No había dudas: la atleta norteamericana Simone Biles arrasaría con el oro de París en todas las disciplinas de gimnasia artística. Sin embargo, el pasado 6 de agosto cayó por tierra “literalmente”; ya que tras ganar las tres primeras preseas prometidas, sucumbió en la “prueba suelo” a manos de la brasilera Rebeca Andrade.
La atleta nacida en Guarulhos (Gran San Pablo) en 1999, ganaba así su sexta medalla olímpica (un oro y una plata en Tokio 2020, y dos platas y un bronce en París) tras desbancar a Biles, una de las mejores atletas de todos los tiempos.
Sin embargo y amén del llanto de la deportista en el podio, quizás fuera más conmovedor el video que grabó Milly Lacombe, pionera del periodismo femenino de Brasil. En apenas dos minutos, la comunicadora dijo: “La más grande atleta olímpica brasileña de todos los tiempos es una mujer negra; y eso importa. La representatividad importa. Importa que Rebeca haya cantado el himno con orgullo. Importa que ella venga de la periferia. Importa porque eso nos viene a decir que, con un poquito de inversión, la gente conquista universos… Imaginen lo que pasaría si a todos los brasileros y a todas las brasileras les fuera dada la posibilidad de practicar deportes».
«¡Viva el Brasil de la periferia! Vivan las madres negras, porque sin ellas no habría Rebecca y no habría Brasil. Viva ese Brasil que nos representa tan bien, por más que haya sido oprimido en dosis tan colosales”.
Durante la premiación, tanto Biles como su compatriota Jordan Chiles hicieron una reverencia a la atleta brasileña a modo de brutal reconocimiento. Pero nada mejor que las palabras de Lacombe para graficar la importancia de un triunfo que, sobre todas las cosas, fue una reivindicación a los por siempre olvidados.
No es oro, pero como si lo fuera…
Pocos países fueron tan saqueados en su oro como el Perú en tiempos de la “conquista”. Los piratas españoles no sólo se lo llevaron de sus minas sino también (y sobre todo) fundidos en maravillosas estatuillas incas ante el silencio de un pueblo oprimido.
Cinco siglos después, sólo una medalla volvió al país, la única dorada obtenida en un juego olímpico. Fue en Londres ´48 y la proeza estuvo a cargo del tirador de pistola Edwin Vásquez Cam. Luego vinieron tres plateadas, dos en tiro y una en volley; la última de ellas en los Juegos de Barcelona ´92, como símbolo de que España no devuelve el oro nunca.
Desde entonces, el país estuvo 32 años sin medallas ni mención alguna en una olimpíada. Pero la sequía se quebró el pasado 1 de agosto, cuando Evelyn Inga consiguió ya no una medalla pero sí un diploma que cotiza en oro; al clasificarse octava en la disciplina “marcha”, tras caminar 20 kilómetros en una hora y veintiocho minutos.
Con 26 años, Evelyn nació y reside en Huancayo, ciudad fundada en 1572 como “pueblo de indios”. La atleta, de incontestable sangre indígena, se trasladó a la Argentina con su entrenador Alfredo Quispe de cara a su participación en París 2024. Pero tras el logro obtenido en su competencia, la televisión peruana entrevistó a sus padres, dos humildes despenseros de la ciudad que hablaron del sacrificio de su hija en un país de casi nulo apoyo al deporte y en el cual su hija “ha empezado muy de abajo”.
Los padres de Evelyn no lo dijeron, pero los “wankas” (ancestros de la ciudad que toma de esa nación su nombre) eran indómitos guerreros y guerreras. Y una de ellas, Evelyn Inga, puso su nombre en lo más alto del mundo; acaso como modo de callar el silencio oprimido de su raza y empezar a remediar tanta injusticia.
Luchador de las cuatro décadas
El cubano Mijaín López Núñez está considerado, de manera unánime, como uno de los mejores atletas de lucha grecorromana de todos los tiempos. Participó de seis juegos olímpicos y el primero (Atenas 2004) con 21 años, lo tuvo en quinto lugar. Pero luego vendría la seguidilla que le daría el récord mundial; cinco medallas de oro en cinco juegos olímpicos consecutivos: Beijing 2008, Londres 2012, Río de Janeiro 2016, Tokio 2020 y la última en París 2024; esto es, 16 años sin conocer la derrota en la máxima competición mundial.
Nacido en Consolación del Sur, Mijaín tuvo que abrirse paso como luchador de color en un país de exilios y bloqueos, pasando una niñez en la que empezó a desarrollar sus músculos cargando cajones de fruta como estibador.
A diferencia de otros campeones olímpicos cubanos como los boxeadores Andy Cruz o Guillermo Rigondeaux, Mijaín López Núñez permaneció siempre en la isla, defendiendo el legado deportivo de la Revolución Cubana. Y de hecho, en 2021 le dedicó su cuarto oro al fallecido Fidel Castro. Antes de su última batalla del 6 de agosto en París, anunció «el martes, pongan el televisor para ver el quinto oro». Y así fue.
https://www.youtube.com/watch?v=hXEUjlx9N_Y
En la final de los 130 kilos venció a su compatriota Yasmani Acosta; en lo que fue una celebración del deporte cubano, el que más oros olímpicos obtuvo en América, sólo por detrás de los Estados Unidos.