Tijuana Blues: Cartografía de nuestra desventura
Hacía falta un buen documento que explicara cómo es que llegamos hasta aquí, a este Carnaval del Terror que se está viviendo en México desde 2005. Amexica: War Along the Borderline, es el nuevo libro del veterano periodista británico Ed Vullyami, publicado este mes por Reed Business Information.
Vullyami elabora una crónica muy lírica y entretenida de su viaje a lo largo de la frontera norte de México. Efectúa un seguimiento periodístico y en momentos cuasi policiales, de los rastros de la violencia y sus actores (víctimas y victimarios, co-responsables, etc.) y va construyendo una cartografía de nuestra desventura. No sorprende que a la vez vaya deshilvanando un culto a la muerte muy mexicano, muy surrealista, que a veces viste de tradición, otras de religión y en otras simplemente denota un placer desmedido por parte de un sector de la sociedad que nada tiene por perder. Así lo expresa en párrafos como el siguiente:
“..La alegría en Tijuana, incluso tiene un cierto surrealismo: en la cúspide de asesinatos en el invierno de 2008, parejas y grupos de niños de escuela con uniformes bien planchaditos, hacen fila en el Museo para ver una exposición de momias que aún conservan partes de piel como pergaminos y observan inquietantemente a través de los siglos desde el Guanajuato pre-azteca.
Las multitudes no relacionan estos cadáveres con los otros que han aparecido por la ciudad, de alguna forma confirmando así este Culto Mexicano a la Muerte”. (Tomado de y con autorización de la Revista Guernica, Oct 21, 2010)
Aparecen Tijuana, Monterrey, Ciudad Juárez, Reynosa, sus grupos delictivos, sus masacres, sus momentos más álgidos, sus autoridades, sus intentos por cambiar las cosas y combatir al crimen, la Santa Muerte, Jesús Malverde, la Iglesia Católica, sus periodistas, sus activistas pro migrantes, las organizaciones religiosas que mantienen los centros de rehabilitación.
Pero también Estados Unidos y sus ciudades fronterizas, Obama, el proyecto Mérida, las armas que cruzan desde el norte y que matan en México, las Convenciones de Armas de Houston y los manuales militares ofrecidos en libreros al público, donde se muestra paso por paso como elaborar bombas, estallar puentes y convertir una arma semi-automática que es legal en Estados Unidos, en una automática, que es ilegal.
Hay bancos lavadólares que nunca son procesados, casos de venganzas de los carteles en territorio americano, las pandillas “del otro lado” que colaboran con los cárteles de la droga; aparecen los efectos de la globalización, la industria maquiladora y la pobreza en ciudades con Juárez. Todos estos puntos le interesan al periodista, quien comparte en su narrativa el camino andado y lo averiguado, y también sus impresiones al llegar al “lugar de los hechos” unas horas después de una masacre.
Vullyami entiende que en la frontera hay más que narcos: hay tradiciones, santos locales y pugnas religiosas, rituales sagrados como el futbol y los toros, diferencias sociales y económicas que no logran resolverse; espacios compartidos que no son negociables. Pero en la frontera también se reflejan las promesas no cumplidas de la globalización: la falta de empleos y el rezago social y las trampas del consumismo llevadas al extremo, que podrían etiquetarse en el contexto del crimen organizado con la irónica frase ‘lo mataron por unos Nike o por una Suburban’.
Erase una vez en Tijuana
Su viaje empieza en Tijuana. Y es aquí donde expone con claridad los orígenes de este grave problema en el que se ha convertido el crimen organizado, a través de los testimonios de tijuanenses que aún tratan de sanar la profunda herida que les ha dejado la pérdida de sus hijos y su irreparable asociación a un estigma difícil de ignorar aún en nuestros días: los narco-juniors.
Quizás la parte más desgarradora y que a la vez nos ilustra mejor sobre los antecedentes del Cártel de los Arellano Félix, es el testimonio de la madre de dos connotados narco-juniors, uno desaparecido desde 1996 y el otro en una cárcel mexicana cumpliendo una pena de 50 años. Confía sus recuerdos al periodista y le cuenta cómo la vida de sus hijos se fue al garete el día que conocieron a Ramón Arellano.
Recuerda como Ramón Arellano y sus sinoalenses se empezaron a aparecer en ‘El Árbol’. Transformando el lugar donde sus hijos aprendieron a usar sus bicicletas, en el centro de reunión donde el Jefe del Cártel reclutaba a sus sicarios de entre los niños bien de la ciudad, deslumbrándolos con sus carrazos, sus dineros, sus mujeres y sus drogas.
[Nota de la Autora] Recuerdo “el árbol”, me acuerdo también que en ese tiempo todo el mundo escapaba de clases para ir a “dar la vuelta” a la “Chapu” y ver a todos los guapos, que estaban estacionados frente al Colegio La Paz, esperando a ver a “todas las guapas” del prestigiado colegio privado, para señoritas (hoy mixto).
Ese era el lugar donde había que estar para ser visto y ser reconocido como parte de un selecto grupo, donde lo único que había que tener para ser incluido, era dinero o un apellido directamente ligado a una familia adinerada y con una casota, en la Chapu o en Lomas Hipódromo, con membresía en el Club Campestre o en el Britania. Solíamos llamarles los Socialones”.
Me acuerdo también de lo fuera de contexto que nos parecía ver a aquellos hombres notablemente mayores y más feos que los locales, imponiendo la moda de los corridos a todo volumen y las botas vaqueras, a una generación que hasta hacía muy poco usaba Jeans y camisetas Lacoste y escuchaban Depeche Mode y U2 .
El siguiente párrafo corresponde a un extracto del libro de Vullyami publicado en la revista Guernica, y que incluye parte del testimonio de Cristina Palacios de Hodoyán. Este testimonio representa en mi opinión, el caso más sui generis de lo que ocurrió con parte de la “alta sociedad” tijuanense, quien de pronto vio a sus hijos convertidos en sicarios o tuvo que enviarlos fuera del país para protegerlos, sobre todo después de que el Semanario Zeta publicase su legendaria “Lista de Narco-Juniors”:
Así que la gente que empezó a traer drogas a mi casa –solo que no lo sabía en ese momento – eran los chicos que conocía desde el kinder”, continúa. “Ramón los llevaba a las discotecas. Entraba y exigía una mesa, aunque estuviese ocupada, simplemente se desalojaba a la gente. Tomaban champaña con sus acompañantes toda la noche, pero si hablabas con alguien más, automáticamente eras considerado un traidor. En cualquier momento podrían sacar a alguno del lugar y matarlo, y lo hicieron. Ya que estabas dentro, estabas dentro y no había salida. Mis hijos formaron parte de todo eso, ellos estaban entre la gente que podía carcajearse mientras le cortaban el dedo a alguien, o cortar en pedazos a alguno por mera diversión. Todo esto lo supe cuando Alex fue capturado y Alfredo ya estaba en prisión.
Este párrafo nos brinda una clave sobre lo que en nuestros días se ha transformado en un concepto recurrente en muchas de las historias más violentas de los últimos años a lo largo de la frontera: la sinrazón de la violencia tiene un rasgo macabro tanto en cantidad como en calidad de las ejecuciones o mutilaciones. Sin embargo la revelación de que algo tan endemoniadamente salvaje y aterrador sea motivado por simple entretenimiento, como individuos nos deja en una situación totalmente desoladora.
Vullyami, tras describir decenas de masacres y ejecuciones, incluyendo la de los 72 migrantes en Tamaulipas, la del centro de rehabilitación de Barrio Azul en Juárez y otras tantas que denotan el sello distintivo del know how ‘carnicero’ del narco, lo pone en estos términos:
Existe una tenebrosidad en estos actos que recuerdan las atrocidades cometidas en Bosnia y Ruanda. Pero no se le puede escapar a uno la sensación de que existe algo más –estos crímenes son recreacionales.
Y esta comparación no es ni espontánea ni disparatada. Vullyami sabe de qué está hablando. En 1994 escribió un libro basado precisamente en las atrocidades de la limpieza étnica llevada a cabo durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, y sus antecedentes históricos: ‘Seasons in Hell: Understanding Bosnia’s War’.
Fernando Ocegueda es otro tijuanense con una historia ligada al peor lado del narco. Después de que su hijo fuera “levantado” por sujetos desconocidos en su propia casa y obligado por la ineficacia de las autoridades en llevar una investigación, se embarcó en una cruzada con muy pocas probabilidades de salir sin rasguños. Durante dos años, estuvo tocando puertas preguntando por su hijo. En su desesperación por tener noticias de su paradero, se presentó en las casas de toda la gente que pudiera tener algún contacto con el cártel de los Arellano, hasta que alguien “de muy arriba”, tuvo la buena voluntad de informarle a Ocegueda, que su hijo estaba muerto y su cadáver había sido uno de los tantos disuelto en ácido.
De ahí nos traslada a la horripilante y a la vez tristemente famosa historia de ‘El Pozolero’. Vullyami describe el entorno donde se encuentra y nos lleva hasta la puerta del domicilio de negocios de este empleado primero del Cartel de los Arellano y después del Cartel de Sinaloa, quien por 600 dólares a la semana, se encargaba de ‘desaparecer” cadáveres “a granel” disolviéndolos en ácido.
Nos cuenta cómo por $400 pesos ($32 dólares) de propina, los “aburridos” Federales encargados de la custodia del “lugar del crimen”, le dejaron entrar e incluso sin pedírselos, le ofrecen un recorrido del lugar y le explican el modus operandi de ‘El Pozolero’. El autor lee más allá de los tambos de ácido, los restos de tejido humano en alguna dentadura que quedó pendiente tras su arresto y continúa ahí seguramente como evidencia. El asador, los restos de mariscos confundidos entre el polvo, la decena de botellas de cerveza vacías, y la frondosa plantita de mariguana que no podía faltar en este perverso ecosistema, nos cuenta un poco más del infame personaje: una total ausencia de ética, confirmada con una notable contradicción que sólo podría concebirse como escenario de una película exhibida en un cine tipo GrindHouse: un árbol de Navidad aún con adornos y listones rojos continúa en el lugar, como prueba de que El Pozolero además de asesino, era un hombre de tradiciones y rituales.
Justicia a la italiana
La caracterización que hace Vullyami del Procurador del Estado, Rommel Moreno Manjarrez, da cierta esperanza de que por fin se incluye en la procuración de justicia a personal preparado y con valores congruentes con la legalidad y el servicio público. Moreno realizó sus estudios universitarios en Roma, Italia, y entre sus mentores, y modelos a seguir se encuentran notables personajes que realmente han fomentado movimientos sociales contra el crimen organizado.
Moreno es un admirador –de acuerdo a lo que le dijo a Vullyami– del movimiento “La Reté” – La Red – un movimiento popular que se levantó contra la Cosa Nostra en Italia, y cree que ese es el camino que debemos seguir para combatir al crimen organizado, “una magistratura similar a la de Italia, comprometida a ir tras la Mafia, y apoyada por movimientos en la sociedad civil como aquel fomentado por [Leoluca] Orlando”.
Pero también me deja con la duda de que si esto es lo que Moreno Manjarrez, realmente pretende, ¿porqué no se lo ha comunicado efectivamente a la ciudadanía, en lugar de continuar con el mismo ruido institucional, manejando un discurso incomprensible y desconectado de los ciudadanos? Tan característico de los gobiernos de todos los niveles en este país.
Vullyami no puede evitar encontrar “curioso”, que en el mismo escenario donde se lanzan los discursos de combate al crimen organizado, ‘vamos progresando’, ‘estamos juntos sociedad y gobierno’ y comparten aplausos recíprocos el gobernador del estado José Guadalupe Osuna Millán, el alcalde de Tijuana Jorge Ramos y el procurador Rommel Moreno; edecanes con mini faldas y zapatos de tacón se encargan de repartirles bebidas. Un detalle que puede escapar a primera vista, pero que identifica las raíces de una doble moral lacerante y retrograda.
CSI y la comunicación ‘corporal’ del narco
Hiram Muñoz es uno de los personajes entrevistado por Vulliamy que me parece de lo más extraordinario e interesante. Es un médico forense, empleado por la Procuraduría, quien a través de su experiencia analizando los restos de víctimas del crimen organizado, ha logrado identificar una especie de Código de Comunicación del narco a través de las mutilaciones. Además, determina claramente cuándo las mutilaciones han sido realizadas por un médico, o por un simple “malandro”. Se lo explica al periodista con maestría y lujo de detalle.
Hablan del caso de Adriana Alejandra Ruiz, la edecán cobardemente asesinada y que gracias al acto enfermizo de haber grabado en video de su muerte, lograron detener a uno de los asesinos, quien hasta la fecha niega haber participado en el crímen.
También comenta los doce cadáveres arrojados frente a la primaria Valentín Gómez Farías en donde presumiblemente el mensaje iba dirigido a los niños: no abrir la boca.
Y una notable observación: la violencia del narco ha escalado del ámbito privado (te mato y tiro al desierto), a algo equiparable a las ejecuciones públicas, donde los restos de las víctimas son exhibidos, como parte de un botín. Una práctica que les hace sentirse frente a la opinión pública como todopoderosos.
Esta nueva violencia y sus perpetradores reflejan algo muy real y muy triste, y peor aún, imposible de reconocer cuando no se ejerce la autocrítica como método para mejorar : [los narcos] son reflejo de una sociedad sin valores. Hiram Muñoz hace una interesante analogía: son producto de esta sociedad que ha pasado de Frank Sinatra en los 50’s al rapero 50 cent. Ambos asociados con criminales, pero hay que ver la diferencia de clase entre ambos. 50 cent es el nuevo “modelo” para el narco; Sinatra es la vieja escuela – y yo sé a cual prefiero.
Sin duda una lectura difícil para quienes todavía nos sorprendemos de la carnicería sin precedentes protagonizada por los distintos grupos del crimen organizado, que se reproducen con la misma capacidad de una larva, y reaccionan con el salvajismo de una bestia enjaulada. [Recomiendo leer escuchando la canción Penso Positivo de Jovannotti.]
Matar por matar parece ser el nuevo modus operandi de los criminales, poniendo en la mesa un nuevo problema social y de salud mental por resolver en nuestro país [¿Qué hacer con un ejército de psicópatas y asesinos seriales?]. Es la misma escuela y saña de los asesinos de las cientos de mujeres de Juárez que han desaparecido desde hace veinte años, y que ninguna autoridad ha tenido el valor civil de perseguir a cabalidad.
Falta de visión, indiferencia y corrupción se combinaron naturalmente para crear el monstruo que hoy nos cuesta combatir sin sufrir amargas consecuencias.
Nadie nos ha dicho hasta hoy cómo vamos a salir de este sangriento caos, y tampoco Vullyami nos da esa respuesta en su libro, pero es necesario hacer una revisión puntual de cómo llegamos hasta aquí, y por lo menos empezar en lo individual y como nación a aceptar la autocrítica como un punto de partida para encontrar la salida a nuestros problemas.
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Agradecemos a Joel Whitney y a la revista Guernica,
por su inspiración, guía y apoyo para la realización de este artículo.
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YO NO ESTOY SEGURA QUE NUESTRA COMUNIDAD ES SIN VALORES .
Muy buen texto, Marga: bien hilvanado, bien documentado y bien amarrado a nuestro tema aquí, que es Tijuana.
Yo no estoy segura de que la nuestra sea una sociedad sin valores; creo que el asunto es que estos valores han cambiado. Pasa en todas las sociedades de generación en generación, pero en este caso parece un proceso en el que se nos forzó a brincarnos varias etapas y por eso no hubo posibilidad de adaptación. La violencia que ejerce el Estado no inició con la guerrita de juguete de Felipe Calderón; esa violencia se ha ejercido en México desde décadas atrás y la propia sociedad ha sido cómplice. Las clases medias nunca quisieron ver a las oprimidas hasta que un buen día éstas agarraron rifles de palo; las clases altas entonces corrieron a salvarse como pudieron, mientras el Estado seguía dejando su responsabilidad en manos de las mafias. El problema se gestó años atrás; las balas y los descabezados son sólo la consecuencia del «fast forward» que nos metió, para rematar, el imbécil del soldadito de palo.
El cambio de valores inició hace mucho, y quienes lo propiciaron hoy se rascan la cabeza sorprendidos.
Magistralmente bien escrito, tanto que en cada frase me parece ver una película de horror. Fiel pintura de la realidad en el norte de México. Mucho de lo que aquí has escrito es parte de lo que me cuentan mis amigos en Monterrey. Me pregunto cuándo terminará esta pesadilla y cómo llegaran a terminar con ella. Es una telaraña sin fin en la que uno sólo como seguidor de noticias lo ve todo tan lejos pero leyendo textos como estos escritos por mexicanos comprometidos siente que está más cerca. Gracias por escribirlo y darlo a conocer.
Bravoooo!! . Una sociedad sin valores, eso somos y yo añadiría algo más, somos un país sin concia colectiva y sentido común, …complicado, muy complicado. Felicidades
La realidad actual descrita con clase… Gracias x compartir!