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5 poemas de los derrotados en la conquista de América

Hablan los vencidos: 5 cantos tristes de la conquista de américa
La conquista de América y en particular de México ha sido narrada por los españoles y repetida a lo largo de los siglos, a veces en sus poemas de conquista, en sus compendios de historia, en sus tradiciones. Algunas de las versiones se apiadan de los vencidos y su suerte trágica. Otras la ignoran y glorifican a Hernán Cortés, la Corona, a las nuevas deidades. Usan términos como gesta, civilización, conversión, evangelización… En ellas no hablan los derrotados: callan como muertos. Porque lo están.
Estos escasos 5 poemas expresan la visión de los vencidos, la pesadumbre y la infinita desesperación que invadió los corazones de los habitantes de Mesoamérica cuando el mundo que conocían fue destruido en unos meses a manos de 400 soldados españoles, 15 caballos y miles de aliados.
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Sabemos que la aplastante derrota fue consecuencia de al menos tres factores.
Primero, la ayuda militar y de aprovisionamiento a los españoles por parte de la nación tlaxcalteca y otros pueblos originarios. Miles de ellos lucharon hombro a hombro con los españoles, creyendo que éstos les ayudaban en una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente al dominio azteca.
Segundo, la superioridad tecnológica de las armas españolas y el impacto de sus caballos. Tercero y fundamental, la crisis ya existente en Tenochtitlan y la débil resistencia presentada por Moctezuma, explicada por las ocho premoniciones que según la leyenda recibió anunciando la llegada de los invasores. La conquista de América fue entonces una tragedia única en la historia humana.
La enorme mayoría de las obras poéticas y literarias previas a la conquista de América fueron destruidas a manos de los conquistadores. Quedaron pocas, estampadas en algún códice superviviente, reconstruidas a partir de la memoria. Las recopilamos de diversas fuentes.
Esta es la visión de los vencidos, en 5 poemas desgarradores.
Hablan los vencidos: 5 cantos tristes de la conquista de américa
Tenochtitlan

Los últimos días del sitio de Tenochtitlan (Anónimo)

Este primer poema, uno de los más conocidos, data de 1528, y «describe con un dramatismo extraordinario la situación de los sitiados durante el asedio de México-Tenochtitlan«, entre el 26 de mayo y el 13 de agosto de 1521.

… Todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con suerte lamentosa nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados con sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos, es como si hubiéramos bebido
agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia nuestra red de agujeros.
En los escudos fue su resguardo:
¡.
Todo esto pasó con nosotros.

La ruina de tenochcas y tlatelolcas

Este poema de 1528, describe la situación de los sitiados durante el asedio de México-Tenochtitlan.

Afánate, lucha, ¡oh Tlacaltéccatl Temilotzin!:
ya salen de sus naves los hombres de Castilla y los de las chinampas.

¡Es cercado por la guerra el tenochca;
es cercado por la guerra el tlatelolca!

Ya viene a cerrar el paso el armero Coyohuehuetzin;
ya salió por el gran camino del Tepeyac el acolhua.

¡Es cercado por la guerra el tenochca;
es cercado por la guerra el tlatelolca!

Ya se ennegrece el fuego;
ardiendo revienta el tiro,
ya se ha difundido la niebla:

¡Han aprehendido a Cuauhtémoc!
¡Se extiende una brazada de príncipes mexicanos!
¡Es cercado por la guerra el tenochca,
es cercado por la guerra el tlatelolca!

Hablan los vencidos: 5 cantos tristes de la conquista de américa

Se ha perdido el pueblo mexica

Esta elegía de 1523 pertenece a la colección «Cantares Mexicanos». Describe la ruina y muerte del pueblo mexica durante el asedio de Tenochtitlan.

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco.

Por agua se fueron ya los mexicanos;
semejan mujeres; la huída es general

¿Adónde vamos?, ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad?
Ya abandonan la ciudad de México:
el humo se está levantando; la niebla se está extendiendo…

Con llanto se saludan el Huiznahuácatl Motelhuihtzin.
el Tlailotlácatl Tlacotzin,
el Tlacatecuhtli Oquihtzin . . .
Llorad, amigos míos,
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación.
¡El agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.

Sin recato son llevados Motelhuihtzin y Tlacotzin.
Con cantos se animaban unos a otros en Acachinanco,
ah, cuando fueron a ser puestos a prueba allá en Coyoacan

Sólo vinimos a soñar

Atribuido a Tochihuitzin Coyolchiuhqui, quien vivió entre el siglo XV y el XVI. Fue gobernador de Teotlatzinco, contemporáneo de Nezahualcóyotl. Hijo de Itzcóatl, gobernador de Tenochtitlán.

Así lo dejó dicho Tochihuitzin,
así lo dejó dicho Coyolchiuhqui:
De pronto salimos del sueño,
sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto
que vinimos a vivir sobre la tierra.
Como yerba en primavera
es nuestro ser.
Nuestro corazón hace nacer,
germinan flores de nuestra carne.
Algunas abren sus corolas,
luego se secan.
Así lo dejó dicho Tochihuitzin

 

Canto

Atribuido a Cacamatzin o Cacama quien vivió entre 1483 y 1520. Gobernó en Texcoco. Hijo de Nezahualpilli y de Chalchiuhnenetzin, hermana de Moctezuma.

Amigos nuestros,
escuchadlo:
que nadie viva con presunción de realeza.
El furor, las disputas
sean olvidadas,
desaparezcan
en buena hora sobre la tierra.
También a mí solo,
hace poco me decían,
los que estaban en el juego de pelota,
decían, murmuraban:
¿Es posible obrar humanamente?
¿Es posible actuar con discreción?
Yo sólo me conozco a mí mismo.
Todos decían eso,
pero nadie dice verdad en la tierra.
Se extiende la niebla,
resuenan los caracoles,
por encima de mí y de la tierra entera.
Llueven las flores, se entrelazan, hacen giros,
vienen a dar alegría sobre la tierra.

Es en verdad, tal vez como en su casa
obra nuestro padre,
tal vez como plumajes de quetzal en tiempo de verdor
con flores se matiza,
aquí sobre la tierra está el Dador de la vida.
En el lugar donde suenan los tambores preciosos,
donde se hacen oír las bellas flautas
del dios precioso, del dueño del cielo,
collares de plumas rojas
sobre la tierra se estremecen.

Envuelve la niebla los cantos del escudo,
sobre la tierra cae lluvia de dardos,
con ellos se oscurece el color de todas las flores,
hay truenos en el cielo.
Con escudos de oro
allá se hace la danza.
Yo sólo digo,
yo, Cacamatzin,
ahora sólo me acuerdo
del señor Nezahualpilli.
¿Acaso allá se ven,
acaso allá dialogan
él y Nezahualcóyotl
en el lugar de los atabales?
Yo de ellos ahora me acuerdo.

¿Quién en verdad no tendrá que ir allá?
¿Si es jade, si es oro,
acaso no tendrá que ir allá?
¿Soy acaso escudo de turquesas,
una vez más cual mosaico volveré a ser incrustado?
¿Volveré a salir sobre la tierra?
¿Con mantas finas seré amortajado?
Todavía sobre la tierra, cerca del lugar de los atabales,
de ellos yo me acuerdo..

***

Los poemas de conquista sucedieron a los poemas de la derrota. Los poemas de conquista son los que nos llegaron, los que se incorporaron a nuestras historias. Esta fue la contraparte.

Publicado originalmente el 14 de febrero de 2020.

 

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