Los oligarcas siempre han utilizado escuadrones de la muerte. Esta ha sido una práctica punitiva de los gobiernos salvadoreños para silenciar a opositores y eliminar a personas que incomodan a los regímenes dictatoriales.
La muerte anunciada
En tiempos de la dictadura militar se conocían como «la mano blanca». Todo aquel que anduviese promoviendo la sindicalización de trabajadores del campo o la ciudad, alineándose como parte de la oposición política, corría el riesgo que en cualquier mañana podía encontrar la mano blanca pintada en la pared de su casa.
Era una señal inequívoca de que estaba en la lista del Escuadrón de la Muerte y, por consiguiente, sus días estaban contados.
En la guerra civil que vivió El Salvador entre 1970 y 1990, los escuadrones de la muerte se convirtieron en una estrategia contrainsurgente para purgar a los mismos de siempre: los pobres y desheredados de la tierra.
La diferencia fue que se constituyó en un plan de persecución, tortura, desaparición forzada y asesinato político de todo aquel que el régimen catalogaba como comunista.
Necesariamente la población se organizaba en sindicatos o en organizaciones campesinas, que crecían en la medida en que la crisis se agudizaba. Paralelo a esto, surgía la lucha armada de grupos guerrilleros. Los propagandistas del régimen, por su lado, promovían el odio y la descalificación de todo aquel que se atreviera a objetar el estado de cosas, del que cuestionaba que sus hermanos fueran secuestrados y asesinados.
La etiqueta de la muerte
Inmediatamente eran etiquetados como comunistas, subversivos, que promovían ideologías exóticas, ajenas a nuestro estado libre, democrático y republicano. Para la derecha, los comunistas buscaban destruir la familia, quitarles las casas a los obreros, enviar a los niños a campos de concentración en donde serian educados por personas ajenas. Todos serían adoctrinados con los ideales comunistas de ´come niños´ como Marx, Lenin y Fidel Castro.
Estados Unidos daba entrenamiento sobre desaparición forzada y técnicas de tortura. Para ello contaba con personal muy bien entrenado como el ´Chele´Medrano y su alumno favorito, el mayor Roberto d’Aubuisson, quien llegó a superar a al maestro. El valor de Roberto d’Aubuisson para la derecha salvadoreña es enorme debido a que pudo agrupar a diversos sectores y conformar un partido político, cuyo lema no oficial era “el mejor comunista, es el comunista muerto”.
Todavía entonan a todo pulmón, en su disminuido partido, frases como “cuando en la amada patria extrañas voces se oyeron”.
Se lanzaron grandes campañas de desprestigio contra la prensa internacional. Algunos periodistas fueron ´desaparecidos´, asesinados o torturados. “Periodista, entrega a tu país, no al nuestro», era uno de sus slogans. Debe entenderse “nuestro” como el país de los ricos y poderosos, el país de los oligarcas.
Los salvadores de la patria
Todo esto encaminado a justificar sus actos, erigiéndose como los salvadores de la patria.
Otro de los grandes valores que deben reconocerle a d’Aubuisson es que se echó al hombro toda la podredumbre del régimen, siendo la cara visible de asesinatos y considerándose el artífice y fundador de los temibles «escuadrones de la muerte».
Pero la realidad era otra, no existía una sola estructura de exterminio. Eran muchas que se conformaban con civiles de ultraderecha fanatizados que se juntaban para patrullar y asesinar a personas en base a la información obtenida de la red de ´soplones´ que, en el lenguaje popular, son conocidos como “orejas”.
Otros grupos lo conformaban militares en retiro o activos de los “cuerpos de seguridad” y del ejército. Uno de los casos de mayor repercusión, en el que se arrestó a guardias nacionales en actividad que participaban en escuadrones de la muerte, fue el de las monjas violadas y luego asesinadas.
El Embajador de los Estados Unidos, Robert White, acudió a la exhumación de los cadáveres y se arrodillo ante ellos.
Al terminar su trabajo como embajador en El Salvador, White se convirtió en un gran activista político en contra de la guerra salvadoreña, refiriéndose a d’Aubuisson como asesino patológico.
No olvidar para no repetir
Estos casos dolorosos y extremadamente crueles nos deben llevar a reflexionar sobre si no estamos nuevamente transitando el mismo camino. El camino de tener un ejército represivo que vulnera los derechos humanos de la población.
¿Será que los mismos de siempre están observando los acontecimientos, como animal sediento de sangre que acecha a sus posibles víctimas escondido entre las malezas, esperando el momento propicio para dar el zarpazo?
Posterior a los acuerdos de paz, el periodista Jorge Gestoso le preguntó al presidente Alfredo Cristiani cuál era la razón de que ningún miembro de los escuadrones de la muerte había sido juzgado.
Cristiani se sintió ofendido. Ningún periodista local se atrevería a hacer semejante pregunta sin temer consecuencias. Así como Cristiani se ofendió por la pregunta, también los sectores de derecha protestaron airadamente por el hecho de que el periodista era extranjero, por lo tanto, no podía saber lo que sucedía en El Salvador. Esto mismo reclaman los seguidores de Nayib Bukele en contra de Fernando del Rincón, de CNN.
Y la fiscalía ahora anuncia que ha capturado a una agrupación conformada por «escuadroneros». Como si capturando gatos, las víctimas pudiesen obtener verdad y justicia.