Los acaparadores de Los Ángeles: un mal social y contagioso
El excesivo acaparamiento de basura es un delito menor, pero también una expresión de la peor ciudadanía posible bajo el disfraz de derechos individuales.
En marzo de 2020, al inicio de la pandemia del coronavirus y cuando se pidió a la población quedarse en casa, miles de angelinos atestaron los supermercados y se llevaron todo el papel higiénico. Recuerdo las imágenes de carritos repletos, suficientes para varios años. Este y otros enseres como botellas de agua desaparecieron de los mostradores. No dejaron nada para los otros.
Recordé esas imágenes de acopio esta semana. Una anciana y anónima señora de 90 años y su hijo, durante años acapararon basura en su propiedad en el vecindario céntrico de Koreatown. Cuando no alcanzó el interior de la casa ocuparon los patios, con cajas, cartones, paquetes de junk del que se negaban a desprenderse, hasta una altura de diez pies.
Durante años sus vecinos denunciaron ese foco de infección y fealdad. Imploraron y amenazaron, en vano. Finalmente, un equipo del departamento de Salud Mental del condado de Los Ángeles entró a su casa y logró que la señora permitiese que le limpiaran la propiedad. Fueron 14 camiones de basura acumulada.
Acumular basura hasta el techo no es un derecho garantizado en la Constitución, así como no lo es resistir la vacunación, cuando se daña al prójimo.
En los medios, difundimos las imágenes impactantes de la casa.
En consecuencia, en otras partes del condado se denunciaron casos similares.
Un señor en Reseda durante años acumuló entre otros enseres de 40 a 50 esqueletos de automóviles, mayormente camiones, en diferentes etapas de deterioro. Un vecino cuenta compungido cómo las ratas y cucarachas de esa propiedad invaden la suya. Aparentemente, cuando conminaron al propietario a hacerse cargo de la basura, demandó a la ciudad y a otros vecinos, representándose a sí mismo.
El caso está a cargo del Departamento de Construcción y Seguridad de la Ciudad (LADBS), dijo el concejal Bob Blumenfeld, en cuyo distrito está la propiedad, y “está actualmente avanzando en el proceso”.
Frente a esa casa, en la escuela secundaria Grover Cleveland de la calle Vanalden, 3,115 alumnos están expuestos a condiciones insalubres. Y, agregamos, a una expresión de la peor ciudadanía posible bajo el disfraz de derechos individuales.
La situación aparentemente no cambiará, dice a la cámara Rick Chambers, reportero del canal 5.
En una guía del condado piden comprensión y paciencia ante los adultos mayores que acaparan. Sugieren contactar al Departamento de Salud Mental al (213) 351-7284. El sitio oficial 211la.org ofrece contactos a programas de ayuda específicos.
El excesivo acaparamiento de basura, muebles, cajas u objetos es ilegal, por ser una «molestia pública (nuisance)», según el Código Penal de California 372 y 373a PC. Es un delito menor y conlleva una pena de hasta seis meses de cárcel en una prisión del condado.
Leo que acaparar cosas así es el síntoma de una enfermedad mental, exacerbada por la soledad. Una psicóloga me dice que pueden ser casos de trastorno obsesivo-compulsivo, generalmente precedido por un trauma severo en el que le dan significado a cosas.
Pienso que es más que eso, que es la última consecuencia de la presión incesante, implacable, a comprar, a acumular cosas. Un mal social y contagioso.