El planeta está viviendo momentos difíciles, al grado que el Reloj del Apocalipsis marca 23:59:59 segundos, un segundo ante la medianoche de todos los tiempos. El Doomsday Clock, Reloj del Juicio Final, un reloj simbólico, mantenido desde 1947 por el Bulletin of the Atomic Scientists de la Universidad de Chicago, indica a la humanidad su arribo a la medianoche de su destrucción total.
La errónea estrategia de morir
La provocación ejecutada por Ucrania con el visto bueno de la administración Biden y de la OTAN, de atacar con misiles de largo alcance territorio ruso, está encaminada a desatar la respuesta atómica de Rusia contra cualquier país de la OTAN, dando paso a la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada.
Ante el evidente avance de las tropas rusas en territorio ucraniano, y con la llegada del general invierno que les será aún más favorable, la OTAN ha recurrido a la errónea estrategia de morir matando, en un escenario atómico que, por ingenuidad o maldad, asumen que se reducirá solo a Ucrania.
Rusia exige dos condiciones para la paz: autodeterminación de las regiones rusófonas del Donbass (Donetsk, Lugansk, Jerson, Zaparochie y Crimea), cuyos habitantes rusos fueron masacrados y oprimidos luego del golpe de Estado de los nacionalistas ucranianos azuzados por la OTAN en 2014. Y una Ucrania neutral, desnazificada y democrática.
Más de media Europa se lo está pensando, sobre todo porque el invierno que viene se anuncia muy crudo con bajísimas temperaturas, y el boicot que Europa desató contra Rusia los está privando de gas natural y petróleo ruso barato, de calidad y accesible a través de los oleoductos, en contraposición al gas licuado y el petróleo de EE.UU. que tarda meses en llegar a través de los barcos que surcan el Atlántico.
Debido a ello las fábricas europeas se están desplazando a otros países donde el petróleo y el gas son más baratos, con la consiguiente crisis laboral de sus países que deben pagar a sus obreros salarios inmensamente mayores que en la periferia.
Europa en la era de Trump
Es fácil entender a los halcones de Biden que han autorizado el uso de misiles de largo alcance a Ucrania, pues con ello alimentan la producción del complejo militar del Pentágono, y sus enormes ganancias para deshacerse de un material obsoleto frente a las nuevas armas de destrucción masiva. Sin embargo, el otro lado de la ecuación indica que Putin lleva las de ganar con la llegada de Donald Trump a la Presidencia dentro de menos de 47 días.
Se trata de una jugada maestra del genio del espionaje que preside el Kremlin: atacar por donde menos esperaban, varias jugadas adelante, con el triunfo de un candidato aliado en las presidenciales que ha manifestado terminar la Guerra de Ucrania en veinticuatro horas. Y que, además, para desbaratar la estrategia guerrerista de los demócratas esgrime la divisa de que los empresarios y los hombres de negocio no promueven la guerra porque va en contra de sus intereses.
Putin mientras tanto puede restarle importancia a la decisión de Biden, toda vez que a partir del próximo 20 de enero su contraparte en la Casa Blanca jamás avalará una continuación de la guerra y forzará a sus títeres ucranianos y a la OTAN a bajar la cabeza ante unas negociaciones de paz ventajosas para Rusia.
La apocalipsis en el reloj del Oriente Próximo
Otro segundo del final de partida mundial lo marca la crisis en el Oriente Próximo, que, a partir del genocidio desatado por Israel en la Franja de Gaza, luego de una masacre de más de mil israelíes asesinados por el grupo islamista Hamas, ha dejado más de 50,000 gazatíes y libaneses asesinados, mayormente niños, mujeres y civiles indefensos.
La poderosa y altamente tecnificada maquinaria de guerra del Estado sionista, muy a su pesar, no ha logrado contrarrestar la resistencia del Grupo Hamas que persiste en la Franja de Gaza, ni los ataques de los Hutíes de Yemen, ni la férrea oposición de los combatientes del Hezbollah del Líbano, en cuyo territorio se combate cuerpo a cuerpo. Y ello sin contar dos grandes enemigos como Siria e Irán, cuyos ejércitos, tanques, naves de guerra y carros de combate superan los de Israel, que mantiene sobre ellos únicamente una superioridad en el Ejército del Aire. No hay que olvidar que Turquía permanece vigilante a las acciones militares de Israel en la región, al que acusan de ser el causante de toda esta crisis geopolítica.
Israel, rodeado de enemigos por los cuatro costados, con una población de 10 millones de habitantes en un territorio de 20,325 kilómetro cuadrados, está luchando como gato panza arriba por repeler a todo el mundo islámico (más de 1,800 millones de creyentes) y a sus principales enemigos con vastos territorios (Siria, Irak, Irán, Turquía, Arabia Saudí).
El Estado judío, con 400 bombas atómicas, podría ser obligado a hacer uso de estas armas, como una desesperada estrategia ante una posible inminencia de su destrucción total, como lo consignan las Constituciones de algunos Estados musulmanes, entre ellos la de Irán.
Es indudable que es en el Oriente Próximo donde el reloj del apocalipsis puede dar sus últimas campanadas, las de la medianoche del fin del mundo.