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Monólogo angelino: Dos hispanos se encuentran en la Plaza Pershing, por Roberto Álvarez Quiñones

Pershing Square

En Spanglish y sus derivados

…Yo estaba mapeando la banqueta cuando miré que Carmelita salía de la watería y se venía. Ella le caminó dos bloques a Pancho en la troca, que no le paraba.

“Orale, párale, méndigo, no te la jales naco igualado…”, le gritaba ella y le corría de volada por la banqueta.

Cuando la troca paró frente a la shoetería, ella se le aventó y se pelaron. Yo de a poco casi me pelo. Me dio coraje ver a la pinche migra checando, pero ¡híjole!, a mi no me atinaron. Fue un desmadre. A algunos mensos los chingaron. A un pendejo lo agarraron en la barda de la nevería, le dieron en la torre y lo llevaron amolado para el nosocomio. Se miraba feo el cuate.

Luego no la miré más a Carmelita. Se peló bien. Le hablé varias veces, pero no pude hablarle porque no estaba en su departamento de la colonia, y todavía no le digo que está tarde para la mica y debe aplicar ahorita para que no la frieguen.

Como le hablo y no puedo hablarle, ella no sabe que el mero-mero de su chamba platicó con su hermano, el Chente, el que tiene una shoetería. El mero-mero le dijo que es mandatorio para Carmelita aplicar ahorita para la mica. El próximo día Ma le habló también a Carmelita, pero no pudo hablarle.

A mi me vale madre aplicar, pues. Pero la bronca de ella sí es un chingo. Y aquí no hay mordidas, no hay caso.

Ayer después del reventón, y de aventarme un taco, una pupusa, mole, un posole picoso, una dona, una nieve y un chapurrado, mismos que fueron el mes pasado, hablé al fin a Carmelita.

Le externé lo de la mica y también que a Pedro su otro hermano lo podrían inocentar en lo de la pizca, pero tiene que presentar una aseguranza antes de la investigancia. Sin aseguranza está fregado. Por metiche tiene un trinquete bien feo, lo pueden aventar para el bote y allí le pueden dar chicharrón.

Carmelita me indicó que primero va a limpiar la carpeta, le pondrá betún al pastel, y después va a tomar un camión para ir a platicar con Pedro en la marketa, misma donde él chambea, al lado del changarro de Nacho, un cuate suyo que es puñal, buena onda y solidariza con Pedro y dice que el chingo no es en México, pero en Estados Unidos. Cree que todo va a estar bueno.

Le va a toda madre al güey. Vende chupones, puntillas, chones, trapos, suaritas, playeras, camperas, arracadas y rastrillos en la colonia, y también cobijas, sábanas bajeras y encimeras, y pieceras. A su changarro van muchos fuereños.

Chente me dijo que luego de la junta le dará cayo al changarro y se aventará en el coche a hacer la línea para comprar las formas para que Carmelita aplique de chilazo para la mica. Cuesta dos cuoras cada forma, pero será hasta el miércoles la aplicación.

No te mandes, ¿cómo crees?, fui a decirle, y el Chente indicó que las pinches formas son viejas y que las aplicaciones inician hasta el miércoles.

Se me hace que esta güera cree que yo soy un mamón. Me da coraje que piense que no le echo ganas a esta chingada. Yo no soy un baboso, ni un pelado. No me queda.

Ultimadamente, luego-luego esa morra a mi sí me vale, con todo y trinquete. Cuando la miro se pone más cachonda la vieja al caminar. Con ese pelo enchinado, esos chichis y esas pompis padrísimas, está como mango. Mírame como estoy enflacando cada día con tanto pendiente por ella…

En el ‘asere’ habanero

Un joven asere* de “El Fanguito” —uno de los barrios pobres y marginales de La Habana socialista— que milagrosamente pudo llegar a Miami en una balsa hace dos meses y vino para Los Ángeles, porque un amigo suyo de la infancia le consiguió aquí un empleo, se encuentra con el susodicho mientras camina por la Plaza Pershing, y uno le dice al otro:

… Asere, yo estaba tirándole una coba al contén del gao cuando pinté que Carmelita salía de la aguadera esa de la esquina y venía pa’cá. Y caché que iba despatá al lado del hierro del Panchón, que no paraba.

“¡Coño, asere, que bolá contigo, párate ahí maric…!”. Y seguía mandá por la acera.

Cuando el consojte paró la camioneta frente a la tienda de tacos, ella se encaramó y dejaron tremenda rayuelaaa. Yo por un tilín no me piré, y me quedé maj tranquilo que estatequieto. Me hincó ver a la fiana encarná en nosotroj, pero no me pintaron. A otroj sí loj premiaron. A un pasmao lo atrabancaron comiendo mierdolina en la cerca de la heladería y lo pusieron al parir, asere. Luego se lo llevaron pa’l “taller”. Se veia estrujao el andoba.

Dejpué la pájara voló del nío, nagüe. Le he tirao con el bejuco al gao un burujón de vecej, pero nananina, no ejtá. No he podido adivinajla pa’ bajadle la podría de que está envuelta en llamaj, que le cogió la noche pa’ la grincar, consojte. Como no he podido adivinajla en la quincalla, la jeva no se huele que el mayimbe de ella le puso la letra al Vicentón, de que ella tiene que moldel con lo de la grincar, y a millón. Al otro día la pura mía también le tiró con el bejuco, pero nicomede, social.

Yo me limpio con la grincar, asere, no estoy en na’. Pero el bolón de ella sí ej fao. Si no se pone pa’ ejto la van a pichear pa’l tanque, ambia. Y aquí sí no se puede tocal a nadie de guilletén pa’ que resuelva.

Ayer, luego del güirón, y de espantalme un calzo responsable con su masita, una caldosa prendía, un rojquete y un batío, cagaítos a la jama del mej pasao, al fin le chamullé a la Carmelita.

Le bajé lo de la grincar y que al Pericón, su otro helmano, lo pueden dejal quieto en base en lo de la recogía de fresa, pero tiene que tiraj por delante un segurola barín antes de la averiguadera. Si no, es penco ñampiao en la carretera. Lo pueden pichear pal tanque y allí se lo bailan y no lo pagan, asere.

La jeva me puso que dejpué que ella le tire una cobita a la alfombra y enmerengue el cake, se va a embasal en una rufa para ponejle la muela al Pericón en el bodegón donde él pincha, al lado del timbiriche de Nacho, un cúmbila suyo que es yegua y un tipo bacán que le quiere tirar un cabo. Dice que la envolvencia no es en Méjico, sino en la Yuma y que to’ va estal bacán.

Al consojte le va bacán en el timbiriche. Vende biberonej, tela, cuello e’ tortuga, leva de cuerola, colgaderas y cuchillitas en el barrio, y también echa pa’lante frazadas, sábanas que se prenden y pa’ tapalse, y parte bajita de camas. A su timbiriche va gente extraña.

El Vicentón me bajó que va a cerrar el punto y se va a ir en el hierro dejpué de la rrunión a jamarse la cola a cappela pa’ cuadral lo de laj planilla esa pa’ la grincar de la jeva. Salen en dos bombas cada una. Pero suave, que el bisne no e’ hajta el miércole.

Qué pasa, nagüe, Cirilo, yo sí le desembuché el doble nueve al Vicentón, y me puso eso de que loj papele son ocambo, y que loj barín hay que llenarloj el miércole.

Me embarretinao conque la blanca ejta cree que yo soy meao y que no ejtoy puesto pa’ resolvejle. Y ya tu vej, yo sí estoy dándole agua al dominó. Yo no soy palmiche, ni comemierdón, eso no me cuadra, ambia.

Al final, asere, yo ejtoy en esa jeva hajta el pescuezo, con tiñosón y to’. Cuando la pillo se regala, me tira por el piso moviendo la trastienda. Con su pasión abundante, la defensa apuntando pa’lante, y la caja e’ bola esa tan rrrica, es mamey de Santo Domingo. Pinta bien, andoba, cómo me estoy apencando to’ de laj murumaca que hago por ese tronco e’ hembra…

*Asere, persona que habla en una jerga hispana marginal; amigo, o “socio”.

Traducción al castellano

…Yo estaba trapeando la acera cuando vi que Carmelita salía de la tiendecita en que venden agua y venía para acá. Vi cómo corrió, como dos cuadras al lado de la camioneta de Pancho, quien no acababa de parar.

“¡Coño, Pancho, acaba de parar de una vez, no te hagas el gracioso, comemierda…!”, le gritaba ella mientras corría veloz por la acera.

Cuando la camioneta paró frente a la peletería, ella se subió y se fueron a gran velocidad. Yo por poco me voy corriendo también. Me indignó ver a la policía de Inmigración haciendo chequeos, pero a mi no me vieron. Eso fue tremendo. A algunos entretenidos sí los agarraron. A un sonso lo sorprendieron encima de la cerca de la heladería, lo golpearon y luego se lo llevaron para el hospital. Se veía mal el tipo.

Luego no he visto más a Carmelita. Se esfumó. La he llamado varias veces por teléfono, pero no está en su apartamento y no he podido decirle que le ha cogido tarde para solicitar la green card, para que no la deporten.

Como la llamo y no está, ella no sabe que el jefe de ella en su trabajo habló con su hermano Vicente, el que tiene una peletería, y le dijo que para Carmelita es obligatorio hacer enseguida el trámite para la green card. Al día siguiente mi mamá también la llamó por teléfono, pero no estaba.

A mí me importa un comino la green card, pero la situación de ella es bien delicada. Y aquí en EE.UU. no hay soborno que valga.

Ayer, luego de la fiestecita y de comerme una empanada de carne frita, una sopa picante, una rosquita, un helado y un batido, igualitos que los que sirvieron en la reunión del mes pasado, llamé a Carmelita.

Al fin pude decirle lo de la green card y también avisarle que Pedro, su otro hermano, sí puede salir absuelto en el asunto de la recogida de fresas, pero que debe tener un seguro válido antes de que comience la investigación de lo ocurrido. Sin un seguro está frito, está en un lío, lo pueden meter preso y en la cárcel hasta lo pueden matar.

Carmelita me dijo que después que limpie la alfombra y que le ponga merengue al pastel que hizo, va a coger un ómnibus para ir a hablar con Pedro en el supermercado donde él trabaja, al lado de la tiendecita de Nacho, un amigo suyo que es homosexual, muy buena gente y quiere ayudar a Pedro, y dice que el rollo no es en México, sino en Estados Unidos. Cree que todo va a salir bien.

A él le va bien en el negocio. Vende biberones para niños, lápices, pantaletas, telas, abrigos, pulóveres de cuello alto, jackets de cuero, aretes y cuchillitas de afeitar en el barrio, frazadas, sábanas contour y para taparse y pieleras de cama. A su tiendecita van muchos extranjeros.

Vicente me dijo que luego de la reunión va a cerrar la tienda e irá en su automóvil a hacer la cola para comprar las planillas para que Carmelita solicite cuanto antes la residencia permanente. Cada planilla cuesta 50 centavos, pero ella no podrá presentarlas hasta el miércoles.

¿Cómo crees eso? Yo sí fui a decírselo a Vicente, claro que sí, y me dijo que las planillas que hay son viejas y las nuevas se pueden presentar a partir del miércoles.

Yo creo que esta rubia piensa que yo soy un inútil. Me molesta que ella piense que no hago nada por ella en este rollo. Y ya ves que sí estoy haciendo. Yo no soy ni tonto, ni un cero a la izquierda. Eso no me cuadra.

Al fin y al cabo ese monumento de hembra me tiene loco, con sus líos y todo. Cuando la miro se pone más sexy y apetitosa al caminar. Con ese pelo rizado, esos senos firmes y esa retaguardia deliciosa que tiene, es un bomboncito. Mira cómo adelgazo por día con tanta ansiedad por ella…

Publicado originalmente el 19 de abril de 2010.

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Autor

  • Roberto alvarez quinones

    Roberto Alvarez Quiñones (1941), periodista, economista y licenciado en Historia cubano residente en California, con 40 años de experiencia como columnista en el área económica, primero en Cuba en el periódico “Granma” (1968-1995), y simultáneamente en la Televisión Cubana, donde fue comentarista de economía internacional, desde 1982 a 1992. Profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana desde 1982 a 1992. Llegó a EEUU en 1995, y en 1996 comenzó a trabajar en el diario “La Opinión” de Los Angeles, donde fue editor y columnista de las secciones de Negocios, Latinoamérica, El Mundo, y el suplemento “Tu Casa” (bienes raíces), hasta 2008. Actualmente es analista económico de Telemundo (TV), y escribe columnas y artículos para varios medios en español de EEUU y España. Es autor de 6 libros, 4 publicados en La Habana y 2 en Caracas, Venezuela. Ha recibido 11 premios de periodismo.

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