DESDE HONDURAS: La crisis política, segundo reporte

El lunes 6 por la tarde salí de La Ceiba para llegar a San Pedro Sula antes del toque de queda, que volvieron a ampliar hasta las 10 de la noche y así poder subir al autobús de las seis de la mañana en dirección a Nicaragua. A pesar de lo que conté en el primer reporte que envié sobre la tranquilidad de la costa norte, no tenía una visión de primera mano sobre el resto del país, y me preparé para importantes controles militares –sobre todo porquellevo muchos libros de los que acabo de editar sobre gobernabilidad y democracia en Honduras y Nicaragua, y no tenía muchas ganas de encontrarme con algún sargento insensible que me pusiera en problemas.

El camino de La Ceiba a San Pedro entre las 4.00pm y las 7.00 pm fue absolutamente tranquilo; no encontramos ni siquiera controles policiales.Fuimos a cenar a una plaza comercial, que si bien se encontraba con menos gente de lo habitual, funcionaba con plena normalidad. Volví a fijarme y no ví pintadas, ni militares en la calle; si ví alguna patrulla policial, lo que es normal en una ciudad tan peligrosa como San Pedro, por la seguridad interna cotidiana.

A las 6 de la mañana salí hacia Managua, parando en Tegucigalpa, muy cerca del aeropuerto en donde se dieron los altercados del domingo. Encontramos un control militar compuesto por diez soldados en Siguatepeque, de los que dos accedieron rutinariamente en el autobús y volvieron a salir sin novedad (nada muy distinto a lo que es habitual ver en México).

Seguimos nuestra ruta y no volvimos a encontrar controles militares. Al pasar bordeando el aeropuerto de Toncontín vi las primeras pintadas, en las que se acusaba al cardenal de asesino, y se le relacionaba como golpista, por las declaraciones que hizo advirtiendo a Zelaya que si aterrizaba en Tegucigalpase podría provocar un baño de sangre…..en una sección de unos 200 metros es donde ví más pintadas, la mayoría refiriéndose de diferentes formas a Micheletti y al cardenal.

Tuvimos que bordear al aeropuerto, para salir de la terminal y vimos como estaban arreglando la verja del aeropuerto que rompieron los manifestantes para acceder a la pista mientras esperaban la llegada a Zelaya. Me fijé enlos edificios desde podían instalarse francotiradores del ejército que pudieran afectar a los manifestantes, y todos eran de una sola planta, y de difícil ubicación para colocar efectivos que disparasen a pie de pista.

Me fijé especialmente porque el gobierno ha señalado que la bala que mató al joven de 19 años no era suya, ya que ellos cargaron balas de hule, y que probablemente fuera un disparo perdido de los propios manifestantes –ya que además afectó al joven por la nuca-. Espero que en los próximos días se muestren las pruebas, ya que no me encuentro en condiciones de emitir unjuicio sobre esto.

Me quise preocupar por la noticia de Pablo Ordaz, que había salido en El País, que afirmaba que en los hospitales se encontraban muchos heridos de bala, que no habían sido reportados por el gobierno, y quise confirmarla. Hice una llamada a una amiga, que al mismo tiempo llamó a unos amigos periodistas locales. La noticia me fue negada. En los hospitales no llegaron heridos, más allá de los que llegan habitualmente por violencia cotidiana.

No conozco a Ordaz, ni sé cuantas veces ha estado en Honduras, pero a todo el mundo le sorprende la primera vez que llega a Honduras la fuerte presencia de gente armada en todos los supermercados y tiendas más o menos importantes… esto quizá pudo ser confundido con militarización extraordinaria. En cuanto a los heridos de bala, ¿tuvo en cuenta Ordaz que Tegucigalpa es una ciudad muy violenta, donde las tasas de homicidios señalan que diariamente hay más muertos que si se encontrase en guerra? No lo sé, y cuando regrese a Tegucigalpa es uno de los aspectos que debo confirmar. Sin embargo es muy posible que fuera “engañado” por una enfermera que no quiso citar, que atribuyera los heridos al conflicto caliente del aeropuerto –no hay que olvidar que la mayoría de los simpatizantes de Mel se encuentran en el sector público, y forman parte de los sindicatos tradicionales-, tampoco hay que ser ingenuo, y darse cuenta que el conflicto sobre todo se está lidiando en la imagen que se está tratando de transmitir en los medios, y que todo el mundo trata de influir con sus comentarios.

Seguimos ruta….después de encontrar una ciudad calmada y tranquila, en la que en ese mismo momento estaba transcurriendo una nueva manifestación, en este caso de las organizaciones calificadas como cívicas (estuve en Tegucigalpa entre las 11.00 y las 12.00).

No volvimos a encontrar en dirección a la frontera que se encuentra por Choluteca ningún control militar. Cerca de la frontera con Nicaragua vimos entrando y saliendo de algunas estaciones de policía a algún militar, que no aparentaba ninguna situación de preocupación ni prevención frente a una posible amenaza nicaragüense.

En fin…. tras mi recorrido por el norte, centro y sur de Honduras puedo confirmar que Honduras no es un país que muestre evidencias de militarización. Regresaré la semana entrante para entrevistarme con los diferentes actores, y llegar a una versión más definida. Sin embargo sipuede señalarse que la prensa internacional está magnificando un apoyo a Zelaya, que existe en números menores de lo que se d staca, y está no queriendo ver las grandes manifestaciones populares pacíficas que se suceden a lo largo del país en apoyo a la paz y el cambio político que son más numerosas y que se dan al mismo tiempo en diferentes ciudades hondureñas.En Nicaragua el camino siguió bien llegando a las 2000 a Managua sin encontrar señales de movimientos de tropas de ningún tipo. En todo el viaje solo constatamos dos momentos “tristes”; entrando en Honduras un policía se quedó con unos tenis viejos de mi compañero de viaje, que traía para regalar en Honduras, y en Nicaragua otro policía requisó un jugo de naranja de tres litros que debía llevar algún viajero en el maletero del autobús, y se despidió feliz y contento después de cobrar su botín.

Entrando por primera vez a la sustancia del asunto, apoyar el cambio político no significa respaldar el gobierno de Micheletti. Significa reclamar que se salga de la situación de bloqueo en la que ha entrado el sistema político hondureño.

Desde hace muchos años las elites, entre las que se encuentra por supuesto el antiguo presidente del Congreso, no quisieron avanzar en las reformas necesarias que alejaran al país del autoritarismo y del clientelismo; tampoco la movilización popular había apoyado esta transformación, ya que los ciudadanos desconfiaban del estado, y preferían políticos a los que acudir, que les otorgasen beneficios inmediatos, como puestos de trabajo, u otro tipo de prebendas. El movimiento cívico que se está organizando debe aprovecharse para modificar el sistema político hondureño. No es posible que en una sociedad democrática el presidente no pueda ser removido por los otros poderes sin romper las reglas del juego, no puede ser que el congreso tenga un reglamento tan arcaico y autoritario, tampoco que no se quiera avanzar en la reforma electoral, ni en otro tipo de reformas. Debe mejorarse la independencia de los poderes, y avanzar en un estado de derecho real.Todo eso no es fácil pero nos encontramos ante una oportunidad histórica que debe aprovecharse, sobre todo por el apoyo popular que estas políticas tendrían en este momento, y las dificultades que las elites tendrían para bloquearlo.

Vislumbro más dificultades, sobre todo entre mis amigos, la mayoría intelectuales, que se encuentran en posiciones muy polarizadas. Varios del os que escriben en el libro difícilmente se sentaran en una misma mesa, y eso es triste y delicado. Me preocupa también que alguno me etiquete y no quiera seguir platicando conmigo por las observaciones que voy realizando. No puedo dejarme llevar por lo que la mayoría señale, si no que debo buscar mi propio juicio sobre lo que está pasando, pero eso sé que me va a generar problemas.

Hay que lograr que la gente se vuelva a sentar. En el fondo todos están buscando el perfeccionamiento de la democracia, y el avance en políticas queden más poder a los ciudadanos. Sin embargo las desconfianzas y los malentendidos son importantes y más en una situación de tensión grave como la actual.

La izquierda democrática no confía en las elites, y mucho menos en Micheletti, porque lo conocen bien…a pesar de que no estaban con Mel, excepto los que se beneficiaban de puestos públicos y se comprometieron con él (e incluso varios de éstos estaban distanciados). Estos intelectuales quieren cambiar el sistema, pero desconfían en la salida brusca que se dio,y la confunden con el retorno de los militares al poder.

Eso no es así con claridad: lo que ha pasado es que las elites han vuelto a pactar, y se han impuesto sobre un integrante de las mismas que se salio del consenso. Ante las dificultades institucionales, forzaron la normatividad, y buscaron los pocos huecos que existen en la ley y la constitución (ya he señalado que Honduras tiene buenos abogados). La Corte Suprema ordenó a losmilitares, encargados de la protección del presidente, y en buena medida del orden público que detuvieran a quien había cometido un delito a los ojos de los poderes de justicia; el Congreso avaló la situación.

La salida hacia Costa Rica de Zelaya fue la única decisión independiente que tomaron los militares, ésta si acorde con su tradición en golpes de estado. ¿Cuál hubiera sido la mejor decisión? No lo sé, sin embargo el estado de Honduras no es el de España, ni Argentina, ni el de Estados Unidos, nisiquiera el de México, y no tiene fortaleza ni muchas capacidades que se consideran normales en otros países y ahora todavía se puede decir que Zelaya está vivo; conocidas otras experiencias en este país quién sabe lo que hubiera pasado si lo hubieran detenido, y las consecuencias para la nación y su estabilidad. De momento las políticas orientadas a que no se desborde la violencia han sido más o menos exitosas.

Creo que éste es el momento en el que hay que unirse para aprovechar la situación y reformar el sistema político, independientemente del nombre que tenga el presidente transitorio. Hay que avanzar rápido porque el momento no durará mucho. En mi opinión la comunidad internacional, especialmente la OEA, y muchos intelectuales que buscan ser “políticamente correctos” han jugado un papel muy triste. No se deben confundir los conceptos, y no se debe fomentar la violencia, y eso es lo que hasta la fecha estas actitudes y condenas han impulsado en Honduras.

Seguiré informando….ya no tanto sobre crónicas viajeras…si no sobre sustancia….de momento me quedo en Nicaragua una semana ofreciendo un curso.

Autor

  • Carlos Barrachina Lison

    Español, naturalizado mexicano, Carlos Barrachina Lison es catedrático e investigador de temas de Defensa y Seguridad. Tiene un doctorado en Ciencias Politicas, Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la UNED "El regreso a los cuarteles. Militares y cambio político en la transición española (1976-1981). Es secretario de Posgrado de la Division de Ciencias Politicas de la Universidad de Quintana Roo en Mexico y miembro del Sistema Nacional de Investigadores mexicanos en el nivel 1. Ha trabajado 4 años en Washington, D.C., como profesor e investigador en el Centro de Estudios de Defensa Hemisférica en la National Defense University. Libros: Democracias en transición en Honduras y Nicaragua. Gobernabilidad, seguridad y defensa;. Carlos Barrachina (Coordinador). Plaza y Valdés /Universidad de Quintana Roo, México-Barcelona 2009. La participación política de los militares en la transición española;. Ediciones Pomares/Universidad de Quintana Roo, México-Barcelona 2007. Procès a la Guàrdia Civil. Causa 1/39, en colaboración con Manel Risques. Pórtic/ Enciclopedia Catalana. Collecció Monografíes. Barcelona, 2000.

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