Argentina: Odio por especulación, igual a muerte
Un análisis de las elecciones primarias del 13 de agosto
El resultado de las elecciones primarias en Argentina sorprendió… a medias.
Sorprendió porque las encuestadoras venían diciendo que “el fenómeno Milei” se había desinflado, pero por lo visto, está más inflado que nunca, con el 30 por ciento de los votos y el primer lugar.
Segundo Juntos por el Cambio (macrismo) con el 28 por ciento, y tercero el peronismo con el 27 por ciento.
En la alianza de derecha macrista también hubo sorpresa porque se preveía una disputa más reñida entre Patricia Bullrich (el ala de la derecha más dura) y Horacio Rodríguez Larreta (el intendente de Buenos Aires). Pero el triunfo de la primera fue contundente.
En el peronismo no hubo tanta sorpresa, ni en el resultado interno (Sergio Massa, ministro de Economía le ganó cómodo a Juan Grabois, un dirigente social con discurso más combativo), ni en el porcentaje general de la fuerza política.
Previo al análisis, dos palabras para cada uno de ellos
-Milei es un ultraliberal que repite frases hechas de la Escuela Austríaca de economía, con posturas muy extremas y al mismo tiempo falaces, simplistas e impractcables. Llegó a decir en algún momento que cerraría el Ministerio de Educación, que está a favor de que quien quiera pueda vender sus órganos para gastar ese dinero como quiera, y otras barbaridades. Su discurso exalta una libertad mal entendida, porque además de ser individualista y egoísta, es una libertad falsa, ya que no va acompañada de posibilidades de concretarse. Pero ese discurso fácil, simple, corto y absoluto, va muy bien con la “cultura whatsapp”, que formatea cabezas con estas premisas: todo corto, todo fácil, todo simple.
A esto se le suma una dosis de odio contra algún chivo expiatorio. En Europa esta ultraderecha (Vox, Giorgia Meloni, Matteo Salvini, Marine Le Pen, etc) toma como objetivo principal a los inmigrantes, Donald Trump y Bolsonaro suman a las mujeres y a las minorías étnicas. Milei fue probando y como no le funcionó, se quedó con un blanco: la clase política, a la cual él llama “la casta”. Y le funcionó.
-Bullrich es una tránsfuga políticamente hablando, porque pasó de la organización armada de la izquierda peronista Montoneros, durante su juventud en los ’70, a su posición de extrema derecha de hoy. Fue la Ministra de Trabajo de la Alianza (gobierno fallido de De la Rúa que duró solo dos años por el estallido social del 2001) que les recortó el 13 por ciento de los haberes a los jubilados. Y más recientemente fue la Ministra de Seguridad de Macri (2015-2019), responsable de las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, y defensora de la libre portación de armas.
Es igualmente neoliberal que Milei, pero con un componente más conservador y filofascista. Defensora de la “mano dura” y admiradora de Bukele.
-Sergio Massa viene también del liberalismo, aunque le agrega el pragmatismo característico del peronismo. Estuvo en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, luego se cruzó de vereda y fue opositor al kirchnerismo y es actualmente el ministro de Economía de Alberto Fernández.
Dentro del neoliberalismo imperante, tiene el discurso más moderado, defendiendo la continuidad de la educación y la salud públicas y gratuitas, y una idea más productivista que sus rivales. Tiene más experiencia de gestión porque fue intendente de Tigre (una ciudad del Gran Buenos Aires) y representa alguna garantía de gobernabilidad y de acuerdos políticos y sociales.
Ahora bien, ¿cómo se llegó a esto?
El resultado de las elecciones primarias de este domingo muestra el gran fracaso de la clase política argentina. El voto a Milei tiene un gran componente de “voto bronca” o “voto castigo”, de gente que está muy enojada por la mala situación económica y social, la alta inflación y la caída del salario real.
Esto tiene como principal responsable al gobierno de Mauricio Macri, con la destrucción del aparato productivo y el descomunal endeudamiento con el FMI. Pero también es cierto que el gobierno del peronista Alberto Fernández no ha podido, no ha sabido o no ha querido revertir la situación (pandemia de por medio).
En este contexto, hace un par de años se daba una situación de empate permanente entre el peronismo y el macrismo. Para romper este empantanamiento, apareció un actor nuevo: Milei.
Creación y crecimiento de este monstruo
Tuvieron participación varios sectores: La derecha real, el poder real, el establishment se sintió frustrado por el fracaso estrepitoso del gobierno macrista y la vuelta del peronismo en 2019. Sobrevino la pandemia y la ola mundial de los autodenominados libertarios que empezaron protestando contra el encierro, la cuarentena y los barbijos. Esa ola llegó a la Argentina y se extendió más allá de las cuestiones sanitarias. Apareció este personaje, vestido de economista, despeinado y que insultaba con malas palabras, era un personaje bizarro que a ciertas productoras televisivas les servía para conseguir rating. El establishment lo arropó, para ver si podía usarlo con varios objetivos. Primero, castigar al “populismo” de nuevo en el gobierno. Pero, sobre todo, con sus locuras sobre el cierre de ministerios y la venta de órganos, instalar temas de debate que en Argentina era difícil discutir: la salud y la educación pública.
Así empezó a crecer Milei, de la nada se hizo conocido, desfilando por todos los canales de televisión, propiedad de los verdaderos dueños de la Argentina. Esa derecha vernácula, esa clase dominante fue la principal responsable de crear este Frankenstein.
-Pero también tuvieron responsabilidad el peronismo y el kirchnerismo, porque en esta ceguera de poner la mañas y las roscas por encima de la verdadera política, usaron a Milei para intentar esmerilar al macrismo. Fue muy común durante mucho tiempo escuchar a dirigentes peronistas decir que “conviene” que Milei no se caiga para que les saque votos a Bullrich y a Rodríguez Larreta. Así que también hay responsabilidad por ese lado.
En los últimos meses, el poder real (la derecha real, el gran capital) empezó a asustarse por el crecimiento de Milei y le soltaron la mano. Fue evidente como los periodistas encumbrados que antes le daban micrófono para que dijera lo que quisiera, de repente, le preguntaban cosas. Incluso salía a la luz que este falso outsider viene de lejos viviendo del Estado y fue hasta asesor del genocida Antonio Domingo Bussi, gobernador de la provincia de Tucumán en democracia. El establishmen quiso despegarse, mandaron a las encuestadoras a decir que “el fenómeno Milei se desinflaba” y se confundieron por los magros resultados del falso libertario en las elecciones provinciales.
Pero está claro que ni una ni otra cosa funcionó. Lo de las provincias no era un parámetro, porque es un fenómeno muy personal, es él el que junta votos, no su gente ni su estructura inexistente. Y está claro también que una vez inflado, Milei no se desinfló. Una vez creado el monstruo, no fue tan fácil desactivarlo. Las críticas incluso le ayudaron a victimizarse y creció más con el descontento general contra la clase política.
Todas esas pueden ser algunas, solo algunas, de las explicaciones posibles al resultado de las primarias de Argentina. Es decir, por un lado, tenemos el odio de la derecha tradicional que quiso usar a Milei para “terminar” con el populismo kirchnerista. Por otro lado, tenemos especulación del progresismo que vio en Milei solo la posibilidad de esmerilar a la derecha más tradicional, la macrista. Las dos visiones fueron miopes y se multiplicaron para generar esta fuerza verdaderamente de muerte que está hoy con posibilidades ciertas de llevar al país a un abismo de dimensiones inimaginables.