Viajo del sanatorio donde está mi mamá, en Torrance, a mi casa en el Este de Los Angeles. Como siempre, la disyuntiva: ¿por el freeway 110 Norte? ¿O del 110 al 91 Este y el por el 710, el que viene del puerto de Long Beach, para el norte?
Para no entrar al centro de LA decido por el 710. Pero el acceso está cerrado. Un rodeo, un detour, desemboca en la avenida Long Beach. Junto con una docena de conductores, hago eso: me bajo en la Long Beach, enfilo al norte…
…y allí se detiene el mundo.
Resulta que están haciendo reparaciones (históricos, necesarios) en la avenida Long Beach, una arteria de transporte esencial de sur a norte, y en lugar de dos carriles, tiene habilitado uno solo. No alcanza para el tránsito en un día normal. Ahora con el freeway cerrado, el embotellamiento es casi completo.
A velocidad de caminata, sigo viajando al norte por la calle, siguiendo los frecuentes carteles: “rodeo al 710 norte”. Ahora somos centenares.
¿Qué pasa en la 710? ¿Qué pasa? Porque también está cerrado el acceso a la carretera por la calle Alondra. Y por la calle Compton, como me tocó constatar una vez que me desesperé y traté de entrar por allí al freeway. Al observarlo vi decenas de camiones detenidos que lo ocupaban.
Un infierno, una pesadilla.
Finalmente desemboco en el 710 tomando la Garfield y el freeway 105. Para encontrar la entrada recorrí cuatro ciudades.
Es que están reparando la carretera, leo en una parte. En algún momento deben cerrarlo.
Las reparaciones ya duran tres semanas.
No, es que están filmando, alguien me dice. Le pagaron a las ciudades y nosotros también pagamos.
Para llegar a cualquier parte, en Los Angeles debemos recorrer distancias siderales, que aquí, se miden en tiempo. Para ver a mi madre, casi dos horas ida y vuelta. Para llevar al niño a su escuela de Altadena, 90 minutos cada día. Para ir al trabajo. Para visitar amigos. Para ir al cine.
Las supercarreteras nos salvan.
Pero también nos condenan a una vida de encierro y angustia.
Dependemos de esta bendición. Recuerdo el dicho de los faraones: Egipto es el regalo del Nilo. Igualmente, Los Angeles es el regalo de los freeways. Así nos va.
Esta fue la primera publicación de HispanicLA, en noviembre de 2008.