Washington y América Latina: cuidado, frágil

Tal y como ha ocurrido con al menos las últimas tres administraciones desde la Casa Blanca, las esperanzas para Latinoamérica basadas en las relaciones con Estados Unidos se perfilan mediante frágiles y resbaladizas proyecciones. Se trata de un amplio abanico de posibilidades como parte de una dinámica dominada por lo que los diferentes grupos perciben como escenarios que van desde los más providenciales hasta los más catastróficos. Las percepciones se actualizan conforme a intereses, angustias y afanes de los interesados.

La era post-Trump

Por ahora, se han dejado atrás los años de Trump, pero las esperanzas no dan para mucho. No existen mayores prioridades para la región como parte de la diplomacia Biden. De allí que, para muchos sectores, el abandono hacia la región seguirá siendo parte esencial del guion evidente.

No obstante, los trastumbes que la región exhibe -véase la indiscutible situación del Perú del hoy expresidente Pedro Castillo– se presentan también presiones que en última instancia hacen grupos de mayor radicalismo. Estos últimos se enfocan más en contener lo que parece ser la amenaza de una gran inundación de los grupos contrarios de lado y lado. Las simplificaciones en los análisis van ganando terreno, alentadas en el medio fértil de las “redes sociales” con sus contenidos sin control ni filtraciones.

El pasado 22 de Noviembre, el entonces Presidente de la República del Perú, Pedro Castillo Terrones, había sostenido audiencia con la Misión de la Organización de los Estados Americanos – OEA.

En este contexto, como se ha puntualizado en otras ocasiones referentes a épocas históricas comparables, se tendrían dos ópticas complementarias.

Por una parte, los elementos que enfatizan que la región seguiría siendo un componente geoestratégico relegado a un recurrente olvido por parte de la potencia del norte. “Estados Unidos no tiene amigos, sólo tiene intereses”, como se le adjudica haber dicho a John Foster Dulles (1888-1959) quien ocupara la Secretaría de Estado en los años cincuenta, y cuyo legado aún se resiente en especial en latitudes centroamericanas.

Buscando los favores de Washington

Allí se van decantando las percepciones de continuidad, en las cuales las aspiraciones de gobiernos regionales se inclinan por conseguir buenas cataduras de parte de Washington. Son deseos que por lo general naufragan en la indiferencia de oficiales estadounidenses. Ellos están, al parecer, más preocupados por una globalización que fortalece los nexos con otras potencias imprescindibles en este mundo que se enrumba fortalecido, a una condición multipolar.

Y estas últimas posiciones no carecen de fundamento cuando se toman en cuenta las realidades que traen aparejadas la guerra Rusia-Ucrania, los problemas de la competitividad China, su propuesta de la nueva “ruta de la seda” y las posiciones amenazantes sobre el mar Meridional, muy cercano a Taiwán.

Por otra parte, están los grupos que siguen cifrando sus anhelos en que Washington los tome en cuenta y los apoye decididamente, esto incluye recursos; si son militares, mejor. Uno nunca sabe. Al menos aspiran a que se les trate con benevolencia, mediante procesos que concreten perspectivas convergentes en la política económica. Esto podría ocurrir más por omisión y desenfado, que por notoria actividad política.

De concretarse esto último, lo más probable es que los demócratas no duden en hacer efectivas el cúmulo de cuentas de cobro acumuladas, dado que varios gobiernos de la región, en mayor o menor grado, se la jugaron en pro de la propuesta trumpista.

La frágil relación entre Latinoamérica y Washigton
Grupo de apoyo al derrotado Bolsonaro se concentraron en Time Square reclamando la destitución del Presidente Lula Da Silva y exigiendo la presencia de las Fuerzas Armadas.

Ante este escenario, muchos de los grupos más conservadores saben que la dinámica actual parece no tener reversa, especialmente en el campo del comercio internacional. Ante la dinámica renovada con su reiterada indiferencia hacia las naciones al sur del río Grande, en la frontera con México, muchos grupos tenderían a aferrarse a un genuino milagro, mientras las apuestas continúan jugando en su contra.

Es evidente que, en todo caso, la influencia de Washington en la región tenderá a ser indirecta. Sin embargo, en ciertos casos y circunstancias ha jugado un papel de primer orden.

La crisis de la región

Tomemos por ejemplo la situación de las comisiones contra la corrupción y la impunidad. Una de ellas desmantelada en Guatemala y la otra con ciertas esperanzas tanto en El Salvador como en Honduras. Para Guatemala dicha comisión, reconocida por sus siglas CICIG, significó una amenaza para grupos de notable poder, especialmente en el Ejecutivo. En general ellos incluyen a conglomerados que se han beneficiado de condiciones rentistas que han utilizado las palancas del Estado para forjar fortunas. En El Salvador y Honduras las iniciativas de lucha contra la corrupción siguen tratando de evitar el naufragio. De alguna manera estarían esperando que Washington les brinde el respaldo que tanto necesitan.

Latinoamérica nuevamente, no puede aspirar a tener un papel protagónico en la agenda de Washington. No ha sido región prioritaria incluso desde que George Kennan (1904-2005) -el arquitecto de la política exterior estadounidense luego de la II Guerra Mundial- delineara las medidas de contención de la amenaza soviética.

Desde allí se enraizaron las tendencias en pro de la inversión en Europa Occidental, y el fortalecimiento del respaldo económico en Asia: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur. Al respecto véase las obras del propio Kennan: “Memorias 1925-1950” (1967) y “Las Fuentes del Comportamiento Soviético” (1947).

La frágil relación ente Latinoamérica y Washigton

Otra sería la situación si América Latina y el Caribe estuviese unida o al menos coordinada entre los países que la conforman. Seríamos la cuarta economía del mundo, algo semejante a Alemania. Seríamos un actor de clase mundial. Estando como estamos, las cuentas no nos cuadran por muchos lados. Es lamentable reconocerlo, estando como estamos, los países más desarrollados ni nos escuchan, ni nos esperan, ni nos necesitan.

Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. en Economía para el Desarrollo y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Pittsburgh, con post-grados de la Escuela de Altos Estudios Comerciales -HEC- en París, Francia, y de la Universidad de Harvard. Ha sido Director de Integración Latinoamericana y del Caribe en el Sistema Económico Latinoamericano y Director de Informe en Naciones Unidas.

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