Como tantas cosas malas, están para quedarse. Son las estafas llamadas phishing o vishing, con las que nos acosan por teléfono y por correo electrónico, día tras día.
Son el gran igualador de la democracia. Todos las sufrimos. Muchos de nosotros contestamos, proveemos información, y nuestra respuesta, cualquiera que fuese, se registra y se vende al mejor postor.
En un caso, ofrecen cinco mil dólares por semana hasta el fin de nuestras vidas y luego otro tanto a un sucesor designado. Solo hay que ganar un sorteo. Ahora, este programa sí existe: PCH Sweepstakes de Jericho, Nueva York.
Pero en este caso han copiado la imagen del correo verdadero y proporcionado su propia dirección en Delaware, Ohio, donde no hay tal sede sino un negocio de casillas de correos de UPS. Dicen ser lo que no son.
En otro ofrecen un permiso para portar un arma de fuego fuera de la casa. La dirección de la empresa, en Las Vegas, no existe. Fuera de eso, el engaño parece perfecto.
En otro, el correo electrónico viene de personalfinancialclub.com, que es un dominio de GoDaddy que está a la venta. El sitio tampoco existe. Usan el dominio para generar nombres de correo electrónico. Es una buena idea: los scammers menos sofisticados utilizan Gmail o Yahoo y así pierden credibilidad.
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Soy la Sra. Pamela Joseph, una agente de entrega, la América. La embajada me ordenó completar el envío de su paquete valorado en US $2,9 Millones. Acabo de llegar a Atlantic City,
Aeropuerto internacional, Nueva Jersey, ahora tendrá que volver a confirmar su información para evitar envíos incorrectos.
El“señor” Roland Smith, envía un mensaje muy similar, casi todo en mayúsculas: Hemos ganado casi dos millones de dólares, nos anuncia. ¿Cómo recibirlos?
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Jon escribe con mucho cariño y usando el nombre propio del destinatario: “He notado que últimamente no has respondido a mis correos electrónicos. Solo me comunico contigo para asegurarme de que estés bien… Nuevos estudios han demostrado un aumento en el consumo de azúcar en todo el mundo. Simplemente haz clic para asegurarte de que no tienes esta condición. ¡A tu salud!
Un mensaje anónimo pretende provenir del Bank of America, solo que lo escriben en plural: Banks. “Cuéntanos de tus más recientes experiencias con Banks of America”… O bien envían una muy detallada oferta de empleo de servicio al cliente que según el remitente, hemos pedido. La empresa citada existe, la oferta es falsa.
¿Qué buscan? Tus datos, especialmente fecha de nacimiento, número de seguro social, teléfono, tarjeta de crédito, dirección y contraseña.
Pretenden actualizar la información de tu cuenta, demandan tu información financiera, esgrimen recibos de artículos que nunca compraste y hablan de entregas de cosas que nunca has ordenado.
Son muy exitosos. El 47% de los ataques resultan en que la cuenta de la víctima es comprometida. La cuarta parte termina en una infección de malware en la computadora de quien hizo click.
El costo promedio por estafado es de $1,170, “casi cuatro veces más que en otros tipos de fraude”, dice la AARP.
Según la FBI, hubo en 2020 más de 800,000 quejas de estafas de phishing. Las pérdidas superaron los $4,200 millones. Más de dos millones de dominios pertenecen a estos criminales.
Esto es el phishing: correos electrónicos que pretenden ser de compañías reconocidas para inducir a las personas a revelar información personal y que en Los Ángeles nos azota, nos hace perder, como mínimo, tiempo y dinero.
Las llamadas telefónicas, las de marcadores automáticos o de robocall, que se hacen por miles, son similares. Quieren los datos, pero si no lo logran, al menos entablar una conversación y grabar un “yes” de nuestra voz.
A menudo dejan mensajes urgentes o amenazantes: cerrarán nuestra cuenta o tomarán medidas legales si no llamamos a cierto número. Solicitan información sensible, u ofrecen algo demasiado bueno para ser verdad. Los números desde donde nos llaman a menudo son parecidos al nuestro.
Estos ciberdelincuentes utilizan cualquier información que puedan obtener para hacerse pasar por nosotros, solicitar tarjetas de crédito o préstamos o abrir cuentas bancarias.
¿Cómo defendernos? No hacer clic en ningún enlace, ni responder ni reenviar ni abrir archivos adjuntos.
Pero si ya eres víctima, el condado de Los Ángeles ofrece ayuda en la línea directa de fraude en (213) 89-FRAUD y fraude@auditor.lacounty.gov.
El condado también ofrece información sobre los más recientes esfuerzos masivos de engaño y los detalla en este sitio: https://dcba.lacounty.gov/scam-alert/
Sucede que nuestra comunidad – latinos, inmigrantes – es blanco preferido de estas llamadas. Si son nuevos en el país, nos cuesta discernir entre información real y ficticia. Por costumbre, tendemos a creer lo prometido.
Los especialistas en abusar de los inmigrantes amenazan con llamar a la policía o a agentes de migración, si no se les paga. Revocar el estado migratorio ya conseguido. Pretenden que la Migra está en camino. Piden pago, aunque cueste creerlo, en tarjetas de regalo de una tienda minorista.
Durante mis primeros años aquí, los ochenta y noventa, una dama me fue guiando para darle mi número de tarjeta de crédito. Para que no sospeches, me dijo, solamente dame los últimos cuatro números, lo que hice. Ahora, los dos primeros. Y después de cinco minutos más de promesas, ahora dame el resto de las cifras.
Otra vez, el hombre que me llamó para prometer un regalo perdió la paciencia, se burló de mi acento extranjero y estalló en insultos antisemitas.
Una encuesta de agosto de AARP arroja que los adultos latinos fueron víctimas de “estafas de abuelos” más que de cualquier otro grupo. En la llamada, el delincuente se hace pasar por un nieto aterrado que dice estar en problemas y necesita dinero inmediatamente, o pretende ser su defensor público o su carcelero.
Para la población hispana, las llamadas que obtienen mayor éxito son las que prometen alivio migratorio.
El 45% contestan las llamadas telefónicas de alguien que no conocen, y más de la mitad divulgarán alguna información personal con tal de ganar un premio o un regalo.
La ola de llamadas ha recrudecido en esta temporada festiva, a pesar del COVID-19. Cuidémonos. Porque “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”.