En la base de apoyo organizado de Donald Trump hay un gran contingente de la iglesia evangélica y sus millones de seguidores en todo el país. Es cierto: no es una institución centralizada con autoridad como la que emana del Vaticano. De la misma manera su dogma no es absoluto e inamovible. Su carácter permite a una multitud de personajes carismáticos, mesiánicos, con agallas de líderes y convicciones convenientemente fluctuantes, liderar el movimiento. La centralización de sus iglesias es relativa, no determinante, de una manera que permite una amplia autonomía.
Es difícil explicar, sin embargo, el encantamiento con el que Donald Trump sometió a los evangélicos en sus diversas ramas – nuevamente, no todos ellos – cuando reflexionamos sobre el carácter del ex presidente, en su tercer matrimonio, abiertamente adúltero, un narcisista sin escrúpulos y sin una pizca de fe religiosa. Trump.
La retórica agresiva, la actitud siempre de rabia, la ideología del odio de Donald Trump que tan bien le ha servido camino a la presidencia en 2016 se esparció por su base militante que participa en sus rallies, que consume su mercadería y que le envía el dinero que él usa para pagar por sus abogados. Y se filtró en las iglesias evangélicas, especialmente entre los bautistas del sur, que operan unas 45,000 iglesias con más de 13 millones de miembros y una audiencia semanal de casi cuatro millones.
Una de las características que se percibe en estos días en el liderazgo trumpista religioso es el odio contra los inmigrantes.
El último domingo de febrero, Ed Young (Homer Edwin Young), pastor de la Segunda Iglesia Bautista (SBC) de Houston, Texas, llamó a los inmigrantes «basura» en su sermón dominical
No fue la primera vez que promueve el resentimiento hacia los recién llegados. Cada vez que lo hace tiene un eco inmediato. Atienden sus sermones 18,000 personas y el total de sus miembros supera los 80,000. Posee seis centros solo en Houston. A los que cruzan la frontera para entrar sin documentos al país los llama «los indeseables», «la basura» y «la escoria».
Su iglesia es desde 1978 parte de la Southern Baptist Convention (Convención Bautista del Sur). Es una de las mayores “mega-iglesias” del país.
Young dice una mentira grande como una casa. Que los países de América del Sur, Centroamérica, China, Rusia, India, Irán, Irak han vaciado sus cárceles adrede y dispersado a esos ocho a diez millones por todo Estados Unidos. “Es un hecho absoluto”, dice, y su método – mentir y reafirmar la mentira – nos recuerda a Trump. Imita al líder cuando dice que a menos que tengamos una frontera, “no tenemos un país” – we don’t have a country. Le pesan todos esos millones de “basuras” que “ya están aquí”, entre nosotros. Las palabras son de Trump. La retórica florida y la incitación peculiar son de Young.
Los políticos, dice, “han permitido que los inmigrantes ingresen al país para aumentar el poder de voto y establecer el socialismo, el comunismo” y eventualmente una dictadura. Y no hay mayor incitación al odio – contra los inmigrantes y contra esos supuestos traidores a la patria – que la de Ed Young. “Esa es su motivación (de quienes nos envían basura), no crean otra cosa”, advierte a sus fieles, que no creen en otra cosa.
En agosto de 2022, en víspera de elecciones, llamó a sus feligreses a echar de la ciudad a los “progresistas de izquierda”, a esos “vagabundos”, es decir, a los demócratas.
Además, se refirió a aquellos que supuestamente son “woke” (o sea, promueven la justicia social pero para ellos un engendro antireligioso) como miembros de una «secta», «satánicos» y un epíteto muy común en estos días: racistas contra los blancos. Una acusación rara viniendo de la mayoría, de quien esclavizaron a gente por el color de su piel.
Recordemos: las iglesias en Estados Unidos están protegidas mediante la exención de impuestos. Eso es lo que ha permitido que toda clase de charlatanes jueguen a que inventan una iglesia solo para hacer dinero a costa de los ingenuos creyentes. A cambio de eso, tienen prohibido ser parte del proceso político partidario. Una prohibición que Ed Young, por supuesto, no ha respetado.
Escribe Adam Zuvanich en Houston Public Media: “Las organizaciones sin fines de lucro como la iglesia tienen prohibido ejercer presión y hacer campaña a favor o en contra de un candidato para un cargo electo; de lo contrario, podrían perder su exención de impuestos federales”.
Pero Young es hábil. De su “sermón” odioso faltó una palabra: Trump. O dos: Trump y Biden. Es que no mencionó nombres, ni de políticos, ni de partidos. Aunque todo el mundo entiende a quién se refería, el “pastor” podría resaltar su discurso vago y escurridizo y así salvar millones de dólares que de otra manera irían al erario público.
E incluso si no fuese así, si su discurso fuese más explícito – por ejemplo, Young sí mencionó a los líderes del condado Harris, donde según él el crimen domina – el fisco dudaría en castigar a una iglesia entera por las expresiones de un solo religioso. Aunque sea su líder indiscutido.
En protesta por las expresiones racistas de Young, la organización Houston Indivisible llamó a través de su dirigente Daniel Cohen a la Segunda Iglesia Bautista a expulsarlo. Paralelamente organizó un acto frente al edificio principal de la organización en el que proyectó sobre la fachada la frase “Jesús fue un inmigrante”.
BREAKING: Houstonians Project "Jesus was a migrant" on 2nd Baptist Chuch
Immigrants are welcome here.
Ed Young's hate isn't. pic.twitter.com/A9mo01nB8j
— Indivisible Houston (@indivisibleHOU) March 2, 2024
Houston Indivisible es una organización progresista no partidista con miles de miembros locales como parte de un movimiento nacional.
Pero es poco probable que haya un cambio de liderazgo en la iglesia. Young, pese a su nombre, tiene 87 años y su palabra es ley.
El de Ed Young es solo un caso que ilustra cómo varias iglesias bautistas en su frenesí de apoyar a Trump para hacerse con sus millones de adherentes, están perdiendo su naturaleza y convirtiéndose en un espejo que magnifica el trumpismo. Es un fenómeno relativamente nuevo, porque cuando surgió Trump y hasta 2018 esta iglesia confrontaba confrontan las posiciones de Trump sobre los inmigrantes. Ya no.
Sin un dogma que le sirva de norte, esta iglesia se mueve con el vaivén de los acontecimientos. Hasta 1960 no se oponía al aborto, pero ahora lo hace con una ferocidad sin límite. Originalmente, el cambio se debió a su interés de captar a los católicos. Y así ha cambiado en otros sentidos. Ojalá que en algún momento pueda recapacitar, recuerde las enseñanzas de amor, solidaridad y tolerancia en las escrituras y abandone el camino del odio que algunos de sus líderes han emprendido.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.