Dicen que, allá en Sacramento, el grupito de líderes legislativos y el gobernador están a punto de llegar a un acuerdo presupuestario. Esto sucede cuando California, exhausta, ya no paga con dólares sino con pagarés, y dentro de poco no pagará más. Cuando uno de cada nueve angelinos no tiene empleo. Y lo que se anuncia como “acuerdo” es una capitulación que perjudicará a latinos, inmigrantes, y pobres.
En noviembre pasado, el electorado mantuvo una mayoría absoluta para los demócratas en ámbas cámaras legislativas estatales: 50 de 80 en la Asamblea; 25 de 40 en el Senado.
El mismo día, respaldó con el 62% del apoyo, a Barack Obama, que profesa la intervención del gobierno en pro de la población, la estabilidad laboral, el mejoramiento educativo, la reforma de salud y la reforma migratoria.
No es todo.
El 19 de junio, por desconfianza al gobierno los votantes rechazaron medidas de largo alcance económico propuestas por el gobernador.
En noviembre de 2005, fracasaron las 4 medidas electorales de Schwarzenegger que hubieran liquidado el poder político de los sindicatos, limitado el gasto presupuestario, eliminado la veteranía de docentes,
Pero todo eso no vale, no sirve, no es suficiente. No es lo que cuenta.
Lo que cuenta es que tenemos un gobernador con menos de seis meses de poder político, antes de que se inicie la campaña electoral para reemplazarlo.
Y tenemos una ley que obliga al apoyo del 66% de la Legislatura para cualquier proyecto que implique gasto monetario, como el presupuesto anual.
Así, la minoría tiene un poder sin precedentes.
Tenemos a un gobernador cada vez más obstinado en que éste va a ser su legado: quebrar el sistema de ayuda social de California. Alejar a los inmigrantes. Detener el avance económico y por ende político de los latinos.
Por eso, lo que está a la orden del día no son proyectos de desarrollo, obras sociales, reparación de carreteras, mejoras de escuelas, aumento del poder adquisitivo.
En sus propuestas presupuestarias, el gobernador finalmente decidió quién quiere ser políticamente. Después de años en la cuerda floja, ha resuelto, antes de volver al cine y a su fortuna de casi 200 millones, dejarnos a los californianos algunos regalitos:
Para los niños de cero a cinco años, pidió el rey mago al revés anular los fondos de Primeros Cinco, que les suministra cuidado de salud crítico.
A los casi 700 mil niños del LAUSD, de ellos ¾ latinos, en un distrito escolar agonizante, y el millón de niños adicionales del condado, ha pedido suspender la garantía constitucional de la Proposición 98, que asegura fondos para la educación. Además, están siendo despedidos en estos días miles de mestros y personal auxiliar.
A las centenares de clínicas comunitarias que reemplazan la ausencia del suministro de medicina centralizada, quiere cortar un 70% de los fondos que les permiten funcionar.
A los empleados estatales, les ha regalado tres días de vacaciones al mes. Sin pago. ¿O cuatro?
Todo esto lo sufre especialmente un área como Los Angeles, con casi una mayoría de latinos, una enorme proporción de inmigrantes y población en la pobreza.
La danza del fuego que tiene lugar en Sacramento no es un espectáculo. Es un incedio que se propaga rápidamente.