. Otra idea es que se mezcla entre árabes, con gente proveniente de Medio Oriente, con musulmanes. Muchas veces los discriminados pertenecen a la comunidad sikhs, que ni siquiera son musulmanes.
La islamofobia tiene una historia arraigada en el país, y no comenzó desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Y durante su presidencia, Donald Trump amplió las disposiciones contra los musulmanes. Pero la estructura ya existía, incluyendo dentro de la academia. Los musulmanes, especialmente los jóvenes, han estado bajo escrutinio desde siempre. Y el miedo a los musulmanes que genera reacciones violentas está muy difundido.
Esto lleva, dijo Elsheikh, a que un tercio de esta comunidad oculta su identidad religiosa ante quienes no pertenecen a la misma. El porcentaje es notablemente mayor entre quienes nacieron aquí, un 40%, que entre los inmigrantes, con 28.5%. Pero es más alto entre mujeres jóvenes, llegando al 44% de ellas.
Esta actitud está complementada notablemente por la autocensura, y la encuesta arrojó que casi nueve de cada 10 musulmanes estadounidenses censuran su discurso o acciones por miedo a la reacción adversa. El porcentaje es mayor entre las mujeres (92%) que entre los hombres (85%)
Pregunta: La moderadora Sohrabji, al preguntar sobre el papel de los medios en la formación de estas opiniones, se refirió a que recientemente vimos en las imágenes desde Afganistán que en el tarmac del aeropuerto de Kabul había solo hombres, lo que reforzó el estereotipo de la mujer que se abandona.
Las cadenas de noticias, agregó Sohrabji, repitieron estas imágenes durante toda la semana. ¿Cómo debemos entonces informar, como periodista, de manera correcta esta situación?
En respuesta, Elsheikh dijo que la percepción negativa de los musulmanes es algo que ya es natural a los medios. Por ejemplo, en 1995, cuando Timothy McVeigh atacó el edificio federal en Oklahoma matando a 168 personas, los medios dijeron inmediatamente y por 24 horas que el perpetrador del acto era un árabe de origen musulmán. Y cuando se supo que el asesino era un blanco estadounidense no se molestaron en disculparse ante esta población.
Antes de actuar deben dejar a estas comunidades a hablar por sí mismas, dijo.
Pregunta: ¿Es o no cierto que en algunos países musulmanes las mujeres tienen que estar acompañadas por un hombre si quieren salir de la casa? ¿O que algunas mujeres afganas fueron despedidas de sus puestos de trabajo para que los ocupen hombres?
Es cierto, eso sucede en Arabia Saudita, pero parte del problema es la percepción que hay aquí de que las mujeres tienen que ser salvadas y que el mundo tiene que verse como Estados Unidos, aunque por supuesto no apoyo lo que dijiste que sucedió.
Pero estos ejemplos son extremos y han sido utilizados por siempre para justificar las guerras y las invasiones que causaron, en Afganistán, un millón de muertes.
El rol de los medios entonces es decir la verdad y dar las voces de los que no son escuchados, y es también importante el otro aspecto de la cultura musulmana, donde la mujer tiene un papel importante que juega en todos los niveles de la sociedad.
Las mujeres musulmanas no necesitan que el imperialismo y la hegemonía de Occidente las salven, dijo el conferencista.
A su vez, Elsadig agregó que a los alegatos del sufrimiento en la sociedad musulmana dice que hay dos mil millones de musulmanes, en una gran cantidad de culturas, una multiplicidad de países en todos los continentes. La mayor comunidad musulmana del mundo está en un país no musulmán, la India. La segunda es en Indonesia. Y hay en esos países mujeres como primer ministro. Es una falacia que usamos, en los casos más extremos, para Afganistán con el Talibán. Es que antes de la invasión soviética y la intervención estadounidense, las mujeres eran ministras del gobierno en Afganistán.
Mi hermana es una importante investigadora del Ébola en Alemania hace 12 años. Hay una primera ministra en Bangladesh, Sheikh Hasina,, desde 2009, y en Pakistán tuvieron a Benazir Bhutto. Y así sucesivamente.
De modo que yo rechazo completamente la idea de que las mujeres musulmanas son oprimidas en su sociedad.
Hay personas oprimidas en las democracias occidentales y en particular en Estados Unidos.
Helen Zia
Helén Zia, activista de la comunidad asiático americana y de isleños del Pacífico, autora de libros sobre el tema y periodista, se refirió al aumento del crimen y el odio contra las mujeres asiáticas americanas..
En los últimos años aumentó, relacionado con la acusación de culpa del COVID y por la xenofobia del ex presidente. Hubo miles de incidentes en los dos últimos años contra asiático americanos. Más de 66% fueron contra mujeres y niñas.
Hubo un asesinato en masa en Atlanta de mujeres asiáticas que trabajaban en un spa.
Esto no es nuevo. Se trata de idear un supuesto invasor extranjero para hacer que América vuelva a ser blanca. La otredad convierte a la gente en una segunda clase, menos humana. Algunos dicen que son subhumanos.
Las vidas de mujeres de color, asiático-americanos enfrentan un peligro múltiple por ser quienes son. Pero es menos probable que las mujeres denuncien los abusos, porque cuando lo hacen son menospreciadas, avergonzadas y culpadas. Y les crean un estigma dentro de su propia comunidad.
No tienen tiempo de reportar cuando ni siquiera los van a respetar.
Lo mismo sucedió con las atletas olímpicas, que se quejaron por mucho tiempo de abuso sexual por parte de un doctor. No las respetaron. No es de extrañar que las mujeres dudan en denunciar, por lo que son invisibles e impotentes en Estados Unidos, y forman parte de las desigualdades sistémicas.
Fui parte de una campaña contra la violencia contra los asiáticos en la década de 1990 cuando los atacaban por ser japoneses, independientemente de que lo fueran. Ahora lo hacen por ser chinos, también sin importar si lo son o no.
A pesar de tantos incidentes contra las mujeres, los medios reportan generalmente solo sobre ataques contra hombres.
La sexualización de las mujeres asiáticas y de color juega un papel en este cuadro.
Dos meses después de que la revista Penthouse publicó una sección pornográfica que mujeres abusadas por “bondage” y que parecían muertas, una niña de 8 años fue asesinada después de haber sido torturada. La encontraron en una posición que reproducía esas imágenes en Penthouse.
Existen además muchos informes de agresión sexual con estudiantas visitantes. Y la lista continúa.
Si existiera una garantía de que se las tome en serio, van a subir las denuncias por parte de las mujeres, en todos los ámbitos de la sociedad, finalizó Zia.
Irene De Barraicua
Irene De Barraicua, directora de operaciones de la organización Lideres Campesinas, habló sobre la discriminación contra mujeres inmigrantes aqui y en sus paises de origen. Muchas campesinas vienen de una situación de violencia en esos países, sea por parte de sus compañeros, o por la explotación a la que son sometidas. Y aquí siguen siendo víctimas.
Constituimos una red de líderes campesinas, que inició con la organización Mujeres Mexicanas en Coachella en los años 80, y nos dedicamos a luchar contra la discrimination, la violencia sexual y la deshumanización de las mujeres.
La violencia sexual es prominente especialmente en los campos donde trabajan. Y no hay denuncias, porque las víctimas tienen temor a represalias y a la deportación.
En los últimos años, el expresidente Trump incrementó la discriminación contra latinos y de la misma manera aumentaron los actos de violencia en su contra. Y con la crisis del coronavirus, cuando empezaron los despidos los primeros en irse fueron mujeres, aunque fuesen trabajadoras veteranas.
Para concluir, estamos hablando de una esclavitud de nuestros días, que victimiza a las mujeres. Pero nuestra red de Líderes Campesinas hace una diferencia y las levanta. Es como la red que llamaban Underground Railroad dedicada a ayudar a los esclavos prófugos.
Y no vamos a parar hasta que haya una reforma migratoria justa.