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TIJUANA BLUES: Betty y el Mastodonte

La Preparatoria Federal (Lázaro Cárdenas), fue construida sobre las ruinas del antiguo Casino de Agua Caliente, que vivió su máximo esplendor en los albores de los años 30. En la época en que cursé la prepa todavía podíamos explorar en algunos sitios ocultos y maravillarnos con sus fabulosos hallazgos. Ante nuestros “experimentados” ojos quinceañeros nuestros “hallazgos” carecían de menor valor: ¿para qué queremos esta cafetera vieja? Y eso ¿qué es? ¿una plancha? ¡pesa un montón!, y dejábamos en el sitio de escombros donde la encontramos una de esas planchas a carbón de los 800.

En la entrada norte de la escuela había una gigantesca estatua del Presidente Lázaro Cárdenas, a la que cada 18 de marzo personalidades de la curia política y la mas aburrida burocracia local rendían honores para celebrar orgullosamente el Día de la Expropiación Petrolera. Sabiendo esto, un grupo de traviesos de mi generación madrugaron al comité organizador y cuando sus miembros llegaron para preparar la visita de las excelsas personalidades locales, la adusta estatua de cobre había sufrido una pequeña metamorfosis: sus zapatos eran color de rosa. Los “traviesos” usaron pintura de aerosol para lustrarle así el calzado a mi General Lázaro Cárdenas. La historia termina con ocho (8) trabajadores de mantenimiento con las manos coloradas de tanto tallar, y las caras de extrañados de dos o tres personas, que fueron las únicas que parecieron notar que Don Lázaro “se había hecho algo”. Afortunadamente, ninguna de esas observadoras personas eran ni Gobernador, ni el Alcalde, ni funcionarios de primer nivel, así que la travesura no pasó a mayores, pero el ligero rosado en los zapatos, todavía se pudo apreciar un par de años más tarde.

Había dos sitios donde nos reuníamos durante los recesos: para fumar, en las ruinas de la antigua piscina de azulejos italianos. En la banca de concreto ubicada estratégicamente entre el gimnasio, el campo de fútbol americano y el paso a la cafetería, por donde pasaba todo el mundo. Y claro, todos los que pasaban tenían apodos, pues ese era nuestro pasatiempo preferido, después de fumar: poner apodos. Era “y ahora ¿qué hacemos?  ¡fumar!, ¡no, mejor poner apodos!, ¡okey!: fumar y poner apodos”.

Había apodos de todo tipo: “El chamo”por su parecido a los clones venezolanos de Menudo, “la Tortillera”, el “Dead Can Dance” porque era un tipo que no paraba de bailar en todas las fiestas y no pesaba veinte kilos ni mojado. “El Lucky Charm” y “La Cuasimoda”. “El Galgo”, “El Chango”, “El Caballo”, “El Zorrillo” y todo el zoológico. “El Ecoloco” y “El YaBáñate” eran la misma persona. “El Brooke Shields” (si, él), “La Langosta” y “El Huevo” eran muy amigos. “El Billy Idol”, “El Phil Collins”, “La Pat Benatar”, “Las Heart”, “El Springsteen”, “Michael Jackson” y demas celebridades también nos engalanaban a través de sus copias adolescentes.

En este lindo escenario de mediados de los ochentas, mi educación preparatoria también incluyó el descubrimiento de un nuevo adjetivo: “Narco”.

Nunca supe su nombre. Bien pudo haber sido una Betty: definitivamente, tenía cara de Betty. Era la típica niña que pone verdes a las demás: perfecta. No tenía un solo defecto y eso la convertía automáticamente en detestable.

Tenía un andar suave, que parecía haber sido orquestado de tal manera que su cadencia jamás se viese perturbada por la prisa. Creo que jamás la vi apurada, ni de mala cara, con arrugas en la blusa, alguna uña imperfecta, o un solo pelo desalineado. Siempre acompañaba sus mañanas con una sonrisa y creo que eso era lo que mas nos fastidiaba: somos adolescentes; ¡se supone que no tenemos por qué sonreír!

Si en realidad quisiera buscarle algún defecto, podría decir que lo único que la separaba de la posibilidad de ser modelo, era su baja estatura, aunque ahora en retrospectiva puedo asegurar que lo único que la separaba de ser modelo, era su falta de interés por seguir esa carrera. Sin duda alguna, ‘Betty” era una de esas mujeres que podría haber sido todo cuanto ella quisiera, con tan solo desearlo.

Le sobraban atributos para hacer que cada mañana el reloj se detuviese, y todas, insisto todas las chicas de la prepa dejaran de chismorrearse las novedades que no alcanzaron a contarse en las cuatro horas de su último intercambio telefónico del día anterior, y atentas vieran a la niña más linda de toda la escuela desplazarse con innata elegancia esos cien metros que iban desde el estacionamiento hasta el edificio de Bachillerato Internacional. Porque encima del listado de virtudes para morirse de envidia, Betty formaba parte del selecto grupo de estudiantes que podían llevar clases en un programa especial dentro de nuestra escuela, que preparaba a los estudiantes para continuar sus estudios universitarios en el extranjero, con clases más interesantes y complejas que las que tomábamos los “comunes”. Así, que por definición, los estudiantes de Bachillerato Internacional, eran más inteligentes y sofisticados, es decir mas nerds que el resto del estudiantado.

A ese selecto grupo pertenecía nuestra envidiada Betty. Y la envidia continuó durante el primer año, y luego el segundo porque el único estudiante extranjero que hubo en nuestra prepa, un alemán de casi dos metros de estatura y cabellos rubios rizados, un querubín en grandote, se hizo su novio.

Sin embargo el tercer y último año de la prepa fue distinto, la envidia se fue transformando primero en sorpresa, después en incredulidad, y posteriormente en un ligero desprecio que derivó en una especie de invisibilidad: la borramos del mapa social.

Betty por fin tuvo un defecto: su novio de quinto semestre. Hasta la fecha no recuerdo haber visto un hombre tan repugnante como el novio de Betty, un mastodonte que le sacaba por lo menos tres cuerpos a nuestra petit modelo. El fulano llegaba todas las mañanas en un motocicleta BMW último modelo, la única que por las fechas rodaba en toda la ciudad.

Solía bajarse del artefacto como uno de aquellos forasteros en los Westerns que llegan a un pueblo y se bajan del caballo revisando los cuatro puntos cardinales, lentamente, apretando los ojos para enfocar mejor la vista, esperando ver quien es el valiente que intenta pegarle el primer tiro.

Por razones que al principio resultaban totalmente “extraterrestres” a mi corto entender, no hubo un valiente que intentara pegarle el primer tiro, ni que se le conociera como amigo. “El Mastodonte” (así se le quedaría el mote), jamás hablaba con nadie. Todos los días llegaba con Betty y se iba con Betty.

Hasta que a mitad del semestre ya no se vio mas al Mastodonte… ni a Betty.

A la prepa federal, llegaban de visita estudiantes de todas las escuelas, especialmente las privadas, así que nos conocíamos con lo que para nosotros era “todo Tijuana”. Por amigos del Instituto México supimos que el Mastodonte había ido a terminar la prepa a la escuela de los padres maristas, la más cara de la ciudad y la de mayor prestigio. En ese entonces, solo en la prepa aceptaban estudiantes de ambos sexos, la primaria y la secundaria eran solo para varones.

En aquel ultimo año de la prepa, antes de mi graduación, se empezaban a escuchar historias de “gente de Sinaloa”. Contaban lo que se veía en Culiacán y en Mazatlán, de los hombres armados, de las balaceras, de los muertos, de los narcos. Esas historias resultaban tan fascinantes y surreales para nosotros como la película The Lost Boys, que ya habíamos visto 52 veces (una peli de vampiros muy famosa en los 80). Era muy entretenida y nos mantenía en constante sobresalto. Pero sabíamos que al final Vampiros no había en Tijuana, como tampoco habían Narcos o lo que eso significara.

Por la gente del Instituto México supimos que los vampiros habían llegado a Tijuana, y que el Mastodonte y su familia ya empezaban a chupar sangre.

A Betty, jamás le vimos de nuevo.

Autor

  • Marga Britto

    Aprendiz de Madre, Malabarista del tiempo, Exiliada por Opcion, Cuestionadora de todo, Objetora de muy Poco, Activista de Closet, Escritora sin oficio. Marga nació y creció en la ciudad de Tijuana, México. Actualmente radica en la ciudad de Pasadena, CA. junto a su esposo e hija de 18 meses. Es Licenciada en Comunicación egresada de la Universidad Iberoamericana, y comparte su tiempo entre vivir su maternidad a tope y escribir una columna semanal en su blog www.madresinsumisas.com.

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