Ahora que nos acercamos al 12 de octubre, es un buen momento para reconsiderar lo aprovechado de los últimos cinco siglos. El cara a cara con unos pueblos desconocidos para los europeos, e incluso entre sí, abre una página para la historia de mucha mayor trascendencia que la descafeinada llegada a Marte, que solo puede deparar confirmación de previas conjeturas.
El mundo prehispano viajaba a distinta velocidad que el europeo. Mientras los españoles buscaban una ruta comercial por el oeste planetario, esto es, trascender los límites continentales europeos, las civilizaciones prehispanas se enfrentaban por asentar una hegemonía doméstica. A la llegada de los españoles, los que dominaban en el norte eran los aztecas.
La relación entre civilizaciones tuvo a sus servicios de inteligencia trabajando a su máxima intensidad. Dominaría el que dispuso de mayor información, porque cuesta imponerse si se desconocen las fuerzas que se tiene enfrente. Las lenguas tuvieron una importancia capital. Gracias a los intérpretes se recopiló información que predecía quién ganaría y qué se ganaría en cada hipotético enfrentamiento. Cada cual jugó sus cartas, y la conclusión la vemos hoy.
El resultado pinta un mundo alejado de Babel, queda una lengua común que compite en el mundo al más alto nivel. La única que le hace sombra al inglés. Otro efecto considerado positivo es el de la introducción del cristianismo. No se escuchan quejas a este respecto. La aparente fusión con las tradiciones indígenas ha generado un firme entramado social.
En la actualidad, los efectos más rechazables se circunscriben a política y economía. Ambas parcelas se desarrollaron tras la independencia de las naciones americanas y se han aferrado a modelos capitalistas, los cuales no llegaron por tradición hispana, ni indígena. Es un modelo que favorece a los que poseen riqueza y que fuerza la salida de ciudadanos al exterior en forma de emigrantes, tanto a Estados Unidos como a Europa.
El presidente de México ha pedido perdón por los daños de la conquista. Lo conflictivo es saber quién tiene que pedir perdón a quién. Vemos ahora en Afganistán lo resbaladizo de este perdón. ¿Deben pedir perdón los que invadieron Afganistán para liberarlo de los talibanes o los talibanes, ahora, por echar a los invasores? ¿Por qué los aztecas no hicieron como los talibanes? Al fin y al cabo, Estados Unidos es un país mucho más poderoso de lo que lo era España entonces.
Tirar estatuas es una actividad poco edificante cuando se arrastran unas, pero no otras: o todos coludos o todos rabones. Al final, si solo se hace lo que te permiten hacer, se diluye el objetivo. Por eso hay tanto insatisfecho.
De lo que queda, lo mejor: si hay “spanglish” es que hay español.