El uso del humor admite poca regularización, la emigración, sin embargo, necesita de ella. El humor puede ser dulce entretenimiento o sátira mordaz, dependiendo de quien lo practique.
La libertad de expresión como un derecho
Con DACA en la cuerda floja y las reformas migratorias empantanadas y sin solución bipartidista a la vista, no queda otra que salir de la inacción a la que nos tienen sometidos.
La libertad de expresión en los tiempos modernos avala el uso del humor como forma de denuncia. En ello se da la mano con la emigración para afrontar una situación que debería haber estado ya resulta hace mucho. No admite más demoras.
El humor cruza fronteras, religiones y política. El humor también es informativo y educativo. Los límites de su uso, cuánto se le puede exprimir, y cuánto admite de vértigo, está por verse.
Cuando se quiso hacer escarnio de Mahoma por medio de satirizarlo en caricaturas, hubo un rechazo generalizado en el mundo musulmán. Se llevó a cabo la publicación a pesar de saberse de antemano que el islam considera idolatría el culto a la imagen de los profetas. A ello respondió el diario iraní Hamshari con la amenaza de publicar viñetas satíricas sobre el Holocausto judío en la última guerra mundial. El uso del humor fracasó en ambos casos porque todo se redujo a confrontar quién podía ofender más: ni sátira ni divertimento hubo.
Los emigrantes tenemos el derecho y el deber de reírnos de lo que queramos, incluidas nuestras vicisitudes más humillantes o divertidas y nuestra particular forma de ver la realidad. Nuestra perspectiva es única y privilegiada.
Humor por doquier
Asociar al presidente de China Xi Jing Ping con la apariencia del personaje infantil Winnie the Pooh debería ser, en principio, un chascarrillo que no molestase a nadie; sin embargo, al pretenderse con esta infantilización hacerle critica solapada al jefe de gobierno chino, ya entramos en otro terreno. Es saltarse la censura en una sociedad que podemos caracterizar de hermética. El humor más inocente, vemos que se puede convertir en un arma poderosa en manos de quien sabe sutilmente acomodarla a sus intereses.
Retomando el caso del bisemanario satírico Charlie Hebdo en París, en el 2015, mencionábamos ya antes la ocurrencia de poner a Mahoma en caricaturas. El asalto a las oficinas de la publicación se saldó con doce muertes: ocho periodistas, dos policías, un guardia de seguridad y un visitante. No es precisamente matar de risa. La libertad de prensa avala decisiones, que por polémicas que puedan parecer, son parte imprescindible de la expresión ciudadana. Es una experiencia protegida por ley, pero cuyo uso debe no obstante administrarse con cordura, porque herir la susceptibilidad de personas, o comunidades, acarrea consecuencias.
Nunca más se volvió a mencionar su acento como un impedimento. El “goberneitor”, recuérdese, ocupó las altas instancias del estado de California de 2006 a 2011. ¡Y su lengua madre no era el inglés!
Pedro Muñoz Seca, autor teatral español, llevo su humor hasta el último extremo. Estando durante la Guerra Civil española frente al pelotón de fusilamiento en Paracuellos, en 1936, dijo: “Me podréis quitar mi hacienda, mi patria, mi fortuna e incluso, como estáis a punto de hacer, mi vida, pero nunca vais a conseguir quitarme este miedo que ahora me estáis haciendo pasar.”. Murió con las risas puestas.
El humor debe ser bienvenido como una válvula de escape cuando los mecanismos legislativos de una sociedad se atrofian y no dan más de sí. La política inactiva cansa y entonces debemos recurrir a todo lo que esté en nuestra mano. Reírse de una situación dramática puede hacer sonrojar a alguno, y en época de elecciones, más aún.
Humor y emigración
Hacer humor con la emigración no es nada nuevo, hay abundantes ejemplos en el pasado. Recordarán al cubano Alexis Valdés haciendo de guardia fronterizo en la Mega, o las alusiones obvias de George López en el programa de su mismo nombre. No puede faltar Paul Rodríguez, ¿recuerdan la película A million to Juan?, o a Cheech Marín en cualquiera de sus múltiples andanzas?
Hay un caso emblemático que traemos a colación para iluminar el camino adónde queremos ir. Hace años se difundió un tono de voz de Cingular en el que un oficial de inmigración amenazaba con la deportación a un vendedor de naranjas indocumentado. En él se hacía uso del llamado mock spanish. El tono de voz tenía como escenario una ciudad fronteriza genérica. Comenzaba con la sirena de una patrulla, tras la cual se oía a un oficial con acento sureño: “Cálmate, cálmate, this is la migra. Por favor, put the oranges down and step away from the cell phone. I repeat-o, put the oranges down and step away from the telephone-o. I’m deporting you back home-o”. [tr. ‘cálmate, cálmate, soy de la migra. Por favor, suelta las naranjas. Repit-o, suelta las naranjas y apártate del teléfon-o. te voy a deportar a tu tierr-o’]. Ante este aparente ataque xenofóbico se produjo un gran revuelo en la comunidad hispana que concluyó con la retirada del ofensivo tono “por racista”. Al poco tiempo, se supo que el ringtone lo había creado el humorista méxico-americano Paul Saucido.
En gustos se rompen géneros, pero sátira a la emigración en este caso no vemos ninguna. Al que le sonara el teléfono con el dichoso tono en medio de una multitud, seguro que no le haría tanta gracia como al comediante.
Emigración en clase turista y en primera clase
En la emigración siempre ha habido clases y cada uno, o cada una, debe saber en el vagón en que viaja para no llamarse a engaño. ¿Cómo saber si somos de primera o de segunda clase? Esta mínima encuesta le sacará de dudas. Veamos:
Por su capacidad adquisitiva: los de primera clase son ricos, o, si son pobres, de Noruega. Entre los ricos se admiten anormalmente hispanos. Los de segunda llegan con nada o se lo han quitado todo. Los hispanos: de Noruega no vienen.
En educación, los de primera no la necesitan, o es improcedente incluso el solo hablar de ello. En los de segunda, da igual: “porque para lo que vienen a hacer…”.
Lengua: los de primera, seguro que saben inglés, o les adularán con un “¡qué bonito acento tiene usted!”. A los de segunda dirán: “seguro que no saben inglés: se les ve en la cara”.
Futuro: Los de primera: sin problemas. Los de segunda: “con libertad para jugar al rasca-rasca (‘scratch out tickets’)”.
Origen del emigrante: para los de primera, cualquier origen es bueno; para los de segunda: “seguro que vienen de donde me caen mal, o peor”.
¿El voto en las elecciones? El de primera vota a caballo ganador, el de segunda lo sopesa: “¿me lo dices o me lo cuentas?”.
Transporte: los de primera: privado. Se admiten yates. Los de segunda: haciendo cola y orándole al Todopoderoso. Con los hijos de la mano sin soltarse.
Sanidad: Para los de primera, sanidad privada o propia del oficio (de ricos). Escasa y precaria para el de segunda. La salud pública aquí no se socializa. La enfermedad es lo que se considera cosa privada.
Vivienda: Los de primera: “con piscina”. Para los de segunda: “lejana, cara e inconveniente”. Se sigue el turístico lema: “duerma menos, viaje más”.
Dinero: Los de primera: “¿Cuánto hay que invertir?”; Los de segunda: “¿Dónde hay trabajo?”.
Vacaciones: Permanentes o en Hawái vs. “I don´t understand”: “¿de qué chamba hablamos?”.
Ropa: “de marca” para los primeros. Para los de segunda: “de marca…dillo”; esto es: “de mercadillo”.
El que sepa leer entrelíneas seguro que sabrá distinguir entre hechos y discursos que se lleva el viento; entre lo literal y lo figurado. Es muy útil saber el lugar que se ocupa en la feria de la vida cuando toca decidir a quién dar el voto en las siguientes elecciones. El que no perciba el contraste, seguro que emigró poco. No nos reímos tanto como deberíamos hacer, porque “morirse de risa” es la forma más segura de no morirse de pena.
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