Taiwán es ciertamente un estado relativamente pequeño, una isla de 36,000 kilómetros cuadrados donde vive una población de casi 23 millones de habitantes.
Con estas dimensiones reducidas, la tendencia sería que el país no tuviese mayor importancia como integrante de los grandes nexos mundiales de comercio, finanzas, intercambios tecnológicos. Pero, Taiwán es con mucho un actor de indiscutible clase mundial.
La importancia se debe a que juega un papel vital en la generación de valor agregado en sus exportaciones. Reportes recientes y oficiales de organismos internacionales, como el grupo del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) dan cuenta que Taiwán, la emblemática isla, fabrica cerca del 60% de todos los semiconductores –los chips de alta tecnología- del mundo; y –esto es de lo más sorprendente en materia de tecnología de punta- es responsable de la producción casi del 90% de los semiconductores de última generación.
La isla de la tecnología
Como es sabido, los semiconductores son piezas absolutamente indispensables en la fabricación de computadores, teléfonos inteligentes, satélites, sistemas de navegación en general, aviones. La estructura funcional de las más contemporáneas industrias no podría ser posible sin la presencia de semiconductores.
Las innovaciones llevadas a cabo en este ámbito favorecen el desarrollo deslumbrante de nuevas tecnologías, tal el caso de la robótica –robots que se encuentran en fase experimental ya en campos tales como control de cáncer, los cuales tienen dimensiones de la mitad del diámetro de un cabello humano.
Un catalizador de capitales
¿Cómo hace Taiwán para contar con tal grado de desarrollo tecnológico y científico? Se trata un caso emblemático en atracción de capitales para inversión en economía real, la que está relacionada con bienes, servicios y por tanto con la generación de empleo, de oportunidades para las personas.
Operan varios factores. Uno de ellos, el contar como parte de las ventajas competitivas del país, de capital humano altamente preparado, ingenieros que conforman el talento de la isla.
Además, otros aspectos de la competitividad mundial de Taiwán para atraer capitales productivos: infraestructura física, estabilidad política, estabilidad macroeconómica, estado de derecho, instituciones incluyentes y certeza jurídica; y muy importante una cultura de trabajo, de esfuerzo que se orienta a resultados. Bastante distante de culturas “rentistas”, donde la finalidad es la obtención del modelo DRFE –dinero rápido, fácil y efectivo.
Los retos y desafíos
No obstante, todos estos rasgos muy en positivo, la isla debe enfrentar especialmente en la actualidad, renovados retos y desafíos. No es de olvidar, se ubica a unos 180 kilómetros al oriente de China, la gran potencia mundial y asiática. China es un gigante económico que en la actualidad va innovando su modelo de crecimiento. Pasa de un aumento de producción basado en las exportaciones a uno que dependa más de factores sub-sistémicos, tales como la demanda efectiva del mercado interno.
El ambiente borrascoso actual para Taiwán, como lo han catalogado varios analistas, ha sido el escenario y la dinámica dominante en estos primeros cuatro meses de 2024. Ya en enero las nuevas circunstancias se estrenaron con una nueva victoria política del partido oficial.
Se trata del Partido Progresista Democrático (PPD) que ha estado al frente del Ejecutivo en la isla desde 2016. Tiene abiertamente posiciones anti-China manifestando en todo momento que privilegia el sentido de auto-determinación para el país. Este ha sido uno de los factores para mantener tensas las relaciones entre Taipei –la capital taiwanesa- y Pekín.
Ciertamente, los resultados de enero han, como mínimo, mantenido el clima de hostilidades. Es cierto que el PPD no tiene mayoría en el Parlamento de Taiwán, pero se tiene el temor de un ataque chino al archipiélago, más aún si se toma en cuenta el clima de contrariedades en el Mar Meridional de China.
A estas circunstancias y de manera más reciente, es de tener en consideración que el 3 de abril pasado, la isla sufrió el embate de un poderoso terremoto de magnitud 7.4. El resultado fue de varias víctimas mortales y de daños en infraestructura. Se trató del movimiento telúrico más destructivo del país en más de veinte años. Taiwán se encuentra a merced de los movimientos de dos placas tectónicas en el Pacífico Occidental, lo que provoca una alta vulnerabilidad sísmica.
En el ojo de las potencias
Ante estas situaciones a principios de abril de este año 2024, las diferentes potencias vieron con atención a la isla. La recuperación de su capacidad industrial fue por demás sobresaliente. En 24 horas, las fábricas principales habían vuelto a la normalidad en un 70% respecto a la producción de semiconductores. Esto alivió las percepciones de los mercados industriales de alta tecnología, y el comportamiento de los valores especulativos de las diferentes bolsas en el mundo.
Los sistemas de productividad mundiales confían en que el desempeño de Taiwán continúe por sendas de estabilidad. Fenómenos naturales adversos –fragilidad sísmica- así como contenciosos políticos internacionales pueden interferir. Las autoridades de Taiwán lo saben. Las apuestas se dirigen a blindar la economía, sabiendo del papel clave que la isla tiene como actor estratégico en bienes tecnológicos intermedios. Los mismos son indispensables para las industrias ubicadas en la frontera de la competitividad actual