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Tortura: Inmigrantes en celdas de aislamiento (parte 2)

Una celda de aislamiento. Foto: Wikipedia

“Me decían insultos como ´marica´, ´pájaro´, ´put…´, como le dicen a los gays… (y) en segregación, los guardias me pedían … que les hiciera sexo oral”, relata un migrante de 32 años de su humillante experiencia en una cárcel en el condado de Etowah, Alabama, en donde estuvo detenido.

Esta es una de las muchas acusaciones de 26 migrantes que estuvieron en celdas de aislamiento en centros de detención del Servicio de Control de la Inmigración y Aduanas (ICE, siglas en inglés) o en cárceles privadas.

Los migrantes participaron del estudio de Physicians for Human Rights y Harvard University,“Pesadilla sin fin: tortura y trato inhumano en régimen de aislamiento en centros de detención de inmigrantes de Estados Unidos”, que documentó el trato que recibieron entre 2018 y 2023.

Los migrantes del estudio

Entre los participantes del estudio, había 23 del sexo masculino, una mujer y dos que se identificaron como agénero y transgénero. Su edad era de entre 29 y 56 años y casi un tercio eran de México (31%); un cuarto de Colombia (23%); y 12% de Honduras.

Los detenidos estuvieron en centros de detención ubicados en 17 estados, incluyendo California. Veintidos de estos centros pertenecen a corporaciones privadas: 12 al Grupo GEO, 5 a CoreCivic y uno tanto a Ahtna Support como a Training Services, Immigration Centers of America, LaSalle Corrections y Valley Metro Barbosa Group.

De acuerdo al estudio, los detenidos tienen un promedio de haber sido enviados a celdas de aislamiento de 3.6 instancias. Algunos fueron enviados solo una vez, mientras que otros hasta 30 veces.

La estadía en las celdas de aislamiento fueron de un promedio de 32.2 días, con una mediana de 14 días.

En 62% de los casos, los migrantes eran enviados a las celdas de aislamiento por lo que se alegaba eran  infracciones disciplinarias.

Aislamiento por trivialidades

Ser castigado por razones disciplinarias muchas veces dependía del antojo o humor del oficial de turno que por cualquier acto ordenaban arbitrariamente el aislamiento.

Un migrante que estuvo en el Bristol County Correctional Facility, en Massachusetts, fue agredido físicamente por uno de los guardias. Pero cuando pidió que se le diera atención médica, terminó castigado.

“Sentía dolor en el pecho [por la agresión], pero el  oficial penitenciario dijo que yo estaba mintiendo, por lo que me pusieron en régimen de aislamiento”, dijo el hombre de 34 años. “Salía a caminar sin uniforme y eso era suficiente para que me pusieran en aislamiento”, relató otro hombre de 37 años que estuvo en la cárcel del condado de Orange, en California. “Por cualquier cosa mínima, encontraban una excusa para ponerme en aislamiento. Incluso por usar la estufa para calentar café, me dieron 7 días de aislamiento”.

Lo peor era que al ser enviado a la celda de aislamiento no se sabía cuánto duraría el encierro. Una incertidumbre que genera ansiedad y depresión.

“Cuando vas al ‘agujero’ [celda de aislamiento] no sabes cuánto tiempo vas a estar allí”, dijo un hombre de 39 años que estuvo en el Eloy Detention Center, en Arizona.

La luz y la temperatura como castigo

En algunos centros, los oficiales regulaban la iluminación y la temperatura de las celdas para crear condiciones incómodas. Una luz fuerte y constantemente prendida, no deja dormir. El detenido termina confundido y no puede determinar la hora del día.

La gran mayoría de los migrantes del estudio, 77%, reportaron que los guardias mantenían prendidas las luces fluorescentes las 24 horas o gran parte del día.

Una persona de 32 años que estuvo en el Richmond Correctional Center, en Louisina, afirmó: “Perdí toda noción del tiempo: las luces estaban encendidas todo el tiempo y no había relojes en las paredes ni en las ventanas”.

Numerosos estudios médicos han reportado que tener las luces encendidas durante períodos prolongados provoca privación del sueño debido a la desregulación de los ciclos naturales de sueño-vigilia del cuerpo, o ritmo circadiano, y puede provocar desorganización cognitiva, paranoia y alucinaciones.

“Estas condiciones, como el aislamiento social, la iluminación brillante constante y la exposición al frío”, dice el estudio, “son estrategias bien documentadas de tortura e interrogatorio diseñadas para infligir angustia psicológica y han sido descritas en entornos de detención de inmigrantes en los Estados Unidos”.

Algunos migrantes describieron la temperatura en las habitaciones como insoportablemente fría, con el aire acondicionado encendido en todo momento y sin que les proporcionaran mantas o abrigos.

La comida

La comida que recibían los migrantes, de acuerdo al reporte, era de muy baja calidad. En ocasiones, se les daba alimentos que ya habrían expirado. Si bien por regulaciones debían recibir 3 comidas por día, a veces en las celdas de aislamiento solo se les daba desayuno y cena.

Un migrante de 32 años que estuvo detenido en Etowah County Jail, en Alabama, describió su comida como un “vómito”. Otro de 29, de un centro de detención en Louisiana, reportó que le daban un “atún empapado en pan” que parecía como “comida para gatos”.

 Cuando un hombre de 37 años, que estuvo en Orange County Jail, pidió que se le diera agua, el guardia le respondió: “Toma agua del toilet”.

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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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