Donde habita el odio
El avance de la violencia en la globósfera, un territorio en disputa
Cuando a los 34 años Adolf Hitler dio el “Putsch de Munich”, eligió la cervecería Bürgerbräukeller, que en 1923 tenía capacidad para más de 1.800 personas. Necesitaba repercusión de alguna manera. Y luego del fracaso, fue a parar a la cárcel, pero no perdió el tiempo y escribió Mein Kampf (Mi Lucha).
De ahí en adelante, el nazismo se propagó como reguero de pólvora. Si algo supo el nazismo fue comunicar su ideología de odio y muerte, y por eso uno puede entender que quizá el más importante eslabón y colaborador del Führer haya sido su ministro de Propaganda Joseph Goebbels.
La comunicación ha sido siempre importante para cualquier ideología y en cualquier época, pero mucho más hoy, con un mundo tan interconectado y con un espacio público que ya no es el ágora de los antiguos griegos, sino el ciberespacio. Por eso, si luchamos contra el odio, la discriminación, el racismo y por un mundo mejor, no podemos dejar de prestarle atención a ese escenario que hoy rompe los moldes del espacio y el tiempo.
Las plataformas del Trumpismo
Después del intento de asesinato contra Donald Trump del sábado 13 de julio en Pensilvania, la globósfera se llenó de comentarios de todo tipo, incluidas teorías conspirativas que apuntaban contra “la izquierda”, las diversidades sexuales y hasta “los judíos”.
Justamente, desde la elección de Trump en 2016, surgió todo un nuevo mundo de plataformas de redes sociales más afines con la extrema derecha. Primero surgió en 2018 Parler, que fue una alternativa principalmente a Twitter para gente que había sido sancionada o excluida por las políticas de moderación de la red del pajarito. Parler se ofrecía como un “sitio de libertad”, y se constituyó en un refugio para militantes de Trump, de extrema derecha y de todas las teorías conspirativas como Qanon y Atomwaffen. Pero en enero de 2021 fue retirada de la tienda de aplicaciones Android, de Apple y de Amazon, tras haber sido utilizada para organizar el asalto al Capitolio de los Estados Unidos, e impedir la asunción del demócrata Joe Biden, quien había ganado las elecciones contra el presidente saliente Trump.
Twitter, por su lado, una de las redes más masivas, ponía también sus límites a los discursos de odio y a las cuentas falsas. Uno de los millones de personas que preferían los mensajes cortos y contundentes de Twitter era el mismísimo Donald Trump, quien usó la plataforma para emitir mensajes mentirosos y violentos luego de las elecciones que perdió a fines de 2020, y llamar a la insurrección cuando sus seguidores ocuparon el Capitolio el 6 de enero de 2021. A partir de esas acciones, la empresa primero le suspendió la cuenta y luego se la anuló definitivamente.
Fue cuando él creó su propia red: Truth Social. También apareció Gab, otra alternativa a Twitter usada por militantes de extrema derecha.
También cabría mencionar a los antiguos foros de mensajes en Internet 4chan y 8kun, que atraen a una audiencia considerable de teóricos de la conspiración y racistas violentos. Pero a todo este verdadero mundo digital cada vez más parecido a la ley de la selva, se suma que el propio Twitter.
De hecho, desde que fue comprada por el magnate de extrema derecha Elon Musk en octubre de 2022 y cambió su nombre por X, la plataforma fue desregulándose sistemáticamente hasta ser tierra de nadie, una verdadera cloaca digital donde cualquiera puede decir cualquier cosa y amenazar a cualquiera. Sin embargo, los que más están sufriendo ataques en la red social X en Estados Unidos son los y las militantes de las diversidades sexuales.
En cambio, los discursos antisemitas y antiinmigrantes tienen sus propios espacios encriptados. Emily Kaufman, Directora Asociada de Investigación la Liga Antidifamación de los Estados Unidos, dijo a Hispanic LA: “Los grupos antisemitas y neonazis pueden utilizar una serie de plataformas para difundir sus ideologías en línea. Las plataformas específicas utilizadas pueden depender del grupo, sin embargo, en términos generales vemos grupos antisemitas y neonazis que utilizan plataformas marginales con moderación limitada, como la plataforma de mensajería cifrada de redes sociales Telegram, para compartir propaganda digital, reclutar miembros y compartir contenido que probablemente sería eliminado de las plataformas principales. Grupos y redes extremistas también han creado sus propias plataformas y páginas para compartir contenido extremista, como la antisemita Liga de Defensa Goyim que tiene su propia plataforma de transmisión en vivo. Los hipervínculos incluidos en el enlace anterior a nuestros recursos en los términos y grupos discutidos en caso de que sea útil también”.
Los cazafantasmas
Ante este avance de la violencia y el odio en la globósfera, es evidente que se requieren nuevas herramientas para intentar contrarrestarlo. Hay oficinas estatales que investigan y tratan de controlar sin mucho éxito este verdadero mundo virtual en el que se contactan personas con ideologías de odio, se reclutan jóvenes cada vez de menor edad para engrosar estos ejércitos virtuales, y hasta se elucubran y preparan ataques de distintos tipos.
Pero desde el sector de los organismos no gubernamentales, e incluso de las empresas privadas, también se puede hacer mucho por dar esta batalla en contra del racismo, la homofobia, la xenofobia, y todo tipo de discriminación y violencia política.
Pyrra es un ejemplo de esto, porque se dedica a recopilar información que anda dando vueltas públicamente en sitios de internet y redes sociales alternativas. La empresa usa las mismas técnicas que las propias redes sociales, es decir, los algoritmos y el cruzamiento de información. De esta manera, se pueden detectar discursos de odio, amenazas violentas y fake news. Con todo ese trabajo de recopilación, la empresa luego elabora informes que brinda a sus clientes, que pueden ser desde otras empresas a ONGs o instituciones estatales.
Actualmente, esta empresa monitorea más de 20 redes sociales alternativas y foros en línea y escanea más de 100 millones de mensajes por semana. Esta tarea es fundamental y alguien la tiene que hacer, porque mientras se exige más moderación y control en algunas redes sociales, se potencia la migración hacia espacios alternativos donde se exacerba la idea de libertad absoluta para expresar cualquier cosa, incluidos los mensajes de odio.
Pyrra surgió en el seno del Laboratorio de Innovación de la organización Human Rights First (HRF), pero en 2021 se independizó y en 2022 lanzó su propia plataforma www.pyrratech.com.
El fundador es Welton Chang, un ex oficial de inteligencia del Ejército de los Estados Unidos, científico de datos y activista en defensa de los Derechos Humanos. Hoy es el Director Ejecutivo de Pyrra y según él la mayor amenaza extremista de hoy en los Estados Unidos es “la muerte del pensamiento crítico, la cantidad de especulaciones sin pruebas que se convierten en la verdad en estas plataformas y la falta general de confianza en las instituciones en general”.
En este momento Estados Unidos atraviesa un mínimo histórico en cuanto a la confianza en el Estado, sea el gobierno que sea, según los indicadores existentes. Según Chang, “la incoherencia inherente de las teorías conspirativas lleva a ideas realmente descabelladas sobre cómo funciona realmente el mundo. La gente cree que el gobierno es al mismo tiempo totalmente incompetente y también omnisciente. Se trata de ideas diametralmente opuestas, pero la gente cree en ambas al mismo tiempo y difunde por redes”.
En una entrevista con el sitio Pro Pública al final de la pandemia de Covid, Chang contó: “He estado muy inmerso en este tema desde 2016, y todavía me horrorizo, me sorprendo y me desconciertan algunas de las cosas que leo en estas plataformas. Y tal vez el día en que me acostumbre a estas cosas sea el día en que deba dejar el negocio. Pero todavía me sorprenden mucho las cosas que leo. Si nos fijamos en las encuestas de Pew Research sobre cuántas personas creen en los principios básicos de QAnon, creo que hemos entrado en una nueva fase en la que las redes sociales han alterado y deformado la forma en que nos encontramos con la información, cómo la procesamos, cómo internalizamos lo que cuenta como verdad. Esto está teniendo un impacto significativo en nuestra democracia. Realmente creo que las redes sociales son un acelerador de la desintegración social”.
“Basta con que un solo usuario de una de estas plataformas escriba algo descabellado sin ninguna base fáctica o prueba –remarca Chang-, no citan nada, no analizan ninguna información importante ni ponen los hechos en contexto. Y eso se ve amplificado sin cesar por otros usuarios”.
La otra migración
Así las cosas, cuando el consumidor promedio de información por redes sociales recibe una versión de los hechos que concuerda con sus prejuicios, transforma esa versión de los hechos en una verdad revelada, y a partir de ahí creerá en ella más por una cuestión de fe cercana a lo místico que por un ejercicio de pensamiento crítico.
Por eso, la lucha por el poder se degrada cada vez más y ocupar los espacios virtuales es crucial, incluso con versiones inverosímiles o hasta ridículas, no importa. Un ejemplo concreto y claro de esto es el asalto al Capitolio y el ataque a la democracia del 6 de enero de 2021. Tanto el pre como el post fueron fundamentales, tanto la preparación de ese ataque como la justificación ulterior. Para ambos casos fueron fundamentales estas redes que conforman el nuevo territorio en disputa.
Apenas pasaron los hechos, casi inmediatamente empezaron a circular mensajes en redes que hacían responsables a grupos antifascistas (Antifa). Hasta el conocido influencer de la extrema derecha Tucker Carlson amplificó esa teoría descabellada. También miembros de la comunidad MAGA como Ray Epps.
En su momento, cuando Twitter empezó a controlar la veracidad de las cuentas, muchos usuarios migraron a redes más pequeñas, que no tienen o la capacidad, o bien la voluntad de controlar tanto la veracidad de las cuentas como sus contenidos. Entre ellos estaban 4 Chan, 8 Kun y Telegram. Hoy, con Elon Musk al frente de lo que fue Twitter y que hoy es X, el gigante vuelve a ser tierra de nadie, ley de la selva, o lo que ellos llaman “paraíso de la libertad”. El verdadero huevo de la serpiente.
La Corte Suprema contra Texas y Florida
Sin embargo, es un territorio en disputa, y este mes de julio trajo una novedad importante. En esta disputa, una batalla fue ganada por la verdadera libertad, que siempre conlleva responsabilidad social y nunca puede transformarse en campo fértil para el odio y la violencia, menos que menos en un campo abonado para atacar la democracia. La Corte Suprema de Estados Unidos dictó una sentencia largamente esperada el lunes 1° de julio, y en ella ratifica la libertad de las redes sociales para fijar y ejercer sus políticas de moderación de contenidos, y de derecho de admisión, pudiendo borrar mensajes o, incluso, expulsar a usuarios, como hizo en su momento Twitter con Trump.
Es que los estados de Texas y Florida, gobernados por republicanos, habían dictado leyes que limitaban esa libertad de las redes sociales para combatir el odio y la violencia en sus plataformas. Los casos más claros, como ya se dijo, fueron los de las fake news surgidas luego del asalto al Capitolio, y antes incluso, todas las mentiras y teorías conspiratorias en torno a las vacunas y la epidemia del Covid 19. Esos dos estados garantizaban que cualquiera pudiera seguir diciendo cualquier cosa en esa ley de la selva que son, a veces, las redes sociales. “A río revuelto, ganancia de pescadores”, solemos decir en algunos países de América Latina. Y la extrema derecha gana cuando juega en una cancha embarrada, en términos futbolísticos.
Este pleito había llegado a la Corte Suprema a principios de este año, y durante el primer semestre de este año electoral, los gobiernos republicanos de Texas y Florida apelaron a la Primera Enmienda de la Constitución para garantizar la “libertad” frente a la injerencia estatal, porque revisar, moderar o vetar mensajes de usuarios, sería para ellos una violación de esa libertad. Por su parte, los abogados de algunas plataformas como Facebook, Instagram y Tik Tok, argumentaron lo contrario, que justamente las leyes de esos dos estados eran las que vulneraban la verdadera libertad, al impedirles elegir qué puede circular y qué no puede circular en sus plataformas.
Para poner un ejemplo más gráfico, para los estados de Texas y Florida las redes sociales funcionan como teléfonos y sus usuarios dicen lo que quieren. En cambio, para las plataformas, sus redes funcionan más como periódicos, con una política editorial.
En su sentencia, la Corte Suprema da la razón a las redes: “Al igual que los editores, los operadores de cable y los organizadores de desfiles que este Tribunal ha considerado anteriormente, las principales plataformas de redes sociales seleccionan sus contenidos combinando ‘voces diversas’ para crear una oferta expresiva distintiva. Sus decisiones sobre qué mensajes son apropiados confieren al feed una calidad expresiva particular y ‘constituyen el ejercicio’ de un ‘control editorial’ protegido. Y la ley de Texas se dirige a esas opciones expresivas obligando a las plataformas a presentar y promover contenidos en sus feeds que consideran objetables”.
La que explicó los argumentos de la sentencia fue la jueza progresista Elena Kagan, quien agregó: “Un Estado no puede interferir en la expresión de los actores privados para promover su propia visión del equilibrio ideológico. Por supuesto, los Estados (y sus ciudadanos) tienen razón al querer un ámbito expresivo en el que el público tenga acceso a una amplia gama de opiniones. Ese es, de hecho, un objetivo fundamental de la Primera Enmienda. Pero la forma en que la Primera Enmienda logra ese objetivo es impidiendo que el gobierno ‘incline el debate público en una dirección preferida”.
Esta sentencia sorprendió en cierta forma, porque la Corte Suprema de Estados Unidos tiene una mayoría conservadora de 6 jueces contra 3 que se podrían considerar progresistas. Sin embargo, en este plano de las redes sociales y los mensajes de odio y violencia, ya tenía un antecedente el alto tribunal, porque el pasado 26 de junio resolvió en otro caso en el que estados gobernados por republicanos se enfrentaban al gobierno federal para saber hasta dónde puede llegar la administración para combatir publicaciones controvertidas en las redes sociales sobre temas sensibles como el Covid y los padrones electorales. Un tribunal federal de apelaciones había considerado que el gobierno de Joe Biden había coaccionado inconstitucionalmente a las plataformas para limitar puntos de vista conservadores. Pero la Corte Suprema dio vuelta esa sentencia considerando que el gobierno no vulneró la libertad de expresión cuando instó a retirar mensajes de desinformación y de fake news en relación a las vacunas contra el Covid.
Pero volviendo a este último caso, que es más general, si bien el fallo dice que la decisión final es de los tribunales inferiores, esta sentencia deja asentada una doctrina jurídica que puede ser fundamental para el presente y el futuro de este territorio en disputa que es el ciberespacio. Una disputa que afecta de lleno a la ciudadanía y a la democracia, como se ha visto en casi todos los casos de ataques a la democracia o de ataques armados que han causado muertes concretas.
Quizá este último fallo no sea suficiente, quizá sea necesario seguir hablando del tema, estudiándolo, debatiéndolo y buscando la mejor forma de construir un mundo virtual que nos afecta tanto como el mundo real. Porque, en definitiva, ya no hay diferenciación entre el mundo virtual y el real, son una misma cosa. Ya no hace falta que un Hitler convoque a cientos de exaltados en una cervecería para dar un golpe de estado. Quizá hoy los neonazis se pueden organizar cada uno desde su lugar sin necesidad de moverse, incluso en un país tan grande como Estados Unidos.
Como decimos, quizá todo esto no sea suficiente, porque como dice Welton Chang, las plataformas más pequeñas pueden no tener ni la capacidad ni la voluntad de moderar los contenidos de sus usuarios. Pero en teoría sí lo pueden hacer, por lo menos las más grandes. Quizá el mejor ejemplo siga siendo la red social X, que cuando se llamaba Twitter controlaba los discursos de mentiras, odio y violencia, y por eso llegó a expulsar a un ex presidente como Donald Trump. Hoy, con Elon Musk al frente, y llamándose X, toma la dirección contraria. Pero está claro que es una decisión ideológica de sus directivos, porque la Justicia les da la potestad de ejercer su responsabilidad ciudadana y civilizatoria, si lo quisieran.
Una sentencia contraria de la Corte Suprema de los Estados Unidos hubiera sido terriblemente perjudicial no solo para la democracia, sino para la civilización, porque hubiera abierto verdaderamente una caja de Pandora, de donde hubieran salido todo tipo de criaturas horrendas y peligros para la vida humana. Esas criaturas siguen ahí dando vueltas, son la desinformación, la mentira, el odio y la violencia. Pero es un territorio que todavía sigue en disputa.
– – –
Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.
This article is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hateprogram. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.