Jaque
Hoy en la mañana se me vino a la cabeza el tablero de ajedrez de mármol que compramos en nuestro viaje de luna de miel a Rusia.
Traspuesta después de aterrizar de un sueño que ya no recuerdo mis pupilas se enfrascaron en la imagen del artefacto adornando la mesa de centro del loft.
Habrás creído que dormía.
Pues no.
Mientras te abrías paso por mi cuerpo y me invadían tus manos me rebotó varias veces la certeza de que jamás hemos jugado una partida. Ahí está el tablero, de adorno. Los árabes habrán ideado tamañas hazañas. Los rusos habrán imaginado contiendas mentales, victorias absolutas y viscerales.
Todo esto lo pensé cuando tú, adormilado, te venías y volvias a tu posición inicial.
Mate
No tuve que abrir los ojos.
Adiviné tu eterna postura fetal que me ha dado demasiados calambres en la espalda mientras trato de cuajar el sueño con el imsomnio que me asalta cada mañana.
A veces tengo suerte. Hoy no.
Me distraje con la tabla de ajedrez y me aferré a ella para no tener que naufragar en la tonelada de realidad.
Fue cuando supe que era el fin.
Hoy en la mañana cuando desayunemos te preguntaré qué haremos con el tablero de ajedrez. Contigo, la verdad, no sé qué haré.