El director de cine Jacques Audiard dijo el pasado agosto en Konbini, publicación especializada en cultura, que la lengua hispana era una lengua de países en vías de desarrollo, con escasos recursos, de gente pobre, de migrantes… (original en francés).
Frases de este vuelo se han oído antes, sobre todo desde ciertos ambientes franceses, que no saben cómo auparse por encima del español. No es odio, es chovinismo trasnochado.
El efecto de sus palabras es dañino, porque se viene a transmitir que una lengua de pobres solo puede generar “ideas pobres”. Denigrar a seiscientos millones de hablantes es mucho peor que todo lo que se le achaca a Karla Sofía Gascón, intérprete de “Emilia Pérez”, en su camino al Óscar. Pero él, sigue nominado a mejor director.
Por eso hay que denunciarlo.
Nadie ha pedido que retiren la candidatura de Audiard al Óscar, lo que demuestra la hipocresía y la volatilidad de los alegatos. Aquí vamos a romper una lanza por Karla.
Es inaceptable que se piense que Jacques Audiard ha resuelto su resbalón diciendo “amo el español”. Ya está. Perdonado. KARKAJADA (KKJ). Es tan absurdo como decir: “Karla no ha pedido perdón” (luego veremos la cruda realidad). Las palabras son palabras y su capacidad ceremonial se circunscribe a perderse en la galería del aire.
¿Cómo se destapó el escándalo que puede cerrar la puerta de Karla al Óscar ?
Hay una defensora vigilante a tiempo completo de atropellos culturales que puso sobre el tapete lo que consideraba un comportamiento racista. Veamos cómo llegó a unos tuits que considera que deben destruir el derecho de Karla a un galardón, que sería premio muy merecido por participar en una película “ya premiada” en la que encarna a un personaje mexicano “trans”.
Todo proviene de una corazonada, como explica la denunciante en una entrevista leída en El Confidencial (6, 2, 2025). Dice que lo practica a menudo. Veamos en que se basa esta corazonada.
Como Karla es española en una película francesa con un asunto mexicano que se presenta a un Óscar en Hollywood con un personaje trans, entonces la periodista decide investigar a Karla con respecto a una prenda de mujer llamada hiyab que cubre la cabeza, y tamiza sus tuits en busca de la palabra “islamist”. Y lo hace en español, lengua que no habla ni entiende.
Para hacerlo, traduce textos a voleo con un servicio automático en línea, aparentemente sin verificar los resultados. La periodista, nos dice que se define como “afroamericana y musulmana”, y es canadiense.
La verdad es un cacao difícil de ordenar coherentemente. ¿Cómo “trans” y “Óscar” acaban confluyendo con “hiyab” e “islamist” en la mente de una afroamericana canadiense musulmana? ¿De dónde proviene el pálpito que le lleva a buscar los tuits antimusulmanes de Karla? Lo dejo a su juicio.
El caso que se juzga. ¿Es un tuit o un documento?
Se dirá que, se mire como se mire, si lo que Karla dijo es lo que dijo, eso es lo que cuenta. Veamos hasta dónde es verdad.
Lo más importante, para empezar, es el atrevimiento tratar un tuit o “pi-pi-pío en línea” como si de un tratado de filosofía occidental se tratase, como si fuese la representación genuina y enciclopédica del pensamiento profundo y racial de la ideológica de una persona. Y no es verdad.
Los tuits no nacieron para desnudar almas. Precisamente los contenidos de los tuits pueden estar en las antípodas, incluso se pueden usar para alterar la opinión pública. Este caso lo demuestra, como vemos. Lo que escribe la gente en un tuit puede ser cualquier cosa.
Hoy leo que Kanye West despidió a una empleada el año pasado y dijo que lo hizo porque él era Hitler. ¿Va a haber una denuncia por decirlo? Los tuits son una anécdota de la vida y tomárselos muy en serio queda en la educación de cada uno. Y los tuits hay que recordar que nacieron para escribirse sin contexto, porque funcionan cuando el que lo lee puede ponérselo y entenderlo. Si no es así, el tuit no cumple su función y va directamente a la basura.
Se quiere presentar un puñado de tuits como una prueba incontestable de algo. Y solo es un garabato perecedero. Prueba de ello es que la propia periodista que sacó a la luz estos tuits, lo hizo, según ella cuenta, “porque no los había borrado”. “¡Dios mío!”. Eso es hipocresía de alto voltaje.
¿Pero quién se acuerda de un tuit intempestivo de algo escrito compulsivamente en un pasado remoto? El hecho de ni acordarse de ello de Karla, declarada culpable sin juicio, y con alguno de los textos escritos en 2016, ya indica su más que relativa importancia y olvido.
Veámoslo al revés. De mayor importancia sería revisar todos los mensajes que escribió Karla. ¿No encontró nada la periodista que sirviera de atenuante o los contextualizara? ¿No hizo Karla nada bueno en su vida? ¿No halló nada de la vida de Karla que le conmoviera, ni siquiera de su mortificante tránsito trans? Sin comentarios. Está claro que no sabe de qué va el asunto. Es una injusticia porque está orientada más en dañar que en sanar.
Un toque a los contenidos
No queremos huir de hablar de los contenidos para observar la hipocresía social que envuelven. Nos referimos a los que no son falsos, que también los hay. ¿Y esos, por cierto, cómo se evalúan?
Un típico ejemplo de repudiable tuit es el de que odia a los coreanos porque despotrica contra la música del grupo BTS. En gustos musicales se rompen géneros. Si a alguien no le gusta la música comercial pop de este tipo de grupos coreanos y, en un posible contexto del tuit te los ponen hasta en la sopa porque es la temporada y hay que sacarle rendimiento, ¿por qué va a decir lo contrario o no expresarlo? ¿? ¿Hay que rasgarse las vestiduras?
Aclaramos, y es muy importante: no se trata de querer probar que sean comentarios bondadosos, inocuos e inofensivos y de los que no deban molestar, sino de que su alcance e importancia en el caso de Karla está manoseado y magnificado de forma alarmista. Vayamos a los comentarios que tienen que ver con el mundo musulmán que despertaron tanto interés en la periodista.
Un ejemplo que explica mucho
Hay una referencia a que la actriz observó que el número de madres que llevan la cabeza cubierta en el colegio de su hija era mayor al del año escolar anterior. Parece que no fue tan terrible como para que sacara a su hija del colegio por ello. Creemos que habla de colegios públicos en Madrid. Comentarios oídos sobre cambios poblacionales en la sociedad contemporánea son muy comunes desde hace ya tiempo, en espacial desde la pandemia.
Pero no solo sobre mujeres musulmanas, cuyo uso del vocablo aquí no tiene nada que ver con religión, pues es solo una manera de referirse a un colectivo. Se aplica igualmente, aunque no lo sepa la periodista, a madrileños en Galicia, alemanes en la Costa del Sol, o a los giris en general. Es especialmente denunciable en el caso de la sobreabundancia de los pisos turísticos ilegales que dejan sin espacio para alquilar o comprar a jóvenes y ciudadanos en general.
Se pretende hacer pasar la ligereza de un comentario como si se hablara de un tratado de sensibilidad cultural contemporánea. Es dar gato por liebre.
Sobre lo de que habría que echar otra vez a los musulmanes, pues eso es lo que se enseñaba en los colegios con Franco. Huella han dejado. La actual presidenta de Madrid lo dice cada dos por tres y tiene mayoría absoluta en el parlamento madrileño. ¿Hay que deducir que la mayoría de los votantes de Madrid son racistas? Para matizar más lo que presentamos…
Acaba de reunirse el grupo Patriots.eu en Madrid con Orbán, Le Pen, Salvini, Abascal y unos cuantos más. Con el lema “Make Europe Great Again” han felicitado a Abascal, dirigente del partido español VOX, porque los españoles echaron a los musulmanes de España. Pues bien, el uso de “musulmanes” aquí es otro. Esto representa a partidos políticos con programas electorales. Lo de Karla son tuits con mil posibles interpretaciones que afectan a educación, emociones y a los sentimientos que pueden motivar todo ello. La interpretación la puede distorsionar cualquiera según su mente calenturienta y militante. Después de los atentados terroristas del 11M de Madrid, los asesinatos de Charlie Hebdo, o de la situación que vivimos en Gaza hoy, todo texto tiene un sesgo cierto. No hace falta consultar con Cadmo, que le dio la escritura a los humanos.
Los tuits no son para explicar ideología, son reacciones puntuales a los más distintos estímulos, sin la obligación de tener que darle mayor trascendencia. No es necesario poner tu vida detrás de cada palabra. Distinto es que un partido lo ponga en su programa electoral o que el presidente de un país quiera poner a dos millones de musulmanes fuera de sus casas. Eso no es un tuit.
Privar de un posible Óscar a una actriz trans en el ambiente que vivimos en Estados Unidos es un varapalo para la esperanza de cambiar el concepto de diversidad en el mundo moderno libre. Pero no suficiente, aclaramos, para ganar un Óscar. Para ello, y fundamental, es la profesionalidad, que es lo que se quiere impedir juzgar a toda costa.
El maldito márquetin “marketing”
Volviendo al comienzo de este “alegato a la prudencia” y a no salir en estampida a lo “woke” sin pensar dos veces en las consecuencias, el ataque a Karla va en detrimento del cine y la sociedad, se mire como se mire. ¿Quién sale beneficiado con ello? El que una compañía distribuidora quiera proteger su inversión es parte de este negocito, porque condiciona la opinión pública y obliga a los otros participantes de la película a no poder ni defender a Karla. Ya la quitaron del cártel poniendo a Zoe Saldaña, que es actriz de reparto. Tuvo que ser Demi Moore quien saliera en su defensa en los premios Critic’s Choice Awards (CCAs). Al mismo tiempo, no dicen nada de Jacques Audiard, al que concedieron el premio a la mejor dirección en los CCAs, cuando su desprecio por el español, que es un desprecio por la cultura universal, transpira ideas supremacistas profundamente arraigadas que, además, apuntan sutilmente a la percepción negativa de la emigración hispana en Estados Unidos. Y no las expresó en un tuit, sino en una entrevista del verano 2024 que se puede ver y oír. Y no está borrada.
¿También quiere el nuevo presidente auditar a Hollywood?
Karla merece estar en la lista de candidatas. El cineasta y ganador de un Óscar José Luis Garci para complicar más las cosas ha dicho que Karla se debería presentar al Óscar a mejor actor masculino. El que no corre, vuela. No vamos a discutir algo que nos desvíe del objetivo. Ese es asunto de presidentes.
Hay que recuperar a Karla Sofía Gascón para que moral y profesionalmente pueda libremente competir por el Óscar. Su participación en la película “Emilia Pérez” debe verse sin prejuicios, y, principalmente, por lo que representa para el cine, la sociedad contemporánea y la diversidad.
Los tuits son tuits y quedan y mueren con X, que aprendimos en el colegio que era una “incógnita” de una ecuación. No están cincelados en piedra, aunque así nos los quieran hacer pasar. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra (Evangelio según san Juan, capítulo 8, versículos 7 y 8).