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No sólo por amor nos casamos

No sólo por amor nos casamos

Cuando Giovanni la vio a Carlota por primera vez en una fiesta en una casa en Reseda, California, dice que se enamoró en el momento. Al principio no sabía que ella estaba allí, pero apenas una amiga se la presentó sintió que el arco de Cupido apuntó al corazón.  Ese fue el comienzo de una relación que, casi tres años más tarde, no sólo produjo amor sino también un hijo.

La experiencia de Giovanni es bien típica y casi todos, de una manera u otra, la hemos experimentado.  Veamos lo que la psicología y las ciencias sociales nos dicen de este complejo tema de las parejas y su encuentro inicial.

¿En dónde es que las parejas se encuentran generalmente?  ¿Qué es lo que hace que uno se acerque a una y no a otra persona?  ¿Es el amor lo que nos hace elegir? Y una vez que vivimos juntos, ¿el amor es eterno?

El mercado de relaciones

Hasta no hace mucho, uno encontraba a su “media naranja” típicamente a través de la familia, en la escuela o el trabajo.  Pero un estudio de Michael Rosenfeld, de Stanford University, sugiere que en la actualidad los encuentros se generan a través de amigos y, cada vez más frecuentemente, por internet.

Estos lugares, ya sea internet, el trabajo o un bar, es parte de lo que Matthijs Kalmijn define como el “mercado de relaciones.  Un ámbito de intercambio en el que cada uno ofrece sus “mercancías”.  Estas “mercancías”, por supuesto, no son bienes materiales, sino la apariencia, inteligencia, educación, recursos económicos y otras cualidades.

La regla de 7/11

Pero una vez que nos encontramos, ¿cuánto tardamos en conectar? Bueno, eso depende de cada persona y de cada encuentro, pero en general vale recordar la regla de 7/11 de Michael Solomon. Ésta se refiere a que en los primeros siete segundos del encuentro entre dos personas establecemos una primera impresión sobre once características de la otra persona.  Entre ellas se incluyen su nivel educativo, situación económica, honestidad, confianza, sofisticación y orientación sexual.  Y aunque la impresión inicial no corresponda con la realidad, esa percepción es muy difícil de cambiar. Por eso ese primer encuentro es tan crucial.

¿Pero son esos siete segundos lo que determina a quién elegimos como pareja?  Algunos dicen que ese momento inicial es determinante y que, después del flechazo de Cupido, caemos rendidos a los pies de nuestra pareja.  Pero otros cuestionan esto y sugieren algo diferente.

¿Elegimos pareja por amor o por otras causas?

Pero primero hagamos una pausa y recordemos que esta cuestión de elegir pareja por amor es algo relativamente nuevo en la sociedad humana. En el matrimonio de la Era Colonial, por ejemplo, eran los padres los que imponían con quien nos casábamos. Y no había mucho para debatir. En ese mundo ultrapatriarcal, cuestionar la voluntad paterna podía llevar a la pérdida de derechos patrimoniales. O la pobreza y al repudio de toda la comunidad.  El amor romántico, como parte de la fórmula matrimonial, surge solamente después de la Revolución Industrial.  Y a partir de allí se queda como una característica típica de las parejas que ahora sí se eligen y casan por amor.

¿Pero es realmente el amor lo que finalmente los une? Las ciencias sociales descubrieron que cuando la mayoría de la gente tiene que elegir pareja, selecciona a alguien que es muy parecido a uno.  En otras palabras, homogamia.  Elegimos a alguien de la misma raza, religión, status socioeconómico, edad y personalidad.

Entonces queda la duda sobre este proceso de ponernos de novio, juntarnos o casarnos. ¿Cuánto es por el flechazo del amor y cuánto es por homogamia? ¿No será que cuando conectamos románticamente lo hacemos por amor? Pero después, cuando se trata de elegir la pareja para casarnos o tener hijos, ¿pasamos a una dimensión más racional?

El Efecto Halo

Ya que estamos hablando de este tema de la atracción entre las personas, hay que recordar lo que Edward Thorndike denominó como el Efecto Halo.

En un primer encuentro, no hay duda que el atractivo físico suele jugar un papel importantísimo.  Pero el Efecto Halo lleva a que asociemos a ese atractivo físico con estereotipos de la personalidad del individuo.  En algunos estudios, los participantes identificaron a personas atractivas como más honestas y más exitosas que aquellas que no eran tan atractivas.

Otras investigaciones sugieren que las personas más atractivas sí se ven favorecidas en distintas áreas de la sociedad. Por ejemplo, en instituciones educativas, el sistema judicial y hasta el área laboral.  Por eso no es casualidad que, por ejemplo, sus ingresos promedio sean superiores.

Pero lo interesante es que cuando alguien anda buscando pareja, no elige a la persona más atractiva.  Como sugieren Elaine Hatfield y G. William Walster, si vamos a una fiesta a la que asisten numerosas personas, vamos a gravitar hacia personas parecidas a nosotros y no hacia el individuo más atractivo.  Generalmente elegimos a personas similares en educación, inteligencia y otras características.

Trueques

Pero en el mercado de relaciones personales, como es de esperar, siempre hay todo tipo de trueques. Un intercambio de “mercancías” que, obviamente, tiene que satisfacer a ambas partes. Por ejemplo, si una mujer valora el status social, puede llegar a seleccionar a un hombre que no sea tan atractivo, pero que tenga dinero. Y viceversa.

El amor, ¿es eterno?

Después de la luna de miel, Giovanni tuvo que confrontar la realidad de que su esposa estaba embarazada.  Y aunque ahora trabaja parte de la semana en un segundo empleo. A veces no llegan a fin de mes.  Eso produce tensiones.  La rutina y esas tensiones, sumadas a otras tensiones, han ido deteriorando la relación. Nada extraño. Por eso, no nos hagamos ilusiones que ese amor inicial es eterno. Es más, entre 40 y 50 por ciento de los matrimonios terminan en divorcio.

Otros, como B. Acevedo y A. Aron, rechazan ese pesimismo y argumentan que el amor puede sobrevivir.  Se dice que la satisfacción marital tiene la forma de una letra “U”. Al comienzo, el amor romántico es intenso. Después cae a su punto mínimo especialmente con el trajín de criar niños y el desgaste de las responsabilidades laborales.  Pero después, si la relación sobrevive, la satisfacción marital vuelve a incrementarse y alcanza un nivel considerablemente alto en su último período.

Giovanni y Carlota siguen juntos.  Durante el día, el niño se queda con una prima. Lo cuida mientras Carlota asiste a clases, cuatro veces a la semana, en Pierce College. Tienen muchos sueños para cuando Carlota termine la universidad.  Y parte de esos sueños es que Giovanni consiga un trabajo mejor remunerado que le vienen prometiendo.  Pero por ahora tienen lo que tienen… y también tienen amor. O al menos una nueva cara del amor.

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