La mañana que pude ver por Internet casi en vivo las imágenes del enfrentamiento de sicarios contra policías y militares, en un barrio de clase media donde precisamente pasé la mayor parte de mi niñez, creo que fue una de las peores de mi vida.
No he podido borrar de mi memoria las escenas de los chiquitines evacuados del Kinder Disneylandia, en brazos de policías y soldados, en medio de detonaciones de armas de alto calibre que, más tarde sabríamos, cesaron tres horas después.
Hay una imagen que me impactó especialmente, donde aparece un chiquito de unos cinco años escoltado por un policía y un militar, y por una extraña razón o por un impulso involuntario (dejo ese análisis a los expertos de la psique humana), el nene llevaba las manos en la nuca, tal como lo harían los sicarios detenidos horas más tarde.
No creo haber visto más de dos minutos de imágenes, cuando de plano me eché a llorar. Culpé mi estado de gravidez: me encontraba a un par de semanas de dar a luz a nuestra hijita y me cargaba la culpa cristiana por alegrarme en secreto de que ya no estuviésemos en Tijuana y que mi hija no era uno de esos chiquitines llevados en brazos por uniformados. Seguramente eran las hormonas, trate inutilmente de convencerme.
Después pensé en mis sobrinos, uno en casa a unas cuantas cuadras y otro en un kinder a unos metros de las detonaciones y del que nunca se dio cuenta, pero al que el ejército llegó con la misma intención de sacar a los niños del área y ponerlos a salvo de las balas cruzadas que parecían no tener fecha de caducidad.
La Directora del Kinder atendió el llamado del H. Comando Militar estacionado frente a su puerta. Le indicaron que “había que sacar a los niños” de ahí y ponerlos en un lugar seguro.
Por la mente de la educadora, pudieron pasar muchas cosas: ¿qué le voy a decir a los padres? ¿A dónde van a llevar a los niños? ¿Y si los alcanza una bala en lo que los sacan de aquí? Pero finalmente la Directora dijo: no, los niños no salen de aquí.
Lo dijo con la absoluta confianza de que ésa era la mejor decisión, pero con el temor inevitable de posiblemente estar cometiendo un error táctico al desobedecer una orden de un mando militar.
No estamos acostumbrados al protocolo militar, aquí nunca ha habido un Pinochetazo, pero sabemos de antemano que los militares pudieron haber echado un lado a la Señora Directora y sacar a los niños por la fuerza, pero no lo hicieron. Respetaron la autoridad y juicio de la maestra, desde luego advirtiéndole de los posibles peligros de quedarse en la zona.
Al final las acciones de ambas partes fueron lo mejor para los niños que al momento de dicha civilizada negociación, ya habían sido resguardados en un salón lejano a la calle y protegido, al menos por su posición geográfica, de cualquier percance.
Tan buena fue la decisión de la Directora del Kinder Desobediente, que los niños ni se enteraron de lo que ocurría a unas cuantas cuadras de su escuela, no tuvieron que padecer lo que los nenes del Kinder Disneylandia, al confrontar directamente la histeria del momento, los balazos, los gritos, el ser extraídos de su escuela por gente extraña y armada.
Encima después de tener que encarar a tan corta edad un hecho violentísimo como escapar de un tiroteo, encontramos la ineptitud y falta de criterio de los medios de comunicación, que avivados por la prisa de la noticia, no hubo quien se preocupara en proteger la identidad de los nenes. Los rostros de muchos de ellos aparecieron a lo largo y ancho de la prensa local y nacional.
A nadie le pasó por la mente la palabra: desenfocar (blurring, para quien guste de utilizar extranjerismos). Ya saben: cuando se quiere proteger la identidad de una persona, o suavizar la violencia de una imagen, algunos medios de comunicación con ética suelen aplicar el ‘Desenfocar” . No es muy utilizado en nuestro país, pero se los paso al costo, por si interesa el innovador método.
Y bueno, por otro lado está la célebre recomendación del alcalde en turno, Jorge Ramos:
“Es momento de tomar precauciones extremas, la ciudad pasa por un momento muy difícil, les pido que mantengan a sus hijos cercanos”.
“Les pido que mantengan a sus hijos cercanos”. ¿Qué? Los nenes estaban en la escuela, y el enfrentamiento fue en una zona residencial, fue en sus propias casas y escuelas donde corrieron un peligro brutal cientos de niños. Para tener más cerca a sus hijos tendrían que haber sido canguros, Sr. Alcalde.
Revisé una decena de notas sobre el incidente y no encontré una sola que se enfocara en las familias que atravesaron por este momento dantesco, ni una sola nota que documentara las escenas de esa tarde cuando los padres por fin pudieron reencontrarse con sus hijos, no solo los del Kinder Disneylandia que fueron evacuados al Auditorio de Tijuana, o los del Kinder Desobediente que protegidos por la decisión salomónica de su directora no salieron del plantel, sino también de la Secundaria 44 y el par de guarderías que quedaron encerradas en la zona de conflicto e incomunicadas.
La zona quedó incomunicada porque una acción táctica del operativo consistió en cortar los suministros de electricidad y telefonía del área, por lo que los residentes y centros escolares, a menos que contaran con un celular con suficiente batería, podrían haber confirmado a sus familiares que se encontraban bien, seguros, fuera de peligro. Para muchos, fueron tres horas de absoluta agonía.
Una amiga me describe una escena que capturó en su memoria de ese día: “en la tarde podías ver dentro de los coches a madres quitándose las lágrimas del rostro, después de por fin haber recogido a sus hijos en la Secundaria 44”.
Sin duda fue un día de muchas lágrimas: hubo lágrimas de madres desesperadas por encontrar a sus hijos en el Auditorio de Tijuana, lágrimas de periodistas muertos de miedo por no contar con un chaleco antibalas. Lágrimas de hombres y mujeres tirados pecho a tierra, sin saber qué mas hacer ni hasta cuando asomar la cabeza. Lágrimas de padres por no saber cómo explicar a sus hijos por lo que acababan de pasar. Hubo lágrimas en general por descubrir que la violencia en nuestra ciudad no había tocado fondo.
Se ha usado hasta el cansancio el odioso comparativo de que en Tijuana ha habido más muertos que en Irak, yo sigo preguntándome si en Irak se ha llorado tanto como en Tijuana y Juárez. ¿Ustedes qué dicen?
Llámenme Insumisa pero: Sr. Alcalde Jorge Ramos, ¿no le parece una exageración utilizar alambre de púas para resguardar los camellones frente a la Prepa Federal? ¿No está poniendo en peligro a la gente que a diario va hacer su luchita en ese semáforo? Un poco violento eso de las púas, ¿no le parece?