El sábado 11 de febrero, Andrés Arguelles Álvarez, vendedor ambulante, fue acosado por cuatro mujeres jóvenes que aparentemente gozaban de exceso de felicidad y el aliento alcohólico. Ofendían al joven, tocar la comida que vendía con sus manos, le decían que se podía meter en problemas porque era ilegal.
Insultos y acoso
Aparentemente todo inició por el precio de los hot-dogs por el que el vendedor pedía $7 y las jóvenes solo querían pagar $5, pero después de 40 minutos ya estaban pidiendo gratis la comida y finalmente se fueron sin pagar. Todo esto ocurrió afuera de Viejas Arena en la Universidad Estatal de San Diego (SDSU).
Esta escena se pudo viralizar gracias a que otra joven que esperaba ser atendida por Arguelles, quien no dejaba de decir que lo dejaran en paz, grabó el incidente en su teléfono celular. Luego de subirlo a las redes, el video se expandió por todo el sur de California, al grado que autoridades universitarias tuvieron que reaccionar.
Inicialmente las autoridades de SDSU dijeron que investigarían el caso ya que no estaban seguros si las jóvenes del incidente eran estudiantes en la universidad. Finalmente, hace unas semanas las autoridades del campus se deslindaron del caso, lo condenaron y afirmaron que ninguna de las jóvenes era alumna de la institución.
Uno de los que acudió al rescate de Arguelles en forma inmediata fue Edin Alejandro Enamorado, un activista que se ha convertido en el Ángel de la Justicia de varios vendedores ambulantes que son blancos de frecuentes ataques.
El joven de 35 años les trae gas pimienta para que se protejan, les ofrece ayuda legal y hasta hace reuniones para juntar dinero para las víctimas.
“Como no fue un ataque físico –en el caso de Arguelles- no califica para la Visa U, pero si le ofrecimos una consulta gratis de parte de mis amigos que son abogados”, explicó el joven, residente de Cudahy.
Un atacante reincidente
Alejandro, quien tiene una gran parte de las historias de las víctimas que ha apoyado en su cuenta de Instagram @enamoradoalex_, dijo que desafortunadamente muchos de estos casos, aunque llevan una gran carga de discriminación, racismo e intolerancia es muy difícil que califiquen para delitos de odio.
Uno de los casos en los que participó con el abogado Christian Contreras, su amigo y voluntario, fue el de Woodland Hills, donde Daniel J. McGuire, un individuo de unos 60 años, fue captado en video destruyendo con un hacha el puesto de frutas de un vendedor ambulante, además de expresar su desprecio por los vendedores.
El abogado pudo conseguir una orden de restricción contra el agresor por parte de las autoridades; finalmente la corte le obligó a restituir las pérdidas del vendedor agredido. Esa no era la primera vez que McGuire agredía a una persona en un puesto de venta en su vecindario.
Contreras explicó que si bien es cierto que muchos de estos ataques tienen mucho peso discriminatorio, de intolerancia y de odio, son muy difíciles de probar porque se tiene que comprobar a la corte que el individuo odia o es intolerante ante este grupo (mexicanos o latinos) y eso no es fácil.
“Las personas que atacan nunca van a decir que lo hacen porque la persona a la que agreden es mexicano o latino”, explicó. Dicen que los atacan “porque son vendedores ambulantes”.
Las dificultades de probar el caso
El abogado explicó que al ser esa la excusa del ataque, entonces deja de ser odio el motivo, cuando en realidad hay muchas probabilidades de que si lo sea.
“Se tiene que cambiar las leyes para que haya más justicia”, explicó Contreras.
El abogado ha representado a por lo menos 10 vendedores ambulantes en dos años de esfuerzo para ayudar a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad en el sur de California.
“En el caso del señor McWire él había publicado algo contra los latinos y eso facilitó el caso, pero son situaciones muy complicadas”, enfatizó.
Respecto al caso de Arguelles en San Diego, Contreras expresó que si bien posiblemente no se puede hablar de odio necesariamente, hay bases para mencionar la intolerancia y que hay personas que se sienten superiores o que piensan que los vendedores ambulantes son seres inferiores a ellos.
Esta semana, el Consulado General de México en San Diego hizo un llamado a las víctimas de discriminación o delitos de odio para que busquen apoyo legal en la sede diplomática, todo esto a consecuencia del abuso al vendedor ambulante el mes pasado.
“Cada vez que se comete un abuso hacia un nacional mexicano, levantemos la voz; nuestra comunidad de ser consciente de que no toleraremos la agresión, la discriminación o el perfilamiento racial en ninguna de sus expresiones”, explicó el cónsul Carlos González Gutiérrez en un comunicado.
Otros casos
Una semana después del incidente en San Diego, el 18 de febrero, pero en la ciudad de San José, al norte de California, el vendedor ambulante Carlos Sánchez fue atacado con un bate. Al otro día regresó a trabajar, luego fue al hospital y se encontró con problemas psicológicos como ansiedad y sin poder dormir en las noches.
El joven de solo 22 años de edad fue descrito por su esposa como un hombre honesto y que constantemente le pregunta, con lágrimas en sus mejillas, que por qué le pasó ese tipo de violencia a él si todavía tiene que ver por ellos.
Sánchez es padre de dos pequeñas, es el sustento de la familia y necesita regresar a trabajar ya que lo que gana su esposa, también como vendedora ambulante, no es suficiente.
Otro caso menos mencionado fue el robo a Arely Tafolla, vendedora ambulante afuera del SwapMeet de Los Angeles City College (LACC), quien perdió todos sus postres y arreglos además de su camioneta el 7 de febrero, cuatro días antes del incidente en San Diego.
En este caso, es un negocio ambulante familiar que surgió durante la pandemia. Tanto ella como sus padres dependen de las ventas que hacen afuera del colegio es por eso que pidieron un poco de apoyo a la comunidad.
“Los tiempos son complicados y lo único que buscábamos era tratar de sobrevivir. No puedo trabajar en otra cosa que en mi negocio”, dio Tafolla. “El Covid me dejó con una condición en el corazón que me imposibilita trabajar de 9 a 5 p.m. Solo necesito un poco de apoyo para volver a empezar de nuevo”.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.