«Ojalá amemos sin bochorno. Ojalá amemos. Ojalá.»
Lo lee él, Mario Benedetti, que falleció hace un año justo, cerrando un vídeo en su homenaje póstumo que realizaron Daniel Riera y Andrés Echeverría. Honran al recientemente fallecido escritor y poeta uruguayo el Centro Cultural de España, la Biblioteca Nacional y la intendencia municipal de Montevideo.
Nos recuerda por qué Benedetti era tan querido: porque su poesía puede ser de todos. Porque sus cadencias y ritmos se configuran a nuestra respiración, porque su vocabulario es el que realmente, realmente usamos, y porque a partir de nosotros nos eleva hacia la abstracción de, las ideas no, los sentimientos.
Con música de Daniel Viglietti, leen allí poetas que conocemos y que desconocemos; poetas jóvenes y como uno. El alcalde de la capital Ricardo Ehrlich y finalmente él mismo, ya viejo, Benedetti leyendo un poema de amor.
Y éste, el que sigue, es el que leen todos, porque de todos es. Y por eso vuelvo a publicarlo.
Gracias, Ricardo Bada, por enviármelo.
***
Elegir mi paisaje
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el cielo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran amis ojos
lejos de la ecuación dedos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.